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Palabras para caminar: Atrévete a morir

1.- Sí, claro, atrévete hoy a morir. Atrévete a renunciar a ti mismo para preocuparte de los demás. Nadie celebrará ni llorará esa tu muerte. Pero no deja de ser muerte. Bueno, es una muerte que en realidad te da más vida. Para seguir a Jesús, los mejores son aquellos que «se niegan a sí mismos».

Cuando nadie me ve

Flickr: Chema Concellón

2.- Sí, atrévete hoya morir. Muy fácil. Cuando en casa te acusen de todo, te hagan responsable de todo. Porque tú fuiste el causante de ésto y lo otro. Tú calla. No respondas. Sí, ya sé que tus hígados te arderán… es que la muerte siempre quema por dentro, cuando a Jesús le acusaron, el Evangelio dice que «Él callaba». El silencio también es muerte.

3.- Sí, atrévete hoy a morir. Si te acusan, si sientes que hablan mal de ti, que murmuran de ti. No hagas caso. No te defiendas. ¿Que tú tienes la razón? ¿Y crees que Cristo no tenía razón cuando le acusaban? Pero no se defendió. Prefirió callarse. Deja que sea tu vida tu mejor defensa.

4.- Sí, atrévete hoy a morir. Olvídate de tus intereses y dedícate a satisfacer las preocupaciones de los demás. El tiempo que inviertes dedicándoselo a los demás, es tu mejor inversión. Duele dejar lo tuyo por los demás. Pero eso te hace revivir por dentro.

5.- Sí, atrévete hoy a morir. Hoy decídete a ser tú mismo, aunque te traiga consecuencias con los amigos. Decídete a ser coherente contigo mismo, aunque todos te digan que no sabes vivir la vida. Decídete a ser fiel, por más que te digan que «no sabes lo que te pierdes»…. También los amigos te van ayudando a morir a poquitos, esa muerte lenta y dolorosa.

6.- Sí, atrévete hoy a morir. Es muy simple. Di la verdad, aunque te traiga complicaciones. Di la verdad, aunque te descubran culpable. Di la verdad, aunque con ello dejes de ganar más dinero. Habrás muerto por la verdad en vez de vivir con la mentira metida dentro de ti. Tu vida ya perdería mucho de vida….

7.- Sí, atrévete hoy a morir. No elijas ni escojas tu muerte. Acepta la que te toca. Acepta el sufrimiento tal y como viene. Acepta la enfermedad tal y como viene. Si te duele el pie, no prefieras que sea la mano. No escojas tus sufrimientos. Te son suficientes los de turno. Quien hace selección en los sufrimientos termina eligiendo los peores.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 17 a. Semana – Ciclo B

“Es que Herodes había mandado prender a Juan y o había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. “Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”. (Mt 14,1-12)

La figura de Juan pasará a la historia como el “profeta de la verdad”.
Juan es de los que no teme decir la verdad.
Juan es de los que no teme decir la verdad a todos, también a los grandes.
Juan es de los que no teme decir la verdad, por más que se cree enemistades.
Juan es de los que no teme decir la verdad, por más que tenga que correr riesgos.
Juan es de los que no teme decir la verdad, por más que sea consciente que su vida está en peligro.

Es fácil decir la verdad a los de abajo.
Lo difícil es decir la verdad a los de arriba.
Es fácil decir la verdad a los fieles del Pueblo de Dios.
Lo difícil es decir la verdad a sus pastores.
Es fácil decir la verdad cuando no se corre peligro alguno.
Lo difícil es decir la verdad cuando de por medio está nuestra propia vida.
Es fácil decir la verdad cuando tenemos seguras las espaldas.
Lo difícil es decir la verdad a quienes puede destituirnos, taparnos la boca.

Para Juan el precio de decir la ver es caro:
Es el precio de la cárcel.
Es el precio de ser encadenado y perder su libertad.
Es el precio de la misma vida.
Es el precio de su cabeza en una bandeja de oro.
Es la venganza de una mujer adúltera que no soporta la verdad.

Juan no es de los que venden la verdad barata.
No es de los que tienen miedo a perder la vida.
Juan es de los paga la verdad con su propia libertad y su vida.
Juan no es lo de los que disimulan la verdad.
Juan no es de los que callan para evitarse problemas.
El silencio puede ser complicidad.
El silencio puede ser traición a la verdad.
El silencio puede ser culpabilidad.

¡Cuántas mentiras para evitarnos problemas!
¡Cuántas mentiras para no perder el trabajo!
¡Cuántas mentiras para no perder a los amigos!
¡Cuántas medias verdades para salvarnos el pellejo!
¡Cuántos disimulos para no complicarnos la vida!
¡Cuántos disimulos para quedar bien ante los demás!
¡Cuántas sonrisitas para evitar decir la verdad!

