P. Clemente Sobrado cp
“Se adelantó Pedro y le preguntó a Jesús: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siente veces?” Jesús le contesta: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. (Mt 18,21-35)
“El rey de la parábola es un hombre generoso que, preso de la compasión, perdona una deuda enorme —«diez mil talentos»: enorme— a un siervo que lo suplica. Pero aquel mismo siervo, en cuanto encuentra a otro siervo como él que le debe cien dinares —es decir, mucho menos—, se comporta de un modo despiadado, mandándolo a la cárcel. El comportamiento incoherente de este siervo es también el nuestro cuando negamos el perdón a nuestros hermanos. Mientras el rey de la parábola es la imagen de Dios que nos ama de un amor tan lleno de misericordia para acogernos y amarnos y perdonarnos continuamente.
Desde nuestro bautismo Dios nos ha perdonado, perdonándonos una deuda insoluta: el pecado original. Pero, aquella es la primera vez. Después, con una misericordia sin límites, Él nos perdona todos los pecados en cuanto mostramos incluso solo una pequeña señal de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso. Cuando estamos tentados de cerrar nuestro corazón a quien nos ha ofendido y nos pide perdón, recordemos las palabras del Padre celestial al siervo despiadado: «siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No deberías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?» (vv. 32-33). Cualquiera que haya experimentado la alegría, la paz y la libertad interior que viene al ser perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar a su vez”. (Papa Francisco)
Me encanta Jesús porque no le gustan las matemáticas.
Me gusta el amor porque no juega con las matemáticas.
No me gustan los que ponen límites al amor.
No me gustan los que ponen límites al perdón.
No me gustan los que ponen límites a la comprensión.
No me gustan los que ponen límites a las cosas.
No me gusta aquel que le pregunta a Jesús
“si serán pocos los que se salvan”
No me gusta Pedro que, pone límites al perdón.
Me hubiese gustado hablar con su esposa
para saber cuántas veces le había perdonado.
Me gusta el Papa Francisco, que, en su Bula
de convocación al Jubileo extraordinario de la misericordia, escribe:
“Ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón.
La misericordia siempre es más grande que cualquier pecado
y nadie podrá poner límite al amor de Dios que perdona” (n.3)
Qué maravilloso es Dios que no lleva cuenta
de las veces que me ha perdonado.
Qué maravilloso es Dios que no pone límites a su perdón.
Qué maravilloso es Dios que perdona siempre.
Dice el Papa Francisco:
“La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros.
Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien
y quiere vernos felices, colmados de alegría y serenos.
Es sobre esta misma amplitud de onda que se debe orientar
el amor misericordioso de los cristianos.
Como ama el Padre, así aman los hijos”. (n.9)
El perdón es expresión del amor.
Me gusta Pablo que nos dice que:
“El amor es paciente, es servicial.
El amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe.
El amor todo lo excusa.
Todo lo cree. Todo lo espera.
Todo lo soporta. El amor no acaba nunca”. (1Co 13,4-8)
Cuando al amor le ponemos matemáticas, deja de ser amor.
Porque el perdón es expresión y manifestación del amor.
Y el amor que tiene barreras y fronteras y aduanas,
no es verdadero amor.
El amor que pone números al perdón, no es verdadero amor.
Por eso mismo, como Dios es amor:
Dios perdona siempre.
Disculpa siempre.
Comprende siempre.
Ama siempre.
Me sonríe siempre.
Yo que me paso diariamente horas confesando, soy testigo de este amor de Dios.
¡Cuántos me vienen lamentándose!
“Padre, he vuelto a caer”.
“Padre, he luchado, y de nuevo he metido la pata”.
“Padre, disculpe: le prometí ser fuerte y de nuevo he fallado”.
Mi respuesta es siempre la misma:
“Antes te cansarás tú de caer, que Dios de perdonarte”.
“Antes te aburrirás tú de fallarte a ti mismo, que Dios de comprenderte”.
“Antes te cansarás tú de tus debilidades, que Dios de sonreírte”.
“Por eso, a comenzar de nuevo”.
Como Dios me ama siempre, me perdona siempre.
Como Dios me ama siempre, me comprende siempre.
Como Dios me ama siempre, me disculpa siempre.
Como Dios me ama siempre, me levanta siempre.
Como Dios me ama siempre, me abraza siempre.
Perdonamos según amamos.
Perdona poco quien ama poco.
Perdona siempre quien ama siempre.
Perdona siempre cuando el amor es más grande que mi pecado.