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Sábado Santo

P. Clemente Sobrado cp.

Palabras de esperanza

Es el sábado de la Madre.
Es el sábado de la ausencia.
Es el sábado del silencio.
Es el sábado del aleluya pascual.

El primer día de la Madre sin el Hijo.
Aunque es también la Madre de la espera.
Es el sábado para acompañar a María
rumiando en su corazón la espera de la Pascua.
Es el sábado de las esperanzas que comienzan a reverdecer.
Es el sábado en el que la Madre no espera
junto al sepulcro sino en su corazón.

Sábado de la ausencia.
Todos los creen muerto.
Ellos mismos lo han sepultado.
Ha sido un funeral muy sencillo y sin demasiados amigos.
Todos creen haberlo perdido para siempre.
Acostumbrados a verlo cada día, hoy siente el vacío y la ausencia.
Es un día vacío.
La Liturgia guarda silencio.
Las Iglesias estas cerradas.
Sólo queda la esperanza.

Sábado del silencio
Ayer viernes todo era discursos y predicaciones.
Ayer todo era procesiones con el muerto.
Hoy todo ha callado, hasta nosotros sentimos
como que algo falta en el mundo.

Pero no es un silencio sin silencio.
Calla la palabra, pero habla el corazón.
Calla la palabra, pero siente el corazón la voz
del que ya está en el silencio del sepulcro.
Es el silencio del corazón que espera el momento.
Es el silencio del corazón que escucha dentro el misterio.
Es el silencio del corazón que rumia dentro el fracaso de la víspera.
Es el silencio del corazón que medita y guarda dentro el misterio.
Es el silencio del corazón que espera la nueva palabra pascual.

Es el sábado del aleluya pascual.
La liturgia había silenciado el aleluya durante toda la cuaresma.
Pero esta noche volverán a sonar las campanas.
Volverá a sonar el Gloria,
Volverá a sonar el aleluya
En medio de las sombras de la noche
comenzará a alumbrar el Cirio Pascual.
Y cada uno volveremos a encender la vela
de nuestras vidas en su llama.
Y cada uno volveremos a sentir
como si el sol volviese a amanecer.

Mientras el día parecía noche, la noche parece día.
Mientras durante el día nosotros guardábamos silencio,
ahora de noche vuelve a sonar:
El grito pascual.
La alegría pascual.
Como que el alma se nos ha vuelto al cuerpo.
Como que nuestros labios vuelven a llenarse sonrisas.
Como que nuestros corazones vuelven a hacerse primavera.

Lo que parecía ausencia, ahora se hace presencia.
Lo que parecía fracaso, ahora se hace esperanza.
Lo que parecía muerte, ahora todo se hace vida.
Lo que parecía el final de todo, ahora todo se hace comienzo.

Es todavía la Vigilia.
Pero es Vigilia de luz en las tinieblas de la noche.
Nadie será testigo. Pero mañana El estará
de nuevo en medio de nosotros.

La vida, con frecuencia se parece al Sábado Santo.
Como si todas las luces se hubiesen apagado.
Hasta que volvemos a gritar “Ha resucitado”.
Y todo resucita en nosotros.
Nuestras noches nos parecen largas.
Pero el nuevo día que amanece en nosotros dura toda la vida.

¡Aleluya, hermanos! ¡Está vivo! ¡Estamos vivos!
¡Todos somos el aleluya del Resucitado en medio de nosotros!

¡FELICIDADES Y FELICES PASCUAS!

Viernes Santo

P. Clemente Sobrado cp.

Palabras de esperanza

“Mirarán al que traspasaron”. (Jn 19,37)

“Dios puso en la Cruz de Jesús todo el peso de nuestros pecados, todas las injusticias perpetradas por cada Caín contra su hermano, toda la amargura de la traición de Judas y de Pedro, toda la vanidad de los prepotentes, toda la arrogancia de los falsos amigos. Era una Cruz pesada, como la noche de las personas abandonadas, pesada como la muerte de las personas queridas, pesada porque resume toda la fealdad del mal. Sin embargo, es también una Cruz gloriosa como el alba de una larga noche, porque representa en todo el amor de Dios que es más grande que nuestras iniquidades y nuestras traiciones. En la Cruz vemos la monstruosidad del hombre, cuando se deja guiar por el mal; pero vemos también la inmensidad de la misericordia de Dios que no nos trata según nuestros pecados, sino según su misericordia” (Papa Francisco).

