Archivo mensual: enero 2012

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Martes de la Cuarta Semana – Ciclo B

“Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: “Tu hija ha muerto. ¿Para que molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas; basta que tengas fe”. Entró Jesús y les dijo: “¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida”. Y se reían de él. (Mc 5,21-43)

¡Con qué facilidad pasamos de las lágrimas a las risas!
No resulta más fácil llorar por las desgracias que alegrarnos por las esperanzas.
Y hasta puede que nos resulte más fácil lamentarnos por lo malo que acontece a nuestro lado que celebrar el optimismo de quienes aún creen en la vida.

Hay demasiado pesimismo en nuestro entorno.
Hay demasiados que siguen pensando que ya todo está muerto.
Pero son pocos los que siguen creyendo que todavía queda mucha vida en la vida.
Son más los que creen en la muerte, que los que siguen gritando: “La niña no está muerta sino que está dormida.
¿Qué hay muchos signos de muerte? Es cierto.
Pero ¿hemos visto la cantidad de signos de vida que todavía hay?
En el invierno todo parece muerto.
Pero todo estaba dormido.
Sólo se necesita de una primavera que despierte todo lo que dormía.
La primavera es el, despertador madrugador para que los dormidos se despierten y comience de nuevo la vida

¿No nos sucederá algo parecido en la vida, en la sociedad, en la Iglesia?
Si leemos los periódicos o escuchamos los medios de comunicación, hay demasiadas noticias de que “tu hija ha muerto, ¿para qué molestar más al maestro?”

Pero si luego nos asomamos al corazón de tantos hombres y mujeres que caminan por la calle, nos damos cuenta de que hay más vida que muerte.
Por uno que roba, ¿cuántos dejan de robar?
Por eso es más noticia el ladrón que el que no lo es.
Por uno que mata, ¿cuántos dan vida, crean vida y alientan la vida?
Por eso es más noticia el asesino que el que da vida.

Flickr: Andrew Morrell Photography

Para muchos, el matrimonio está muerto.
Y yo me encuentro con cantidad de matrimonios felices y que viven cada día la fiesta del amor.
Para muchos, nuestra juventud está podrida, no tienen vida sino alborotos y ruidos para disimular la muerte de sus corazones.
Pues, debo confesar, que cada día me encuentro con jóvenes que luchan, que sueñan y que miran lejos
Para muchos, la Iglesia si no está muerta, sí se está envejeciendo camino de la muerte.
Pues, ¿qué quieren que les diga?
Yo encuentro en la Iglesia muchas ramas muertas, pero aún descubro un tronco con raíces profundas y troncos por los que corre gozosa la vida del Espíritu.

Es cierto, hay muchos matrimonios que “duermen”.
Es cierto, hay muchos jóvenes que “duermen”.
Es cierto, hay muchas cosas en la Iglesia que “duermen”.

Pero solo eso, “duermen”, pero “no están muertas”.
“No temas, le dice Jesús a Jairo: basta que tengas fe”.
Y verás que, donde unos lloran a gritos la muerte de tu hija, tú verás con qué alegría se despierta y “se pone en pie y echa a andar”.
Necesitamos más fe, aunque todo nos parezca oscuro.
Necesitamos más esperanza, donde ya muchos la han perdido.
Y nuestros ojos volverán a ver que el frío del invierno se transforma en calor y color de primavera.

Hay demasiada maldad que todos conocemos.
Pero, aun queda mucha mas bondad, que también debiéramos conocer.
Porque, cuando nosotros ya nos sentimos incapaces de despertar la vida, aún nos queda el recurso de Jesús y nuestro grito de padre: “Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva”.

Clemente Sobrado C.P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la Cuarta Semana – Ciclo B

«Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Ve a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia». El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban». (Mc 5,1-20)

En el reino de Dios hay muchos caminos.
Y todos son caminos de Dios y caminos que llevan a Dios.
No todos estamos llamados a andar el mismo camino.
Cada uno tenemos que descubrir el nuestro.
No caminos unos mejores que otros.
El mejor camino será aquel que Dios quiere para cada uno de nosotros.
Mi mejor camino no será el tuyo sino aquel que Dios me ha señalado para mí.
Como tampoco el mío, por bueno que sea, no será el mejor para ti.

Este pobre hombre, al verse libre de tantos malos espíritus le pide a Jesús le deje seguirle en el grupo de los que lo acompañan.
Y Jesús se lo niega. Su camino no era el de los discípulos.
Su camino era otro y pasaba por su casa.
Era en su casa, en su familia, donde él estaba llamado a anunciar la bondad y la misericordia de Jesús.

