Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 33 a. Semana – Ciclo A

“Mientras la gente escuchaba a Jesús les contó una parábola porque ya estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios iba a llegar de un momento a otro. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: “Negocien hasta que vuelva”. Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron una delegación para informar: “No queremos que él sea nuestro rey”. (Lc 19,11-28)

Hoy leemos la parábola de los talentos.
Hoy leemos el texto de Lucas.
El pasado domingo leíamos el texto de Mateo.
Dos versiones distintas de una misma realidad.
Solo que Lucas ofrece unos detalles particulares:
Jesús está subiendo a Jerusalén.
Está acercándose al momento del rechazo definitivo en la Cruz.
“No queremos que él sea nuestro rey”.
Es el rechazo de Jesús sentenciándolo a muerte.
Un recazo que corona a Jesús como rey.

La cruz pone término al proceso de la misión de Jesús: “el anuncio del reino”.
La cruz pone fin a la vida de Jesús.
Pero Jesús nos encarga su misión.
Reparte diez onzas de oro entre diez, una onza a cada uno.
La cruz es el regreso al Padre que lo corona de rey.
Las onzas de otro son la tarea que deja a los suyos para que las negocien.
El reino queda sembrado en la cruz, pero queda incompleto.
Ahora la misión queda a carga de los suyos.
La cruz es el final del camino de Jesús.
Pero es el comienzo de nuestro camino.
En la cruz termina su obra.
Pero en la cruz comienza nuestra obra.

Nuestra tentación está siempre:
En que es Dios quien ha de cambiar el mundo.
En que es Dios quien ha de hacer realidad el Evangelio.
En que es Dios el responsable de un mundo nuevo.

La cruz y el crucificado nos dicen otra cosa.
Ahora los encargados de hacer fructificar la “onza del Evangelio” somos nosotros.
El crucificado a “quien no quieren por rey” pone en nuestras manos el hacer realidad su realeza, negociando la onza que nos deja.
Todos somos responsables de un mundo según los planes de Dios.
Todos somos responsables, no de guardar el Evangelio, sino de hacerlo fructificar.
Nadie queda dispensado del compromiso de un mundo más humano, más justo, más fraterno.

En Mateo las responsabilidades son distintas.
“A cada uno según sus posibilidades”.
En Lucas todos tenemos las mismas responsabilidades.
Nadie tiene excusas para declararse dispensado.
Nadie tiene razones para no complicarse la vida.
La cruz no es solo un compromiso para Jesús.
La cruz no es solo un el compromiso para algunos.
La cruz y la crucifixión es compromiso de todos.

El futuro del mundo nos compete a todos.
Y no será seguidor de Jesús quien prefiere la buena vida y evita el comprometerse.
Es la Iglesia entera la llamada a crear el Reino de Dios en el mundo.
En la Iglesia no puede haber pasivos que “miran desde el bacón”.
En la Iglesia todos somos caminantes sembrando el reino de Dios.
En la Iglesia no puede haber “quienes no le quieren a Jesús por rey”.
En la Iglesia todos estamos llamados a ser “declararlo rey”.
La pereza no vale para ser seguidores de Jesús.
La indiferencia no vale para seguir a Jesús.
Nadie tiene derecho a quejarse de Dios porque no nos ha regalado un mundo mejor.
Porque el mundo nuevo es obra de todos.
Prohibido quedarnos con el mundo que él nos dejó.
Cuando él vuelva tendremos que ofrecerle un mundo nuevo.

Clemente Sobrado cp.

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