Viernes Santo: “Es el momento culminante del amor”. “La muerte de Jesús, que en la cruz se abandona al Padre para ofrecer la salvación al mundo entero, expresa el amor donado sin fin”. Es “un amor que quiere abrazar a todos, sin excluir a ninguno”.

El Papa también manifestó que es “un amor que se extiende en todo tiempo y en todo lugar: una fuente inagotable de salvación a la que cada uno de nosotros, pecadores, puede acudir”. (Papa Francisco)

Cómo cambian las cosas.
Hasta hace unas horas, la Cruz era signo de maldición.
Y el que colgaba del madero era un maldito.
Pero, desde que Jesús subió a la Cruz:
Ni la Cruz es una maldición,
Ni el crucificado un maldito.
Cruz y Crucificado se hacen bendición.
Porque se hacen vida y se hacen revelación de Dios.

Ya lo había dicho Jesús. “Cuando sea levantado en alto atraeré a todos hacia mí”.
Y el profeta lo había anticipado: “Mirarán al que traspasaron».
Lo que era signo de ignominia ahora se hace
signo y palabra de revelación.
Desde ahora la Cruz será un lugar de cita de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
Y cuando Dios y el hombre se encuentran
y se dan la mano en la Cruz de Jesús,
Dios se revela en sus intimidades al hombre
y el hombre descubre la verdad de Dios.

Ahora, cuando el hombre quiera saber algo de Dios,
le bastará mirar a la Cruz.
Y en ella podrá leer “el amor hasta el extremo” que Dios le tiene.
Y Dios se revelará como amor y como vida.
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio hijo,
para que todo el que crea en él tenga vida eterna».
Ahora, cuando el hombre quiera saber algo de sí mismo,
le basta mirar a la Cruz.
Ahora, cuando el hombre quiera saber algo de su dignidad,
le basta mirar a la Cruz.
Ahora, cuando el hombre quiera saber lo importante que es,
le basta mirar a la Cruz.

El misterio de la Cruz nos clarifica toda la vida de Jesús
que se hace inteligible al hombre.
Lo que antes era incomprensible ahora se hace claridad.
Y a la vez, la Cruz clarifica la verdad de Dios para con el hombre.
La historia entera apunta hacia la Cruz.
En la Cruz la historia de salvación llega a la plenitud de su verdad.
Y en la Cruz da comienzo una nueva historia para los hombres.

Creer, es para el cristiano mirar a la Cruz.
Creer, es para el cristiano descubrir el amor.
Creer, es para el cristiano encontrarse con la vida.
Cristiano es aquel que mira a la Cruz
y en ella se reconoce como amado de Dios.
Cristiano es aquel que, mirando a la Cruz,
aprende a leer de una manera diferente su propia vida.
Cristiano es aquel que, mirando a la Cruz,
aprende a leer de manera distinta su propia historia.
Mirar a la Cruz, es sentirse bendito en quién
pasó por la experiencia de la maldición.

El Viernes Santo es un mal día para Dios.
El Viernes Santo es el día en el que el hombre
niega a Dios todos sus derechos.

Y, sin embargo, el Viernes Santo es el mejor día de Dios.
Porque, por fin, ha logrado expresarse a sí mismo como amor.
Porque, por fin, ha logrado decirle al hombre lo importante que es para él.
Porque, por fin, ha logrado decirle al hombre
cómo debe amar a sus hermanos.
Porque, por fin, ha logrado decirle al hombre que la muerte es vida.
Porque, por fin, ha logrado decirle al hombre que está salvado.

El Viernes Santo es una invitación:
A mirar a la Cruz, no como un castigo, sino como expresión de amor.
A mirar a la Cruz, como testimonio de fidelidad hasta dar la vida.
A mirar a la Cruz, como la única manera de conocerle y conocerse.
A mirar a la Cruz, como la única manera de saber mirar al hombre.

Ahora, Señor, te conocemos.
Ahora, Señor, sabemos que era verdad.
Ahora, Señor, sabemos que nos amas.

Toma el crucifijo en tus manos y míralo.
No hables nada, guarda silencio y escucha lo que te dice.

