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Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la 12 a. Semana – Ciclo C

Nacimiento de San Juan Bautista

“A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: “¿Qué va a ser este niño?” Porque la mano del Señor estaba con él”. (Lc 1,57-66)

 

Todo nacimiento está lleno de misterio. El de Juan es toda una pregunta desde la fe.
Es el misterio de la vida.
Es el misterio de Dios que la regala.
Es el misterio de un vientre seco que reverdece.
Es el misterio de un padre que fecunda en el silencio de su mudez.
Es el misterio de un padre que durante nueve meses deja crecer al hijo sin poder compartir su alegría con Isabel.
Dos ancianos. Una embarazada. El otro mudo.
Mientras tanto una vida que crece.

“Se enteraron los vecinos y parientes”.
¿No se habían enterado hasta el nacimiento?
Alguien ha afirmado que, de vergüenza Isabel se retiró a una finca vecina para esconder el misterio de Dios en su vientre.
Se puede ocultar el embarazo.
No se puede ocultar al hijo.
Para ellos, el hijo esperado en el silencio que madura la fe.
Para los vecinos y parientes, el hijo de la sorpresa.
Y todos lo ven como “que el Señor le había hecho gran misericordia y la felicitaban”.

¿Y dónde está María, la virgen que está gestando al Salvador?
Vivió el silencio de la encarnación.
Vivió el silencio de la “muchacha de servicio”.
Y ahora, deja que todos vivan el misterio de su pariente.
También ella guarda silencio, porque solo en el silencio se madura el misterio y la fe.

Nadie conoce el misterio de ese nacimiento.
Pero todos descubren el hacer misterioso de Dios.
Todos lo ven “como que el Señor le había hecho misericordia” a Isabel.

Todos pedimos, cada día, milagros a Dios.
Y sin embargo qué poco vivimos el milagro de la maternidad de nuestras madres.
Qué poco vivimos el milagro de la vida.
Qué poco vivimos ese milagro que Dios puede hacer de regalarnos la vida.
Cuando nos nace un niño, lo primero que hacemos es buscarle parecidos familiares, cuando en realidad el recién nacido no se parece todavía a nadie.
Y sin embargo, ¡qué poco nos fijamos en ese don y esa gracia de Dios!

Y la gran pregunta que se hacen todos: “¿Qué va a ser este niño?”
Dicen que cada niño nace “con un pan bajo el brazo”.
Yo no he visto a ningún niño con un pan.
Sí he visto a los recién nacidos pidiendo la tetita de mamá.
Nos acordamos del pan, y sin embargo:
Cada niño que nace, trae consigo un gran interrogante: ¿Qué será?
El nacimiento de Juan era todo un misterio de la “misericordia de Dios”.
Pero el nacimiento de Juan era todo un misterio de la “misión que Dios tenía para él”.
No sería “sacerdote” como su padre.
Sería el “mensajero” que prepara caminos.
No sería el “hombre del templo”y “del culto”
Sería el “hombre del desierto” y “del anuncio”.
No sería el “hombre que recuerda el pasado”.
Sería el “hombre que anuncia la proximidad de lo nuevo”
No será el “hombre que anuncia la esperanza”.
Sería el “hombre que anuncia que la esperanza ya es realidad”.
No sería el “hombre de la Ley”.
Sería el “hombre que abre caminos donde no hay caminos”.

El nacimiento de Juan el Bautista:
Es la primera ruptura con el pasado.
Ya no se llamará Zacarías, porque no será como su padre.
Se llamará Juan porque anunciará lo nuevo que está allí mismo a su lado en el vientre virginal de María.
El misterio de lo nuevo en un vientre que lleva dentro la “novedad”.
El misterio de lo nuevo que acaba salir de un vientre que llevaba el “anuncio”.

Todo nacimiento es un misterio.
Por eso, cada uno somos fruto del misterio de la misericordia de Dios.
Y todos somos el misterio del anuncio de lo nuevo.
No somos repetición de nadie. Somos únicos.
Y somos preparadores de los caminos de Dios.

Clemente Sobrado C. P.