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Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Domingo 18 – Ciclo B

“Jesús les replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de este pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará más hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”. (Jn 6,24-35)

Los caminos de Dios nunca suelen coincidir con los caminos de los hombres.O mejor dicho, los caminos de los hombres no suelen coincidir con los caminos de Dios.
El modo de actuar de Dios no suele coincidir con el modo de actuar que a nosotros nos gusta.
Nos quedamos con la mano que nos da de comer. Pero nos olvidamos de quien es esa mano. Valoramos el pan que recibimos de los hombres. Y no sabemos reconocer que detrás de ese pan está la mano de Dios.

Queremos que Dios nos regale el pan de cada día.
Pero nos cuesta aceptar que Dios mismo se haga pan por nosotros.
Dios no es de los que nos da cosas.
Dios no es de los que nos da pan.
Dios es de los que Él mismo se hace pan.

Es que siempre es más fácil dar cosas a los otros.
Lo difícil es convertirnos nosotros en pan.
Es que siempre es más fácil dar a los otros de lo que tenemos.
Lo difícil es darles lo que somos.

Y la verdadera originalidad del amor de Dios termina siendo:
Un Dios que se hace pan.
Un Dios que se da El mismo como pan.
Un Dios que se da a sí mismo.

Aceptamos que Jesús multiplique los panes y coman todos hasta saciarse.
Pero nos cuesta aceptar que El mismo se convierta en pan.
Nos cuesta aceptar que, en vez de darnos el pan de los otros, se convierta Él mismo en pan.

Jesús habla del pan que no solo sacia el hambre, sino del pan que “da la vida”.
Jesús no del pan habla que se endurece y nadie lo quiere comer al día siguiente.
Jesús quiere hablarnos del pan que permanece fresco todos los días.
Jesús quiere hablarnos del pan que no se endurece nunca.
Jesús quiere hablarnos del pan que no solo satisface el hambre del estomago.
Jesús quiere hablarnos del pan que nos regala la vida.

Es toda una novedad la que El anuncia.
Es un pan totalmente nuevo el que Él nos ofrece.
Es un pan que no se vende en las panaderías.
Pero es un pan real.
Al fin todos terminan, presas de la curiosidad, más que del hambre.
Y todos terminan reclamándole ese pan nuevo.
El problema surge cuando dice:
“Yo soy el pan de vida”.
“El que viene a mí no pasará hambre”.
“El que cree en mí nunca pasará sed”.

¡Qué difícil nos resulta creer en un Dios así!
Preferimos un “Dios panadero” a un Dios que “se hace pan”.
Preferimos un Dios que nos regale cada mañana el pan fresco de la panadería.
A un Dios que se hace pan en la comunión eucarística.
Preferimos un Dios lejano que, no sabemos donde está.
A un Dios tan simple y sencillo, que cada día se convierte en pan.
Preferimos comer el “pan que compramos”.
A no comer el “pan que es el mismo Dios hecho pan”.

Todavía nuestros gustos están hechos más al pan de las panaderías, que al pan que es Dios mismo.
Y sin embargo:
La Iglesia vive cada día del pan de vida que es la Eucaristía.
Los fieles viven cada día del pan de vida que reciben en la comunión.
Por eso me encantan esos cristianos que me dicen: “Padre, yo no puedo vivir sin la comunión”.
Pero me sigo preguntando: ¿Y sabrán estos fieles que están comiendo a Jesús pan de vida?
Sin ese pan, no hay Iglesia.
Sin ese pan, la Iglesia sufre de anemia.
Sin ese pan, la Iglesia no vive.

Clemente Sobrado C. P.

Palabras para caminar: Reconcíliate con la vida

1.- No seas de los que a diario despotrican contra la vida. Protestar contra la vida no mejora la vida. La única manera de mejorar y hacer cada día más bella la vida es reconciliarse con ella. Aceptarla con ilusión y con cariño.
Flickr: Jônatas Cunha

2.- No digas que «la vida es perra». La vida es bella y es hermosa. La vida no se define por los problemas que tú vives en ella. Ella vale por sí sola. Un anciano, que «ya nada podía esperar de la vida» decía, «a pesar de todo, la vida es bella. Tengo ganas de vivir». Reconcíliate con la vida.