Durante siglos hemos vivido con la idea de que para seguir a Jesús, para llegar a la santidad y poder ser útil en el reino de Dios, el único camino era la vida consagrada.
Felizmente el Concilio Vaticano II rompió con esos esquemas reduccionistas y abrió el camino de a santidad para todos. Es conocido el capítulo cinco de la Costitución sobre la Iglesia, que lleva como título: “Llamamiento universal a la santidad”.

Flickr: Iglesia en Valladolid

A unos nos ha llamado a la vida consagrada.
A otros los llama a la vida del amor humano en el matrimonio,.
A unos nos llamado a vivir en la comunidad de los consejos evangélicos.
A otros los llama a vivir el sacramento del matrimonio.
A unos nos ha llamado a vivir en la total libertad y disponibilidad para anunciar el Evangelio.
A otros los llama a anunciar el Evangelio desde la familia, desde el ambiente de trabajo, desde al ambiente de las relaciones humanas en el mundo.

“Vete a tu casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia”.
Ir a nuestro hogar, al lado de los nuestros.
Ahí anuncia “lo que el Señor ha hecho contigo”.
No vayas a echarles discursos.
Vete a dar testimonio de la misericordia de Dios para contigo.

La familia espacio y escuela de seguimiento de Jesús.
La familia espacio y escuela de santidad.
La familia espacio y escuela de anuncio del Evangelio.
La familia espacio y escuela de oración.
El trabajo, los espacios de ocio:
Espacios de gracia.
Espacios de testimonio de vida.
Espacios de testigos del Evangelio.

Todos tenemos la misma identidad bautismal.
Todos tenemos la misma meta de la santidad.
Todos tenemos la misma misión de evangelización.

Las metas y los compromisos son los mismos, porque todos formamos una misma Iglesia.
Los caminos pueden ser diferentes.
Lo importante no es donde florecemos.
Lo importante es florecer allí donde el Señor nos ha sembrado o plantado.
No hay cristianos de primera o segunda y tercera categoría.
Eso está bien para viajar en avión o para asistir a un partido de fútbol.
No para ser Iglesia. No para ser seguidores de Jesús.

En la Iglesia todos viajamos en primera.

Clemente Sobrado C.P.

Necesitamos maestros de la vida

Hay demasiados maestros de las ideas y de las ideologías.
Hay demasiados maestros de la tecnología.
Hay maestros con demasiados títulos de licenciados y doctorados.
Hay demasiados maestros con esos diplomas de “Master”.
Y ¿cómo no? Abundan los Doctores “Honoris causa”.
Demasiados maestros a los que pudiéramos empapelar con tanto papel diplomado.

Flickr: olpc

Jesús no tenía ningún Doctorado en la Ley.
Jesús no tenía ningún Master en cuestiones del Templo.
No era un letrado. No era un perito a quien consultar sobre la Ley.
Jesús era sencillamente eso “Jesús”.
Era El mismo. Su único título era su verdad, su honestidad, su bondad, su capacidad de sanar el dolor del que sufre y liberarlo de los malos espíritus que lo esclavizaban.
Era la identidad de sí mismo en una sola pieza: la identidad entre lo que decía y hacía, entre lo que era y lo que enseñaba.
Jesús era un “profesional de la vida”, un “maestro de la vida humana digna”.
No había estudiado en más universidad:
Que la universidad de la vida.
Que la universidad del que sufre.
Que la universidad del hombre.
Que la universidad del amor al hombre.
Que la universidad de la libertad de espíritu para quebrantar el sábado cuando el hombre le necesitaba.
Que la universidad del amor.

Por eso su “enseñar con autoridad era nuevo”.
No era la enseñanza de repetir lo que otros dicen.
No era la enseñanza de repetir lo que se lee en los libros.
No era la enseñanza aprendida en la escuela de un profesor especializado.

Por eso era un enseñar nuevo, diferente al de los escribas, de los que algún día dirá “que hagan lo que dicen pero no lo que hacen, porque no hacen lo que dicen”.
La verdadera autoridad residía en su persona, en su vida.
Su pensamiento era expresión de su vida.
Su vida era expresión de su pensamiento.
Su pensamiento era expresión de lo que hacía.
Y lo que hacía era expresión de su pensamiento.

