Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la 15 a. Semana – Ciclo C

“No penséis que venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar la paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra, a los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiera a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiera a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí”. (Mt 10,34-11,1)

¡Vaya lío el que nos está armando hoy Jesús!
Bueno, para crear enemistad y problemas entre la nuera y la suegra, no hacía falta que lo dijese.
Eso lo estamos viendo con mucha frecuenta.
No sé si por culpa de las suegras o de las nueras.
Porque todo hay en la viña del Señor.
Aunque también entre suegras y nueras suele haber buenos entendimientos.
¿Por qué le hemos de hacer tan mal ambiente a las suegras?
Las hay estupendas.
Y las nueras tampoco son siempre “miel sobre hojuelas”.

Lo que sí llama la atención es el lío que crea en casa entre padres e hijos, madres e hijas.
Ya teníamos bastante con eso de “crisis generacionales” y ahora viene Jesús a armar más problemas.
¿Será que Jesús trata de dividir y destruir la unidad y la comunión familiar?
Entonces tendríamos que suprimir el cuarto mandamiento.

La cosa va por otros caminos.
Jesús defiende el amor a Dios por encima de todo.
En el Catecismo que estudié decía: “Amar a Dios sobre todas las cosas”.
Pero también decía que había que “amar y honrar a padre y madre”.

Sin embargo, ambos amores pudiera encontrarse y chocar.
Lo que Jesús sigue afirmando es que amemos a nuestros padres.
Lo que Jesús sigue afirmando:
Es que las suegras amen como a “hijas políticas” a las nueras.
Y que las nueras amen a sus suegras como “madres políticas”.
Es que la unión de la pareja depende también, en gran parte, de la relación que exista entre “nueras y suegras”.
Malo es cuando la suegra se mete en el matrimonio del hijo.
Pero tampoco es mejor cuando la nuera impide al marido seguir amando a su madre.

Lo que sucede es que:
Ambos amores pueden chocar con el Evangelio.
El amor de los padres es normal y sería una anormalidad que no se amasen.
Pero no siempre el amor de los padres coincide con el amor y los planes de Dios.

Lo sé por experiencia personal:
Mi padre nunca aceptó mi vocación religiosa y sacerdotal.
Y yo me encontré en una lucha interior:
Entre ser fiel a Dios que llamaba.
Entre mi padre que no entendía mi vocación.
Fue toda una lucha de sentimientos y fidelidades.
La cuerda se rompió por mi padre que se atrevió a decirme “que me olvidase de él”.
Claro que yo nunca me olvidé a él, pero no volvió a escribirme.

El Evangelio crea, a veces estas situaciones de conflicto de fidelidades.
A mí me sangró mucho el alma.
Pero por más que sentía el amor a mi padre, también sentía la voz de Dios que me decía sigue adelante.

Es que aquí se da aquello que escribía Unamuno:  “Los santos y los héroes son unos solitarios, porque lo que ellos escuchan en su corazón, nadie demás no escuchan esas mismas voces, y por eso son incomprendido”.

No me tengo ni por santo ni por héroe.
Pero la voz de Dios la sentía muy dentro de mí.
Y no podía fallarle a Dios que me llamaba en el silencio del alma.
Entiendo que mi padre no escuchaba esa misma voz.
Solo escuchaba la voz de sus sentimientos de padre.

Por eso siempre le comprendí, incluso en sus decisiones tan radicales.
Pero el la suerte de quienes saben que el amor de Dios no sacrifica el amor a los padres, pero sí puede dividir a padres a hijos.

Tengo que amar a mi enamorado o novio.
Pero sin que sacrifique el amor y la fidelidad al amor de Dios.
Tengo que amar a mis hermanos.
Pero sin sacrificar la fidelidad a Dios.
Tengo que amar a mi suegra.
Pero sin sacrificar el amor de mi esposo e hijos.
Tengo que amar a mi nuera.
Pero sin sacrificar mi fidelidad al amor a Dios.
Divisiones, que no deben ser rupturas.
Divisiones, que no deben sacrificar el amor sino buscar prioridades.

Clemente Sobrado C. P.

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