Escucha aquí la Homilía del P Clemente Sobrado cp. sobre el Domingo de la Ascensión del Señor
Palabras de esperanza
“Se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.
Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban”. (Mc 16,15-20)
“La última palabra de Jesús a los discípulos es la orden de partir: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes” (Mt 28, 19). Es un mandato preciso, ¡no es facultativo! La comunidad cristiana es una comunidad “en salida”, “en partida”. Y ustedes me dirán: ¿pero y las comunidades de clausura? Sí, también ellas, porque están siempre “en salida” con la oración, con el corazón abierto al mundo, a los horizontes de Dios. ¿Y los ancianos, los enfermos? También ellos, con la oración y la unión a las llagas de Jesús”. (Papa Francisco)
Hola amigos, hoy celebramos la Fiesta de la Ascensión de Jesús,
que mejor sería decir, celebramos la despedida de Jesús
de su condición humana para volver a su condición divina.
Y hay algo bien simpático en esta despedida:
¿Recuerdan su venida? ¿Recuerdan la Navidad?
Nadie le esperaba.
Sólo María y José.
¿Y se dan cuenta de que ahora, la despedida
tampoco está rodeada de multitudes
sino de su grupito pequeño, miedoso
y todavía indeciso y dudando?
Nosotros somos mucho más ruidosos que Dios.
Dios hace poco ruido, tanto cuando viene a nosotros,
como cuando se despide.
Jesús no es un exhibicionista, como nosotros,
que hacemos tremendas campañas publicitarias
cuando llega algún personaje
o cuando le despiden sus fans.
Como veis, Dios no gasta en publicidad.
Por algo dice ese refrán: “mucho ruido y pocas nueces”.
Nosotros hacemos mucho ruido y con el ruido ocultamos,
con frecuencia, muchas penas,
muchas desilusiones, muchas pobrezas.
Ruidos para distraernos.
Jesús no quiere distraernos con los ruidos.
Le encantan los silencios que hablan,
los silencios que dejan escuchar,
los silencios que permiten escucharnos a nosotros mismos.
¿Ustedes son capaces de escuchar con el ruido de las discotecas?
Yo, por supuesto, no sería capaz. Me quedaría sordo.
Pero sí podemos escuchar las palabras de Jesús,
sin necesidad de megáfono y parlantes ni micrófonos.
Y podemos escuchar con qué naturalidad
nos dice a todos: “id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación”.
No. No me digáis que no le habéis escuchado
porque había muchos ruidos.
En la cima de la montaña solo se escuchaba
el canto de los pájaros y la voz de Jesús despidiéndose de todos:
“Chau”, amigos, yo me voy, pero no os dejo,
seguiré con vosotros.
Y vosotros, nada de quedaros aquí como
sonsos mirando al cielo. “¡Chau!” “¡Id!”
Vosotros a poneros en camino por los caminos del mundo.
No tengáis miedo a nada.
Vuestra seguridad está en que lleváis a los hombres
lo que los hombres esperan: “La Buena Noticia”.
Sed como los periódicos que, cada mañana,
todos los abren en busca de novedades y de noticias.
Desde hoy, vosotros seréis mis periódicos de cada mañana,
mis noticieros de cada mañana.
Por eso, amigos, la Ascensión me gusta.
Me gusta por su sencillez.
Me gusta porque es el triunfo silencioso y sin ruidos.
Y me gusta, porque pone pies a nuestros corazones
para que tengamos como hogar el mundo entero
y como hermanos a todos los hombres.
La Ascensión de Jesús es un cambio de posta
Igual que los que corren en la pista suelen
cambiar de “testigo” o “posta”,
la Ascensión es el cambio de “posta de Jesús a nosotros”.
Hasta ahora todo dependía de Él,
desde la Ascensión todo depende de nosotros.
“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”.
Él se nos va. Pero deja a su Iglesia.
Él se nos va. Pero nos deja a nosotros.
Él se nos va, pero aún, así será nuestro compañero.
Él se va, pero nos deja un mandato: “ID”.
Él vino. A nosotros nos manda: “ID”.
Él inició la predicación del reino.
A nosotros nos toca llevarla como el viento lleva
las semillas por todo el mundo.
Con la única diferencia de que ahora
la responsabilidad recae sobre todos nosotros.
Jesús se nos va, pero nos deja la Iglesia.
No solo una Iglesia institución,
sino una Iglesia “pueblo de Dios”.
Jesús vuelve al Padre
Y a nosotros nos envía al encuentro con los hombres.
Era necesaria la Ascensión, como el triunfo de Jesús.
Pero era necesaria, para que nosotros comenzásemos
a crecer asumiendo nuestras responsabilidades.
La Iglesia no podía quedarse en el grupo de los Once.
Tenía que abrirse al mundo.
No podía seguir bajo las alas de Jesús.
Tenía que llegar la hora de volar por sí misma.
Tenía que llegar la hora de dar el examen de su fe
y comenzar a anunciar a todos los hombres.
Y como él, también la Iglesia tenía que abrirse
a buenos y malos.
A los de dentro pero también a los de fuera.
Por eso hoy, es el triunfo de Jesús,
pero es el comienzo del camino que
nos lleva a todos y a todos los hombres.
El Papa Francisco tiene una frase que lo dice todo:
«Se trata de ser hombres y mujeres de la Ascensión,
es decir, buscadores de Cristo en los caminos
de nuestro tiempo, llevando su palabra
de salvación a los confines de la tierra».
Yo le llamaría a la Ascensión: La fiesta de los caprichos de Dios:
Estabas con nosotros, y regresaste a la casa del Padre.
No estábamos preparados, y te fiaste de nosotros.
Nosotros dudábamos de ti, y tú confiaste en nosotros.
Decías que te ibas, pero nos prometiste no dejarnos.
Decías que volvías al Padre, pero nos dijiste que seguirías a nuestro lado.
Sabías que éramos débiles, pero confiaste en nosotros.
Tú lo serías todo, pero quisiste que nosotros nos sintiésemos responsables.
Tú solo anduviste por Palestina, y a nosotros nos envías al mundo entero.
Nosotros seríamos los que decidiésemos, pero tú el que inspiras.
Señor, nos alegramos de que te hayas ido. Te lo merecías.
Aunque nos da pena no verte como antes.
Danos docilidad para hacer lo que tú haces en secreto.
Está bien andes a escondidas, pero déjate ver un poco más.
Y cuando tengamos miedo, danos tú fortaleza.
Y cuando no veamos claro, ilumínanos interiormente.
Y si nos equivocamos, te regamos nos suplas.
«Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes,
los ancianos, los enfermos y los recién casados.
Jesucristo, ascendiendo al cielo,
deja un mensaje y un programa para toda la Iglesia:
«Ve y enseña a todas las naciones …
enseñándoles a observar todo lo que te he mandado».
Da a conocer la palabra de salvación de Cristo,
y testimoniarla en la vida diaria,
y sea vuestro ideal y vuestro compromiso.
¡Mi bendición para todos!» (Papa Francisco)
Señor, ¿te nos vas? Nosotros aquí quedamos.
Tenemos miedo a quedarnos solos,
pero contigo seguiremos contando
y te prometemos que “no te fallaremos”.