Jueves Santo

P. Clemente Sobrado cp.

Palabras de esperanza

“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la horade pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amo hasta el extremo… y Jesús sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y volvía a Dios, se levanta de la cena, se quita el manto y tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavar los pies a sus discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido”. (Jn 13, 1-15)

“Este jueves, Jesús estaba en la mesa con los discípulos, celebrando la fiesta de la Pascua. Y el pasaje del Evangelio que hemos escuchado contiene una frase que es precisamente el centro de lo que hizo Jesús por todos nosotros: «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). Jesús nos amó. Jesús nos ama. Sin límites, siempre, hasta el extremo. El amor de Jesús por nosotros no tiene límites: cada vez más, cada vez más. No se cansa de amar. A ninguno. Nos ama a todos nosotros, hasta el punto de dar la vida por nosotros. Sí, dar la vida por nosotros; sí, dar la vida por todos nosotros, dar la vida por cada uno de nosotros. Y cada uno puede decir: «Dio la vida por mí». Por cada uno. Ha dado la vida por ti, por ti, por ti, por mí, por él… por cada uno, con nombre y apellido. Su amor es así: personal. El amor de Jesús nunca defrauda, porque Él no se cansa de amar, como no se cansa de perdonar, no se cansa de abrazarnos. Esta es la primera cosa que quería deciros: Jesús nos amó, a cada uno de nosotros, hasta el extremo”. (Papa Francisco)

El Jueves Santo es:
Jueves de despedidas.
Jueves del amor.
Jueves de los mandatos.
Jueves de las promesas.
Juan, no describe la Institución de la Eucaristía.
Pero nos describe una Eucaristía en vivo.

Noche de la despedida:
Jesús toma conciencia de haber salido del Padre.
Jesús toma conciencia de haber estado con nosotros en el mundo.
Jesús toma conciencia de que ha llegado el momento de regresar al Padre.
Cierra el círculo entre el salir, venir, estar, regresar.
Círculo que debiera ser el cada uno de nosotros.
Nacidos en el corazón del Padre.
Tenemos nuestro tiempo de morar en el mundo.
Y tenemos el momento de regresar al corazón del Padre.

Noche de la celebración del amor:
La Eucaristía es el sacramento del amor de Jesús a los hombres.
La Eucaristía es el sacramento del amor que se hace servicio.
La Eucaristía es el sacramento de desnudarse del manto
de Señor y Maestro y revestirse de la toalla
de los que sirven lavando los pies a los hermanos.
La Eucaristía es el sacramento de la fraternidad
y el amor que se hace servicio.
La Eucaristía es el sacramento de Dios arrodilla delante de los hombres.
La Eucaristía es el sacramento de Dios
hecho esclavo al servicio de los hombres.
La Eucaristía es el nuevo sacramento de la encarnación.
En la primera encarnación, Jesús se rebaja a la condición humana,
un hombre cualquiera.
En la encarnación de esta noche, Jesús se rebaja a la condición
de “pan que será cuero entregado” y “sangre derramada”
por vosotros y todos los hombres.

No hay verdadera Eucaristía donde no hay servicio.
Pedro lo sabe por experiencia. No acepta a Jesús arrodillado delante de él.
Pero Pedro está poniendo en riesgo su amistad con Jesús:
“Si no te lavo los pies no tienes parte conmigo”.

Noche de los mandatos:
Primer mandamiento: lavar los pies a los demás:
“mandamiento de servicio” “también vosotros lavaos los pies unos a otros”.
También ser los servidores de los demás.
Segundo mandamiento: de “haced esto en memoria mía”.
Ser cristiano es vivir como sacramentos de la memoria
del “cuerpo entregado y la sangre derramada”.
Tercer mandamiento del amor: “Amaos los unos
a los otros como yo os he amado”.
Cuarto mandamiento de la unidad:
“sed uno como yo y el Padre somos uno”.

Noche de las promesas:
No os dejaré solos.
Os enviaré al “Defensor”, al “Consolador”.
Os enviaré al Espíritu Santo.

Celebrar la Eucaristía:
Ha de ser revivir esta Cena de despedida.
Ha de ser revivir lo que Jesús nos ha revelado.
Ha de ser revivir lo que Jesús ha hecho por nosotros.
Ha de ser revivir el amor con que Jesús nos ha amado.
Ha de ser revivir la presencia del Espíritu en medio de nosotros.
Ha de ser recrear la comunión y la comunidad fraterna del Padre y el Hijo.

Señor: En esta noche lava mi corazón
de todo lo que le impide amar.
Señor: En esta noche lava mi corazón
de todo egoísmo que me impida servir a todos.
Señor: En esta noche lava mi corazón
de todo lo que crea división entre mis hermanos.
Señor: En esta noche lava mi corazón
de todo lo que me impida ser “comunión”.

Renovemos hoy nuestro amor.
Perdonándonos todos, sirviéndonos todos.

