Dios sí, ¿y el prójimo?

Domingo 31 – Tiempo ordinario B

“Respondió Jesús: “El primero de todos es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos”. (Mc 12)

Flickr: ourlibrary

Una Señora se me presentó porque quería hacer una consulta, dicen que espiritual. Comenzó por hacerme toda una apología de su vida cristiana.
Yo soy muy católica.
No me pierdo una misa ni que me esté muriendo.
Rezo el rosario entero a diario.
Además nunca dejo mi Cadena a San Judas Tadeo.

Yo, educadamente, le escuché todo un rato preguntándome a qué venía a preguntarme si era tan maravillosa. En ese momento, tuve una especie de tentación: “No sea que se trate de algo como aquel que se presentó a Jesús y había cumplido los mandamientos desde joven, pero luego, Jesús le respondió: “sólo te falta una cosa: vende lo que tiene”. Y aquí terminó toda la bondad, porque triste, se dio la vuelta y se volvió a su casa”.

Dicho y hecho.

– Señora, ¿y cómo se lleva con su nuera?
– No la aguanto, es una impertinente.
– ¿Y cómo se lleva con sus vecinos?
– No les hablo, porque todos son unos egoístas que solo piensan en sí mismo.
– ¿Y cómo se lleva con su marido?
– Vivimos hace tiempo en habitaciones separadas porque él…
– ¿Pero al menos con sus hijos me imagino que se llevará bien?
– Tengo tres hijos, el primero es buen chico, pero los otros dos han salido a su padre y ya les he dicho que se arreglen con él”.
– ¡Me imagino que usted será generosa con los pobres y necesitados!
– Mire, Padre Clemente, no se fíe, la mayoría solo vienen a engañarle, con el mismo cuento.

– Señora ¿usted sabe andar en bicicleta?
– Al Colegio iba siempre en bicicleta.
– ¿Y cuántas ruedas tiene su bicicleta?
– Dos ruedas como todas las bicicletas.
– ¿Y no sabía que para ser un buen cristiano se necesitan también dos ruedas?

La vieja no se daba ni por enterada ni por vencida.

– Oiga, Padre, yo no sabía que al cielo se iba en bicicleta.
– Pues, aunque le parezca mentira, al cielo solo se va en bicicleta y con la de dos ruedas:
El amor a Dios.
Y el amor el prójimo.
Y que los Santos son los grandes patronos de los ciclistas.
– ¿Usted conoce a algún ciclista santo?
– A todos.

Porque para ser santo es preciso amar a Dios con todo el corazón y con toda la mente y con todo lo que somos.
Pero esa es una de las llantas por las que uno llega a la santidad.
Falta la otra: la de amar al prójimo como a uno mismo.
Bueno, eso fue al principio porque luego el mismo Jesús nos dijo que teníamos que amar al prójimo como él mismo nos amó a nosotros.
Y estas son las dos llantas que nos llevan a la santidad y al cielo.
Cualquiera de ellas que nos falte nos deja tirados en el camino.
Mejor dicho, si nos falta la llanta del amor al prójimo la otra del amor de Dios se nos pincha y tampoco camina.

Pero ¿no es suficiente amar a Dios?
Pareciera que no.
Jesús nos dijo que amar a Dios y amar al prójimo era la síntesis de toda la ley.

Hay muchos que creemos amar a Dios.
Pero somos incapaces de amar al hermano.
Hay muchos que hablamos tanto con Dios que lo tenemos mareado.
Pero luego somos incapaces de hablarnos con nuestro prójimo.
Hay muchos que estarían dispuestos a darlo todo por Dios.
Pero luego somos incapaces de dar una limosna al que nos pide para comprar un pan.

Jesús nos dijo que el camino del cielo tenía dos rieles o dos llantas.
El amor a Dios. Y el amor al prójimo.
Y San Juan se atrevió a decirnos que quien dice amar a Dios y no ama al hermano es un gran mentiroso.

Clemente Sobrado C. P.

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