3.- No digas que la vida es una desgracia. ¿Crees que el amanecer o el atardecer dejan de ser lo hermosos que son, por el hecho de que tú te levantes de mal humor o termines el día amargado? La desgracia no está en la vida sino en cómo tú te sientes frente a la vida. Reconcíliate con la vida.

4.- No digas que la vida es una carga insoportable. ¿Recuerdas el payasito de un cuadro cargando con un negrito en sus brazos? Al lado una leyenda dice: «no me pesa, es mi hermano». La vida pesa, resulta una carga insoportable el día que la ves como tu enemiga. Trata de reconciliarte y ser amigo de la vida. La vida ya no te pesará. «es tu mejor hermana».

5.- No digas que la vida está vacía. Hay muchas ollas vacías. Sólo esperan a que alguien las llene. Ellas están ahí. La vida está ahí. También ella está a la espera de que seas tú quien la llene. Las vidas vacías como las llenas dependen de ti. Reconcíliate con la vida y ya tendrás un poco más de vino dentro.

6.- No digas que la vida carece de sentido. Tu carro antes de ponerlo en marcha tampoco tiene dirección alguna. Eres tú quien debe orientarlo, guiarlo, conducirlo. El sentido se da. Las vidas, la tuya por ejemplo, tienen el sentido que tú quieras darle. Reconcíliate con ella.

7.- No arrastres la vida. Cógela en tus manos. Acaríciala. Ámala. Mímala. Y ya no serás tú quien la arrastres o la lleves. Verás que es la vida misma la que termina llevándote a ti. Tú llevas tu vida. Pero tu vida te lleva a ti. Reconcíliate con ella.

Clemente Sobrado C. P.

Palabras para caminar: Vive y no calcules

1.- Vive tu vida a fondo, pero sin cálculos. Cuando te entretienes en hacer cálculos terminas enredado y dejas de vivir. Había uno que quería hacer una inversión de unos dinerillos. Hizo tantos cálculos en dónde y cómo invertirlos que cuando tomó la decisión, sus dineros se habían devaluado casi a la mitad. Que no se devalúe tu vida. Vívela.

Flickr: Images Money

2.- Vive tu vida a fondo y no calcules tanto sus utilidades. Cuando te interesan más las utilidades que la vida, terminas viviendo tus ganancias, pero te olvidaste de vivir. Tiempo de vivir perdido.

3.- Vive tu vida a fondo y no calcules donde vivirla con mayores rentabilidades. Cuando esclavizas tu vida a su rentabilidad, lo único que logras es que tus rentas sean más importantes que tu vida misma. ¿No te parece que es invertir las cosas? Primero vive tu vida y luego piensa en sus rentabilidades.

4.- Vive tu vida a fondo y no calcules donde sacarás mayores utilidades. La vida no es una inversión sino una gozosa experiencia de ti mismo. Cuando la vida se mide por sus utilidades te encontrarás con vidas totalmente inútiles: y, sin embargo, son vidas tan importantes como la tuya.

5.- Vive tu vida a fondo y no calcules los riesgos. Los riesgos son también una manera de vivir. Arriesgarse es sacar a la luz tus energías, tus posibilidades y tus propias vitalidades. La vida crece viéndola y arriesgándola. Cristo vivió la suya hasta el fondo. Pero arriesgándola por los demás en su muerte.

6.- Vive tu vida a fondo y no calcules las dificultades. Tu vida es más que todos sus obstáculos. La única manera de vivir la vida es jugársela en cada momento, en cada decisión. Lo dijo Jesús: «el que pierda su vida…la encontrará».