Miércoles Santo

P. Clemente Sobrado cp.

Palabras de esperanza

“Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: “¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?” Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo”.(Mt 26,14-25)

“También hoy en día se vende gente. Todos los días. Hay Judas que venden a sus hermanos y hermanas, explotándolos en su trabajo, no pagando lo justo, no reconociendo los deberes… Es más, venden muchas veces las cosas más queridas. Creo que para estar más cómodo un hombre es capaz de alejar a los padres y no verlos más, ponerlos protegidos en una casa hogar y no ir a verlos… vende. … Hoy en día el comercio humano es como en los primeros días: se hace. ¿Y esto por qué? Porque Jesús lo dijo. Él le dio dinero a un señor. Jesús dijo: «No puedes servir a Dios y al dinero», dos señores. Es lo único que Jesús establece y cada uno de nosotros debe elegir: o sirves a Dios, y serás libre en la adoración y el servicio, o sirves al dinero, y serás esclavo del dinero. Esta es la opción y mucha gente quiere servir a Dios y al dinero. Y esto no puede hacerse. Al final fingen que sirven a Dios para servir al dinero. Los explotadores ocultos que son socialmente impecables, pero bajo la mesa comercian, incluso con la gente: no importa. La explotación humana consiste en vender al prójimo”. (Papa Francisco)

Un miércoles fatal.
Por fin, comienza a destaparse el misterio de Judas.
Pero de una manera diría hasta vulgar.
Una historia secreta vivida en el silencio y sin apariencia alguna.

No sabemos cómo fue elegido por Jesús para ser uno de los Doce.
No sabemos nada de él, porque se pasa los tres años en el anonimato.
De cuando en vez, una alusión de Jesús
hablando del “que lo iba a entregar”.
Pero que en nadie creaba sospecha.

Sólo al final aparece el calificativo de “ladrón” y “que tenía la bolsa”.
¿Cuándo nació en su corazón la desilusión sobre Jesús?
¿Cuándo nació en su corazón la intención de entregar a Jesús?
¿Cuánto tiempo llevó guardado el secreto de su corazón?

La persona de Judas siempre me ha creado una serie de interrogantes.
Todo el mundo lo idéntica por la bolsa que lleva en su mano.
Nadie le identifica por su rostro.
Nadie le identifica por gestos que pudieran revelar
el disgusto de estar en el grupo.
Nadie le identifica por sentirlo distinto a los demás.
Nadie le identifica por sus actitudes contra Jesús.

Pensar que traicionó a Jesús por dinero, me parece poco real.
Pensar que se ofreció a los sacerdotes para hacer
una compra-venta, no me encaja.
Quien vende por dinero puja la oferta. Y aquí nadie discute sobre el precio.

Sabía el interés de los Sumos Sacerdotes
de apresarlo y tenerlo en sus manos.
Era el momento de poner él mismo el precio de la venta.
Y, sin embargo, sólo pregunta “¿qué me dais?”
Le ofrecen treinta monedas y Judas no parece discutir el precio.
Acepta la oferta a la primera.

¿Puede ser esto el problema de un ladrón
o un ansioso de tener dinero?
¿No habrá algo más profundo en su corazón?
¿No será que Judas terminó desilusionado de Jesús
y de sus pretensiones?
¿No será que Judas sentía que con un Evangelio
sus intenciones no tenían futuro?
¿No será que incluso pudo ver en Jesús un peligro
para cuantos esperaban un liberador del pueblo?

El corazón humano es misterioso.
La verdad del hombre la llevamos dentro en el corazón.
Es ahí dentro donde uno vive sus propias ideas
y sus propias ilusiones.
Es ahí dentro donde uno lleva sus propias desilusiones.
Es ahí dentro donde uno lleva sus propias desesperanzas.
Es ahí dentro donde cada uno escondemos
nuestras bondades y nuestras maldades.

Ningún ladrón lo lleva escrito en la frente.
Ningún infiel lo lleva escrito en la frente.
Ningún traidor lo lleva escrito en la frente.
Ningún asesino lo lleva escrito en la frente.
Una vida que se parecía a la de todos.
Y, sin embargo, una vida distinta a la de todos.
Una vida que termina vendiéndose a sí misma por unos reales.
Una vida que termina en la mayor vulgaridad.

