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Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la 22 a. Semana – Ciclo B

“Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia”. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Y él se puso a decirles: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. (Lc 4,16-30)

Isaías escribe la Carta de presentación de Jesús.
Y Jesús la lee personalmente en público en la sinagoga de Nazaret.

Jesús se define por lo que es.
Y se define por su misión.
Es el ungido por el Espíritu.
Está animado interiormente por el Espíritu.
Se siente transformado por el Espíritu.
Es el Espíritu su principio y dinamismo.

Yodos nosotros somos “ungidos por el Espíritu” desde nuestro Bautismo.
Pero ¿nos sentimos ungidos por él?
¿Nos sentimos movidos por él?
¿Sentimos que es el Espíritu el que nos mueve interiormente?
¿No serán más bien nuestros intereses los que nos mueven por dentro?
¿No serán nuestros criterios, nuestras pasiones, nuestros instintos, las fuerzas que nos mueven desde dentro?
¿Sentimos su presencia en nosotros?
¿Nos sentimos empujados por el Espíritu?
¿Lo sentimos como el motor espiritual que llevamos dentro o sencillamente ni nos enteramos que nos habita?
¿Nos definiríamos como los consagrados por el Espíritu?

Jesús se define por su misión.
Jesús tiene clara cuál es su misión en la vida.
Sabe para qué ha venido y para que está en la vida.

Su primera misión: son los pobres.
Es su primer quehacer: “anunciar el Evangelio a los pobres”.
Los pobres son la razón de su ser.
Los pobres son los que dan sentido a su vida.
Ha sido enviado a anunciar:
El Evangelio a los pobres.
La esperanza a los pobres.
La liberación de los pobres.
El Reino a los pobres.
La dignidad de los pobres.

Su misión es: la libertad.
La libertad a todos los que la han perdido.
La libertad a todos los que viven oprimidos.
La libertad a todos los que viven las ataduras de nuestros egoísmos.
La libertad a todos los que viven esclavos de sus egoísmos:
Liberar a los esclavos del poder.
Liberar a los esclavos del tener.
Liberar a los esclavos de los honores.

¿A quien anunciamos nosotros el Evangelio?
Miremos al mundo y veamos dónde nos situamos.
Alguien me comentaba hace unos meses: “Yo no entiendo por qué Uds. dejan esa parroquia. Es de las mejores parroquias. Y han decidido tomar esa otra que no vale ni significa nada”.
Evangelio es aquel Cardenal que abandonó su Diócesis en Canadá y se fue de misionero al África.
Evangelio es aquel Obispo que se jubiló y se ha venido de párroco a una Parroquia pobre de Bolivia y otra del Perú.

Somos cristianos:
Si vivimos como ungidos por el Espíritu.
Si dedicamos nuestra vida a anuncia la Buena Noticia a los marginados y excluidos.
Si nos dedicamos a hacer libres a los que viven en la esclavitud humana y espiritual.
¿Podremos decir también nosotros como Jesús: “hoy se cumple esta palabra”?
No busquemos excusas.
No busquemos lógicas humanas.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 20 a. Semana – Ciclo B

“Al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajar y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido. Salió hacia el mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros parados y les dijo:”Nadie nos contratado”. “Id también vosotros a mi viña”. (Mt 20,1-16)

En la Iglesia hay mucho que hacer.
En el mundo hay mucho que hacer.
Hay mucho que hacer en la transformación del mundo.
Hay mucho que hacer en el anuncio del Evangelio.
Y mientras tanto: hay demasiados cristianos de brazos caídos en la plaza de la vida.
Y Dios nos sigue llamando a todos.
No hay edad en la que tengamos disculpa para decir que no podemos.

El Papa Francisco, hablando a los seglares de Corea del Sur, durante su visita les dice:
“Este precioso legado sigue vivo en sus obras actuales de fe, de caridad y de servicio.
Hoy, como siempre, la Iglesia tiene necesidad del testimonio creíble de los laicos sobre la verdad salvífica del Evangelio,
su poder para purificar y trasformar el corazón,
y su fecundidad para edificar la familia humana
en unidad, justicia y paz.

Sabemos que no hay más que una misión en la Iglesia de Dios,
y que todo bautizado tiene un puesto vital en ella.
Sus dones como hombres y mujeres laicos son múltiples y sus apostolados variados,
y todo lo que hacen contribuye a la promoción de la misión de la Iglesia, asegurando que el orden temporal esté informado y perfeccionado por el Espíritu de Cristo y ordenado a la venida de su Reino”.