Jesús era un “profesional del ser”. Y por eso, era también un profesional “de la vida”.
Abundan los libros. Escasean los testigos de la vida.
Abundan los maestros. Escasean los testigos.
Abundan los especialistas. Escasea la vida.
Abundan los que nos imparten ideas. Escasean los que nos regalen una vida nueva.
Abundan los profesionales de la teología y de las leyes.
Hasta abundan los profesionales en la Palabra de Dios.
Pero escasean los que con sus vidas sean los mejores “exegetas” de la Biblia.
Y el hombre de hoy lo que necesita es de profesionales que:
Les den razones para vivir.
Les den razones para la esperanza.
Les den razones para amar.
Les den razones para aprender a ser personas, para ser hombres y mujeres.
Les den razones para vivir una vida plena, sin esos “espíritus malignos” que les atormentan cada día y les hacen vivir una vida a medias.

Un amigo mío que estaba escuchando una homilía, exclamó: “naufragio de ideas en un mar de palabras”. Que si lo traducimos de otra manera pudiéramos decir:
“naufragio de la vida en un mar de ideas”.
“naufragio del hombre en un mar de leyes y prohibiciones”.
“naufragio del hombre en un mar de predicaciones sin vida”.

Jesús no tiene la “autoridad del poder”, sino “el poder de su autoridad moral”.
No tiene la autoridad de la fuerza que domina, se impone y aplasta.
Jesús tiene el poder de la autoridad que le da su persona, sus valores, su libertad.
Su sola presencia le hace creíble. Su actuar le hace creíble.
Porque Jesús no es el “profesional de las ideas” sino el “profesional de la vida”.
El profesional del corazón. El profesional que enseña vida. El profesional que sana los corazones. Que sana los cuerpos y las almas. “Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”. Por eso “su enseñar es nuevo”. Es lo que la gente admira en él. Es lo que hace que su fama se extienda por todas partes.

La Iglesia necesita:
De Obispos que hablen con su vida más que con sus documentos.
De sacerdotes que hablen, más que con sus palabras, con sus vidas.
De educadores que hablen, más que con sus enseñanzas, con el testimonio de sus vidas.
De catequistas que hablen, más que de lo saben, con la experiencia de sus vidas.
De padres de familia que hablen, más que con su autoridad, con su autenticidad.
“Hombres y mujeres que enseñen el arte de abrir los ojos, maravillarse ante la vida e interrogarse con sencillez por el sentido último de todo”. (Pagola) Hombres y mujeres que amen la vida, proclamen la vida, hagan vivir el gozo y la alegría de la vida.

Clemente Sobrado C.P.
www.iglesiaquecamina.com

Amigos tenéis una invitación a formar parte del
Club Amigos de la Esperanza.
Tenemos que ser luz para los que no ven.
Tenemos que llevar una esperanza a quienes ya la han perdido.
Para ello Amigos tenéis una invitación a formar parte del Club Amigos de la Esperanza.

http://clubdelaesperanza.blogspot.com/

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la Tercera Semana – Ciclo B

“Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre”. (M 3,22-30)

Un texto complicado para muchos y que incluso se presta a dudas y malas interpretaciones.

Sus familiares le acusan de haber perdido la cabeza.
Ahora estos escribas, bajados de Jerusalén, van todavía más lejos.
Lo califican de endemoniado.
De ser nada menos que un agente del diablo.

Bueno, a Jesús se las dijeron de todo tamaño y de todo estilo.
Que le dijeran que había perdido la cabeza, aún podía soportarlo.
Pero decirle que en él no actuaba el Espíritu Santo sino “Don Sata”, eso ya era más gordo.
No reconocer al Espíritu que actuaba en él, era negar su propia identidad y la fuerza que le movía.
No reconocer que llevamos dentro el don del Espíritu Santo es vaciarnos de todo y quedarnos en pura cáscara.
No reconocernos ha bitados por el Espíritu Santo, es sentirnos como una casa en ruinas y deshabitada.
No reconocer que el Espíritu Santo mora en nosotros es como negar que la savia corre por el tronco del árbol y por tanto sentirnos secos y sin vida.
Podrán decir que nuestras paredes son viejas, pero nadie podrá decir que, a pesar de todo él habita dentro.

Flickr: kelsey_lovefusionphoto

¿Por qué se pueden perdonar todos los pecados, incluso la mima blasfemia, y en cambio no se puede perdonar el pecado contra el Espíritu Santo?
Porque negar al Espíritu Santo es negar el principio del amor.
Porque negar al Espíritu Santo es negar el amor.
Porque negar al Espíritu Santo es negarnos a amar.
Porque negar al Espíritu Santo es negarnos a dejarnos amar.

Y quien niega el amor es imposible que crea en el perdón.
Y quien niega el amor es imposible que crea puede ser perdonado.
Y quien niega el amor es imposible se deje perdonar.
Y quien niega el amor jamás sabrá perdonar.
¿Y cómo ser perdonado sin perdonar?