Y lo que me da miedo es mirarme a mí mismo.
Temo que me haya acostumbrado a vivir arropado lo que hacen todos.
Temo que me haya ido acostumbrando a la cotidianidad
que termina en fracaso.
Temo que me haya ido acostumbrando a mentirme a mí mismo
mintiendo a los demás.
Temo que me hay ido acostumbrando al ejercicio
de mi vocación sin sentirla ni vivirla.
Temo que me haya ido acostumbrando a un Jesús
que ya no me dice nada.
Temo que me hay ido acostumbrando a un matrimonio sin vida.
Temo que me hay ido acostumbrando a un matrimonio
donde ni la esposa ni el esposo ni los hijos resultan importantes
y los cambiamos por cualquier nueva aventura.

Señor: te vendieron bien barato.
Señor: que no venda yo mi vocación tan barata.
Señor: que no venda mi vida de gracia tan barata.
Señor: que no venda mi santidad tan barata.
Señor: que no venda mi matrimonio tan barato.
Señor: ¡cuánta basura hemos escondido en la Iglesia
en los últimos años, bajo lujosas alfombras
y lindos sermones y lindos capisayos!
Señor: Tú ves la verdad de mi corazón.
Te ruego que, no solo me aguantes, sino que lo calientes
con el Don de Espíritu.

Martes Santo

P. Clemente Sobrado cp.

Palabras de esperanza

“Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros. “Donde yo voy, vosotros no podéis ir”. Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: “Adonde yo voy no puedes acompañarme ahora, me acompañarás más tarde”. Pedro replicó: “Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti”. Jesús le contestó: “¿Con que darás mi vida por mi? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces”. (Jn 13,21-33.36-38)

El Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –“¿quién es el traidor?”–, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados. El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo”.
“El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, nuestra santa madre Iglesia jerárquica, constituida por Cristo resucitado»
(Papa Francisco)

Solo quisiera entrar en los sentimientos de Jesús.
Por una parte, siente la presencia del que lo “va a entregar”.
Siente el cinismo de quien comparte la misma cena,
cuando ya su corazón lo ha traicionado.
Y Jesús guarda respetuoso silencio.
Siente que su corazón está como estrujado, pero guarda silencio.
Siente que su corazón está adolorido por la frialdad del traidor.
Pero no lo denuncia.
Hasta tiene un gesto de amistad ofreciéndole el bocado
mojado en su propio plato.
Hasta le facilita la salida sin que los demás puedan reconocerle.
Quiere hacerle sentir su amor hasta el final,
para darle oportunidad de reaccionar.
Es que el corazón traidor tiene cara de inocente.
Es que el corazón traidor es especialista
en conservar las apariencias.

La traición no se ve en el espejo.
La traición no se ve en el rostro.
Judas tiene el rostro de todos.
Es que traidor puede ser cualquiera.
El que traidor puede ser el que menos piensas.
El que camina a tu lado como amigo.
El traidor puedo ser yo mismo.

El corazón del traidor es misterioso.
Pero el corazón de Jesús es igualmente misterioso.
Lo sabe y lo calla.
Lo sabe y lo protege hasta el final.

Por otra parte, está la arrogancia de Simón Pedro.
Se resistió a que Jesús le lavase los pies.
Y ahora se resiste a no poder seguirle hasta el final.

Simón Pedro:
Está dispuesto a “dar su vida por Jesús”.
Y no está dispuesto a que “Jesús dé la vida por él”.
Está dispuesto a “morir por Jesús”.
Y no está dispuesto a que “Jesús muera por él”.
Se quiere convertir él en el redentor de Jesús.
Y no aceptar que Jesús sea su redentor.

La autosuficiencia no sirve
para andar el camino de la Cruz.
La autosuficiencia no sirve
para aceptar el misterio de la Cruz.
No se puede reemplazar y sustituir a Jesús.

No podremos comprender la Cruz hasta que Jesús
haya colgado de ella.
No podemos aceptar la Cruz hasta que Jesús
la haya experimentado.
No podemos comprender la muerte de Jesús
hasta verlo muerto a él en la Cruz.
No somos nosotros los que tenemos que ir por delante.
No somos nosotros los que señalamos el camino a Jesús.

A nosotros no nos corresponde
ir por delante abriendo caminos.
A nosotros solo nos corresponde
“seguir sus huellas”.

Gracias, Señor, porque nos amas
hasta esconder nuestro pecado.
Gracias, Señor, porque no quieres descubrir
la bajeza de nuestro corazón.
Gracias, Señor, porque quieres ser siempre
el que va por delante abriendo caminos.
Gracias, Señor, porque conoces nuestras debilidades.
Pero ¿me quieres decir qué sentía
en esos momentos tu corazón?