Hemos vivido durante siglos una Iglesia clerical.
Mientras los laicos no tenía nada que hacer.
Mientras los laicos no eran invitados más que escuchar.
Invitados a la pasividad.
No invitados a “trabajar en la viña”.

Ahora los laicos comienzan a sentirse llamados.
Pero el peso de la historia hace difícil la respuesta,
Tanto por parte de los sacerdotes como por parte de los mismos laicos.

El Papa los invita:
Al testimonio creíble sobre la verdad salvífica del Evangelio.
Su esfuerzo y poder para edificar la familia humana.
Existe un solo bautismo común a laicos y sacerdotes.
Pero existen muchos dones tanto en hombres como en mujeres.
Para comprometerse con el Evangelio con el mundo

Y Dios llama a todos.
Ningún bautizado queda excluido.
No todos sienten la llamada a la misma hora.
Unos antes y otros después.
Y ninguno puede disculparse.
Están llamados los niños.
Están llamados los jóvenes.
Están llamados los adultos.
Están llamados los ancianos.
Serán estilos distintos, pero una sola misión.

Dios llama a todas las edades.
Dios llama a cualquier hora.
Dios llama a cada uno según sus posibilidades.
¿Has sentido la llamada de Dios en la Iglesia?
No tienes edad alguna para decir que no.
¿Has respondido a la llamada de Dios en la Iglesia y el mundo?
Supongo no habrás puesta la excusa de Nicodemo: la edad.
No es cuestión de edad. Es cuestión de sentir la llamada.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 15 a. Semana – Ciclo B

“Los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron: El los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: “Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho, en su nombre esperarán las naciones”. (Mt 12,14-21)

Dos maneras de entender la vida.
Los que viven de la violencia.
El que vive de sembrando la paz.
Los que viven pensando en matar.
El que vive pensar en dar vida.
Los que piensan en herir.
El que piensa en sanar a todos.

Los fariseos piensan en cómo acabar con Jesús.
Jesús piensa cómo sanar y curar a todos los enfermos.
Los fariseos piensan en acabar con él.
El piensa en “no quebrar la caña cascada”.
En no “apagar el pabilo vacilante”.
Piensan en conculcar los derechos de Jesús.
Jesús piensa en implantar el derecho en todas las naciones.

El corazón humano es misterioso.
Unos piensan cómo destruir.
Otros piensan como construir.
Unos piensan en quitar la vida.
Otros piensan cómo devolver la vida.
Unos piensan en herir.
Otros piensan en sanar.

Todo es problema de lo que cada uno lleva en su corazón.
Jesús trata de evitar la violencia y “se marchó de allí”.
Incluso ordenan no lo descubran.
No es que Jesús tema poner en juego su vida.
Más bien lo que busca Jesús es enseñarnos el camino de la paz y la armonía.

Fácilmente culpamos a la realidad de la vida de todos nuestros problemas.
Cuando en realidad el problema lo llevamos dentro en el corazón.
La paz no está en las cosas que acontecen a nuestro alrededor.
La paz la llevamos en el corazón.
Un corazón que no acepta a los demás siempre será violento.
Un corazón que comprende y ama a los demás será un corazón pacífico.

Un corazón pacífico no trata de apagar lo poco de vida que aún queda de vida.
“La caña cascada no la quebrará”.
“Ni el pabilo vacilante lo apagará”.
Al contrario:
Tratará de conservar lo que queda de vida en los demás.
Tratará de conservar la poca luz que todavía está encendida.
Y no voceará la bondad que arde dentro.
Lo bueno que llevamos en el corazón no necesita manifestarse a gritos.
Ni tampoco que lo admiren.
Se manifiesta solo por sí mismo.

Busquemos la justicia.
Todos tenemos derecho a vivir.
Todos tenemos derecho a ser felices.
Todos tenemos derecho a la libertad.
Todos tenemos derecho a pensar distinto.
Todos tenemos derecho a ser nosotros mismos.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Domingo 15 – Ciclo B

“Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto”. (Mc 6,7-13)

Llamados y enviados.
Todos somos unos llamados de Dios.
Todos somos unos enviados de Dios.

Llamados no para quedarnos tranquilos disfrutando de la belleza de nuestra fe.
Llamados para ser enviados a los hombres que, también esperan el anuncio de la llamada.

El espíritu evangelizador o misionero no nos hace superiores a los demás hombres.
Sencillamente que hemos llegado antes.
Sencillamente que hemos recibido antes la llamada.
Sencillamente que hemos conocido antes la Buena Nueva de Dios.