No es que Dios no pueda perdonar todos los pecados.
Su amor no tiene límites, ni siquiera perdonando.
El problema somos nosotros mismos que no creemos en el amor que perdona.
El problema somos nosotros mismos que no nos dejamos amar y por tanto no nos dejamos perdonar.
No es Dios que no nos perdone.
Somos nosotros que ponemos barreras al perdón.

Mientras creamos en el amor, por más pecados que tengamos siempre tendremos la esperanza del perdón.
Mientras creamos en el Espíritu del amor que nos habita siempre habrá la posibilidad del perdón.
Mientras ames, mientras creas en el amor, mientras te fíes del amor, siempre habrá una luz y una esperanza de perdón.
Jesús lo dirá más tarde: “mucho se le ha perdonado, porque ha amado mucho”.
“Poco se le perdona al que ama poco”.

Por eso, el peor pecado será siempre pecar contra el amor.
El peor pecado será siempre “no amar”.
El peor pecado será siempre “no dejarse amar”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Tercer Domingo – Ciclo B

Flickr: cesargp

“Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca reparando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornalero y se marcharon con él”. (Mc 1,14-20)

Dios es sorpresivo.
No avisa ni cuando llega ni cuando llama a la puerta.
A mí siempre me han gustado las sorpresas.
Pienso que lo que tiene tarjeta de visita nos hace esperar y desesperar.
Que si el tráfico estaba pesado.
Que si se nos bajó la llanta.
Que si no llegó el taxi a tiempo.
Y mientras tanto uno comiéndose los hígados de rabia.

Dios no tiene problemas de tráfico, ni de llantas ni de taxi.
Porque él llega y llama:
Cuando menos lo esperamos.
Cuando menos preparados estamos.
Cuando estamos ocupados en otras cosas.
Cuando estamos pensando en lo nuestro.
Cuando incluso estamos despistados o haciendo nuestros planes.

Dios tampoco se fija en lo que estamos haciendo, ni qué prisas tenemos, o cuan despistados estamos.
Simón y su hermano Andrés están echando ya las redes.
Santiago y Juan están en la barca preparando todavía las redes.
Por eso me gusta Dios.
Nada hay más sabroso que aquello que no se espera.
Nada hay más gozoso que lo sorpresivo.

Además lo sorpresivo de Dios:
Revela su gratuidad.
Revela su amor.
Revela su libre elección.
Revela su plan y su proyecto sobre cada uno de nosotros.
Revela que para fijarse en nosotros no necesita carta alguna de recomendación.
Revela que no nos llama porque lo merecemos.
Revela que nos llama libremente, sin presiones, simplemente porque nos ama y tiene planes sobre nosotros.

Esta primera llamada a los primeros discípulos tiene su encanto y su misterio:
¿Por qué llamó a los hijos y no llamó a sus padres?
¿Por qué llamó a Santiago y a Juan y dejó en la barca a su padre y a los jornaleros?
¿A caso no tenían los mismos títulos y los mismos trabajos?

Aún hoy, después setenta años me sigo preguntando ¿por qué me llamó a mí que no tenía donde caerme muerto y no llamó a otros que sí tenían un futuro asegurado? ¿Por ser mejor que el resto de compañeros? Todos los que me conocían sabían perfectamente que yo “era la piel del diablo”. Por algo un tío mío cuando se enteró de que yo iba “para cura” exclamó: “la mar, (bueno, él dio otra palabrota) si mi sobrino vale para cura, yo valgo para Obispo”.
Pues él no fue Obispo, pero yo sí soy cura y religioso.

Dios es misterioso como misterioso es el amor.
Dios es misterioso como misteriosa es su gratuidad.
A mí me llamó todavía muy joven, pero a Simón lo llamó estando ya casado y, según cuenta la tradición, con dos hijas.
Es posible que Santiago también tuviese familia. Dicen que Juan era más jovencito. ¡Vaya usted a saberlo!

Para Dios nunca es demasiado temprano.
Pero para Dios tampoco es nunca demasiado tarde.
David se quejaba de ser demasiado joven cuando lo nombró rey.
Sara se echó a reír cuando escuchó que iba a tener un hijo.
Zacarías puso en duda que iba a ser padre.
María no dudó de ser madre siendo virgen.

Pero eso a mí, me encanta Dios porque es sorpresivo.
Y porque llama cuando quiere y a quien quiere.
Y a la hora que quiere y a la edad que quiere
Y sin fijarse en el apellido. Sencillamente se deja llevar del corazón.

Clemente Sobrado C. P.