Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Domingo 31 º – Ciclo C

“Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. (Lc 19,1-10)

Somos muchos los que, como Zaqueo, “quisiéramos distinguir quién es Jesús”.
Tenemos la impresión de que hoy la gente no se interesa por Jesús.
Tenemos la impresión de que hoy la gente no se interesa por Dios.
¿Quién se hubiera imaginado que Zaqueo vivía con esa necesidad en su corazón?
¿Quién se hubiera imaginado que Zaqueo tenía interés alguno por Jesús?
Si alguien hubiese hecho una encuesta, ciertamente que Zaqueo no aprobaba.

Es que el corazón humano es muy misterioso.
Para nadie es fácil entrar en la experiencia interior del corazón de los otros.
Por otra parte, la vida que llevamos tampoco parece demostrar demasiada preocupación por El.
Y como nosotros juzgamos más por lo de afuera que por lo de adentro, tenemos esa impresión de vivir en una sociedad que no se interesa demasiado por lo espiritual.
Zaqueo era un publicano, por tanto un pecador.
Además era rico, y no necesitaba de Jesús para nada.
Lo que tenía parecía llenar suficientemente su vida.
Es lo mismo que acontece hoy.
Vivimos una vida de indiferencia religiosa.
Vivimos demasiado preocupados por el “tener”.

Y sin embargo:
Puede que nuestra vida vaya por un camino.
Y que nuestro corazón camine por otro.
Puede que dentro de los pecadores, haya más inquietud por Dios que la que pensamos.
Puede que dentro del corazón de los ricos, aún haya muchos vacíos que las riquezas no llenan.
Por eso, estoy seguro que, también hoy, abundan los que “quisieran distinguir quién era Jesús”.

El problema puede que esté:
No tanto en nuestro corazón.
Sino en aquellos que nos impiden verle.
Todos tenemos una estatura pequeña para ver a Jesús cuando la gente nos pone demasiados impedimentos.

Porque muchos:
Con el testimonio de nuestra vida dificultemos la fe de los demás.
Con la pobreza espiritual de nuestra vida oscurezcamos la verdad de Jesús.
Con nuestras actitudes pongamos demasiados estorbos para distinguirle.
Con nuestro modo de pensar u actuar podamos destacar demasiado que no le dejemos ver.

Y no todos tienen la valentía de echar a correr y salirse del montón.
Ni todos tienen la valentía de hacer el ridículo de subirse a un árbol.
Aunque siempre tendremos a un Jesús:
Que pasa bajo el árbol.
Que mira hacia arriba y nos ve.
Que al vernos nos llama por nuestro nombre.
Que al pronunciar nuestro nombre se toma la confianza y libertad de invitarse a nuestra casa.

Hay muchos que no le ven porque no le dejamos ver.
Hay muchos que, incluso sin darse cuenta, le buscan.
Hay muchos que quisieran escuchar “Zaqueo baja que hoy debo alojarme en tu casa”.
Hay un Jesús que, aunque nosotros no nos demos cuenta, quisiera:
Ser nuestro huésped.
Ser nuestro comensal.
Ser la salvación que entra en nuestra casa.
Ser la conversión de nuestro corazón que nos hace descubrir la necesidad de compartir y de hacer justicia.

Señor: soy de los que creen verte, pero quisiera verte mejor.
Señor: no quisiera es un estorbo para que otros puedan verte.
Señor: quisiera tenerte alojado en mi corazón.
Señor: quisiera que hoy cenases conmigo.
Señor: quisiera que tú seas mi salvación hoy y la de mi familia.

Clemente Sobrado C. P.

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