No nos hace superiores a los demás hombres.
Pero sí nos hace superiores a los “malos espíritus”.
Esos malos espíritus que se supone ya han sido echados por Jesús de nuestros corazones.
Por eso, el enviado a anunciar el Evangelio, es un hombre “nuevo y libre”.
Nada de tufillos de superioridad.
Nada de títulos que humillen a los demás.
Nada de títulos que puedan significar dominio e imposición sobre los demás.

De ahí los signos que Jesús pide a sus enviados:
Signos de desprendimiento, “no llevar nada para el camino”.
Signos de debilidad:
“un bastón”, para apoyar nuestros cansancios.
“unas sandalias”, para nuestros pies.
“nada de provisiones”, que puedan darnos seguridad.
“ni pan ni dinero”, signos de poder.
“ni túnica de repuesto”, con lo puesto y el Evangelio en el corazón.

No se puede anunciar a Dios con signos de poder.
No se puede anunciar a Dios con signos de dominio.
No se puede anunciar a Dios con signos de orgullo y vanidad.

A Dios sólo se le puede anunciar, con los signos con que Dios se nos revela.
La desnudez humana.
La pobreza de la encarnación.
La carencia de una casa para nacer.
Por eso Jesús, también los envía sin provisión alguna.
Confiando en la bondad de los demás que los puedan recibir.
Confiando en la bondad y pobreza de los demás.
Quedarse en la primera casa que los reciba.
Compartir con la familia su misma condición humana.
Compartir con la familia su misma pobreza y carencia.

Nada de buscar familias más acomodadas.
Nada de buscar mejores condiciones de vida.
Nada de buscar privilegios personales.
“Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio”.

El Evangelio de la pobreza, no se anuncia con la riqueza.
El Evangelio de la humildad, no se anuncia con la superioridad.
El Evangelio de la fraternidad, no se anuncia con exigencias y preferencias.
El Evangelio del amor, solo se anuncia con amor y bondad.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Viernes de la 14 a. Semana – Ciclo B

“Jesús dijo a sus Apóstoles: “Mirad que os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles”. (Mt 10,16-23)

Jesús no valía para “político”, porque era incapaz de engañar.
Tampoco valía para “vendedor”, porque no ocultaba los problemas de la realidad.
Tampoco valía para “propagandista”, porque decía siempre la verdad.

A los que “miró a los ojos” y los llamó “por su nombre”, ahora los envía.
No con la ilusión de grandes triunfos.
No con la ilusión de grandes éxitos.
No con la ilusión de mucho aplausos.
A quien busque éxitos y aplausos no le aconsejo siga a Jesús por mucho que le llame.
A quien busque grandes triunfos no le aconsejo se meta de discípulo.

Los envía pero abriéndoles bien los ojos:
“Van como indefensas ovejas”.
“Van en medio de lobos”.
Son conscientes de la relación tan poco amistosa entre ovejas y lobos.

Y se van a encontrar lobos en todas partes:
Entre la gente.
Entre los que detectan el poder.
Entre los mismos jefes religiosos.
No olvidemos la advertencia: “os azotarán en las sinagogas”.
Los tribunales os juzgarán.
Pero en las “sinagogas” os esperan los azotes.
Así de simple y así de realista es Jesús.
El lo sabe por propia experiencia.
Ni la religión es un campo de seguridad.

Pero tampoco les pide que vayan como tontos.
“Sed sagaces como las serpientes”.
Aunque también “sencillos como palomas”.
El discípulo no tiene por qué meterse en la boca del lobo como un sonso.
El discípulo también tiene que conocer la bravura de los lobos, que existen en todas partes:
en la sociedad,
en la política,
en la religión,
en la misma familia.
Sencillos, sí. Sonsos, no.
Sencillos, sí. Pero, también un poco pícaros que saben jugar con los lobos.

Posiblemente no recibiréis aplausos, pero “daréis testimonio”.
Posiblemente sospechen de vosotros y os marginen, pero “daréis testimonio”.
Posiblemente caeréis en desgracia y no tendréis ascensos, pero “daréis testimonio”.

El Evangelio no se anuncia con “títulos y éxitos y renombres”.
El Evangelio se anuncia con “el testimonio de la vida”.
El Evangelio se anuncia con “persecución”.

No importan las dificultades del camino.
Lo que importa es “la perseverancia hasta el final”.
No basta comenzar bien.
Hay que llegar bien hasta el final del camino.
El que persevera hasta el final , ese “se salvará”.

Clemente Sobrado C. P.