7.- Vive tu vida a fondo y no calcules ni siquiera con la muerte. Hasta la muerte puede ser una manera de vivir. Quien arriesga su vida en servicio de los demás, aún con la muerte como horizonte, se parece a Jesús. Su muerte fue siempre su horizonte final.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 9 a. Semana – Ciclo B

“Se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección y le preguntaron…” (Mc 12,18-27)

Cuando no queremos aceptar ciertas verdades que nos molestan, preferimos sacarles la vuelta.
Son muchos los que solo creen “en el tiempo”.
Son muchos a los que les cuesta aceptar que existe “la eternidad”.
Los saduceos eran de esos para quienes la vida termina con el “descanse en paz”.
Los saduceos eran de esos para quienes el materialismo es suficiente para dar razón a la vida.

Por eso su pregunta a Jesús va también cargada de falacia.
La mejor manera de no aceptar ciertas realidades es buscarles su incoherencia y su contradicción. Es lo que hacen estos fariseos que preguntan cuál de sus siete maridos será el marido de esta suertuda mujer.
¿No habrá peleas entre ellos?
¿Seguirá siendo la mujer de los siete?
No faltan quienes, incapaces de aceptar la resurrección, ven el más allá como una prolongación del más acá: el más allá no pasa de ser el más acá mejorado.
¿cómo vamos a ser felices allá si no nos casamos y tenemos nuestra mujercita?
¿cómo vamos a ser felices allá si todo va a ser tan espiritual que hasta la sexualidad cambia?
Y hasta me imagino que, el borrachito preguntará si en el cielo, cuando resucitemos, habrá bares, licorerías, buen pisco, coñac, vino, cerveza, y los más puritanos preguntarán por el wisky.

Sin llegar a esos extremos, tampoco faltan hoy esos “nuevos saduceos” que dicen:
“El cielo está en la tierra”.
Por eso hay que aprovechar el tiempo y sacarle jugo a la vida.

Se trata de hombres y mujeres cuya miopía espiritual les impide descubrir y creer que la resurrección es la gran esperanza de nuestra vida y que nos transformará a todos.
Es cierto que, para el que cree, el cielo, de alguna manera, ya está aquí abajo.
Porque quien cree en Jesús “tiene ya la vida eterna”.
Porque “come el pan de vida, ya tiene la vida eterna”.
Como creyentes llevamos la vida eterna ya en germen y semilla desde ya.
La muerte lo único que hará será romper esa cáscara dura del grano de trigo, y hará posible que ese germen blanquito que lleva dentro brote, se haga tallo, madure es espiga.

La resurrección no es un corte en la vida.
La resurrección es la transformación de lo que ya somos.
La resurrección es la realidad de lo que ya somos pero transformada.
La resurrección será aquello que decía San Juan: “sabemos lo que somos: hijos de Dios; pero no sabemos lo que todavía seremos”.

Resucitar es entrar en otra dimensión.
De la dimensión de lo humano pasamos a la dimensión de lo divino.
De la condición humana pasamos a la condición de lo divino.
De la condición de lo transitorio a la condición de lo definitivo y eterno.
Lo definitivo de la condición humana no es la prolongación de la vida presente, aunque con algunos arreglos y nuevo condimento.
Aquí nos casamos porque podemos retransmitir la vida humana.
Pero la vida divina y eterna no se puede retransmitir por generación.
De la comunión del amor conyugal pasamos a la comunión del amor de Dios.

El centro de la nueva vida resucitado será “la gloria de Dios”.
En una ocasión admiré el amor y el cariño de un ancianito, cuya esposa había fallecido.
Triste me preguntó: “¿Y en el cielo podré verla? ¿Y la veré tan bonita como era aquí?”
Sentí alegría viendo el amor que sentía por ella.
Pero, a pesar de que era de comunión diaria, sentí pena pensase que el cielo era volver a encontrarse con su “Mechita” y no con Dios.
Sin embargo, como tampoco yo sé cómo será aquello, para consolarle le dije: “La verás y será guapísima, hasta te va costar conocerla de bella que está”.
El viejo me sonrió, me dio gracias y se fue.
No sé si la verá, pero de lo que estoy seguro es que cuando contemplemos a Dios todo el resto será accidental.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para la Pascua: 6to Domingo de Pascua – Ciclo B

“Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Y vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando”. (Jn 15,9-17)

A Jesús le encanta ponernos el listón bien alto.
“Os améis como yo os he amado”.
“el amor más grande dar la vida por los amigos”.
El límite de nuestro amor es el amor mismo de Jesús.
El límite de nuestro amor es “dar como él nuestra vida por los demás”.

A Jesús no le va eso de ganarse amigos poniendo las cosas fáciles.
A Jesús no le va eso de ganarse amigos poniendo las cosas baratas.
A Jesús le fascinan las cumbres.
De seguro que de ser escalador no pararía hasta llegar a la cima del Himalaya.
Es que los ideales pequeños no entusiasman a nadie.
Es que las metas cortas no ilusionan a nadie.
Es que solo los grandes ideales son capaces de hacernos arriesgarlo todo.
Solo los grandes ideales son capaces de despertar almas grandes.
Solo los grandes ideales son capaces de despertar corazones como el suyo.
¿Alguien se atreve a proponer un amor como el suyo?
Un amor que lo da todo hasta quedar desnudo de todo, incluso de la vida.

¿Te atreverías a dar tu vida hoy, como él? Veamos, es algo muy sencillo.
No la darás de un trago.
Pero la podrás dar a traguitos cada día:

Sí, claro, atrévete hoy a morir.
Atrévete a renunciar a ti mismo para preocuparte de los demás. Nadie celebrará ni llorará esa tu muerte. Pero no deja de ser muerte. Bueno, es una muerte que en realidad te da más vida. Para seguir a Jesús, los mejores son aquellos que «se niegan a sí mismos».

Atrévete hoy a morir.
Muy fácil. Cuando en casa te acusen de todo, te hagan responsable de todo, porque tú fuiste el causante de esto y lo otro. Tú calla. No respondas. Sí, ya sé que tus hígados te arderán… es que la muerte siempre quema por dentro. Cuando a Jesús le acusaron, el Evangelio dice que «Él callaba«. El silencio también es muerte.

Atrévete hoy a morir.
Si te acusan, si sientes que hablan mal de ti, que murmuran de ti. No hagas caso. No te defiendas. ¿Que tú tienes la razón?
¿Y crees que Cristo no tenía razón cuando le acusaban? Pero no se defendió.
Prefirió callarse. Deja que sea tu vida tu mejor defensa.

Atrévete hoy a morir.
Olvídate de tus intereses y dedícate a satisfacer las preocupaciones de los demás. El tiempo que inviertes dedicándoselo a los demás, es tu mejor inversión. Duele dejar lo tuyo por los demás. Pero eso te hace revivir por dentro.

Atrévete hoy a morir.
Hoy decídete a ser tú mismo, aunque te traiga consecuencias con los amigos.
Decídete a ser coherente contigo mismo, aunque todos te digan que no sabes vivir la vida.
Decídete a ser fiel, por más que te digan que «no sabes lo que te pierdes».
También los amigos te van ayudando a morir a poquitos, esa muerte lenta y dolorosa.

Atrévete hoy a morir.
Es muy simple. Di la verdad, aunque te traiga complicaciones.
Di la verdad, aunque te descubran culpable.
Di la verdad, aunque con ello dejes de ganar más dinero.
Habrás muerto por la verdad, en vez de vivir con la mentira metida dentro de ti. Tu vida ya perdería mucho de vida….

Atrévete hoy a morir.
No elijas ni escojas tu muerte. Acepta la que te toca.
Acepta el sufrimiento tal y como viene.
Acepta la enfermedad tal y como viene.
Si te duele el pie, no prefieras que sea la mano.
No escojas tus sufrimientos.
Te son suficientes los de turno.
Quien hace selección en los sufrimientos termina eligiendo los peores.
¿Te atreverías a amar así? Así amó Jesús y así murió Jesús.
El en la cruz. Tú en las pequeñas cruces de tu fidelidad diaria.
Hay quien ama colgado de una Cruz muy grande, y hay quien ama colgado de las pequeñas cruces diarias.

Clemente Sobrado C. P.