El precio de la verdad suele ser caro.
Y sobre todo se trata del silencio con los de arriba.
Somos muy valientes con los de abajo.
Pero demasiado prudentes con los de arriba.
Les tenemos miedo, porque tienen armas para defenderse.
Jesús nos dijo que el era “la verdad”.
Y por decir la verdad tuvo como consecuencia la Cruz.
La muerte es la suerte de los profetas de la verdad.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la 16 a. Semana – Ciclo B

“Algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: “Maestro, queremos ver un signo tuyo”. Les contestó; Esta generación perversa y adúltera exige un signo, pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noche estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra”. ( Mt 12,38-42)

A Dios le cuesta acertar con los gustos del hombre.
Jesús todos los días está haciendo signos del reino.
Todos los días está haciendo signos de la presencia de Dios.
Y sin embargo, los escribas y fariseos le “piden un signo”.
“Maestro, queremos ver un signo tuyo”.

Dios tiene sus propios signos.
Pero esos no son precisamente los que nosotros queremos.
No podemos ver los signos de Dios cuando nuestros gustos e intereses van por otros caminos.
Dios habla un lenguaje que no es el nuestro.
Por eso el hombre no entiende a Dios.
Dios tiene una manera de revelarse.
Pero esa no es la que nos convence a nosotros.
Dios tiene una manera de decirse.
Pero nosotros quisiéramos que se expresase de otra manera.
Diera la impresión de que hombre y Dios emitimos por ondas distintas.
Dios se manifiesta en la pobreza.
Y nosotros quisiéramos se manifestase en la riqueza.
Dios se manifiesta en la debilidad.
Y nosotros quisiéramos se manifestase en el poder.
Dios se manifiesta en el amor.
Y nosotros quisiéramos se manifestase en nuestros intereses.

Nosotros estamos rodeados de signos de la presencia de Dios.
Y sin embargo no le reconocemos.
Dios se revela cada mañana dándonos un día más vida.
Pero nosotros nos despertamos sin hacer un acto de fe en él.
Dios se revela en el amor de nuestros hermanos.
Pero nosotros no logramos verlo en cada uno de ellos.
Dios se revela dándonos el pan de cada día.
Pero nosotros no le vemos en ese pan.

La gran revelación de Dios es su Pasión.
Pero nosotros no lo vemos.
La gran revelación de Dios es la Cruz.
Pero nosotros vemos la cruz como la negación de Dios.
La gran revelación de Dios es su resurrección.
Pero nosotros le pedimos otras pruebas.

Nosotros quisiéramos que Dios se revelase a sí mismo:
Evitándonos el cáncer que nos carcome.
Evitándonos la enfermedad que nos tiene postrados.
Evitándonos la muerte de nuestra madre.
Dándonos el trabajo que andamos buscando y no encontramos.
Dándonos aquello que le pedimos.
Y si no hace nuestros gustos, nos resistimos a creer en él.

¿Qué Dios sufrió la Pasión por nosotros?
Ese signo no nos hace visible a Dios.
¿Qué Dios fue juzgado y condenado por nosotros?
Ese sigo no nos hace visible a Dios.
¿Qué Dios es cargado con la cruz por nosotros?
Ese signo no nos revela a Dios.
¿Qué muere por nosotros?
¿A caso reconocemos a Dios en la cruz?
En cambio si me evitase mis sufrimientos, entonces creeríamos.
Si nos evitase las enfermedades y la muerte, entonces creeríamos.

El único signo de Dios es “entregar a su Hijo por nosotros”.
Solo el signo del amor es capaz de revelar a Dios.
Todos los demás pueden revelar su poder y satisfacer nuestros intereses.
“Mirarán al que traspasaron”. “Cuando sea levantado en alto”. “Cuando resucite de entre los muertos”.
El resto revela “nuestro Dios” pero no “al Dios en sí mismo”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 14 a. Semana – Ciclo B

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo ser como su maestro, y el esclavo como su amo… No les tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. (Mt 10,24-33)

Nos quejamos de todo.
Todo nos va mal.
Bueno, nunca el viento sopla a gusto cuando no sabemos a donde vamos.
Y lo peor es que “el ser buenos” termina siendo una razón para quejarnos de Dios.
Algo así como si el “ser buenos” fuese una especie de Tarjeta de Crédito donde tenemos derecho a ir sacando plata para nuestras necesidades.

Pues, amigos ¡qué mal le fue a Jesús!
¡Qué mal le fue en vida y qué mal terminó en su muerte!
¡Ah! Se me olvidaba.
¡Y Jesús fue de los buenos! Bueno, ¡eso pienso yo!
Y pobre hombre, las pasó bien mal en muchos momentos.

Pues, amigos, si alguien pretende seguirle, que no espere que todo le salga bien.
Que no espere que por ser bueno, le van a hacer Gerente de la Empresa.
Que no espere que por ser bueno, le va a caer un trabajo estupendo.
Que no espere que por ser bueno, las gripes pasarán de largo y no le afectarán.
Que no espere que por ser bueno, sus acciones siempre subirán en la Bolsa.

Y esto no es engañar a nadie.
Jesús fue bien claro: “El discípulo no puede ser más que el maestro”.
Seguirle a El, es aceptar las consecuencias del seguimiento.
Seguirle a El, es aceptar que tampoco a nosotros todo nos salga bien.
Seguirle a El, es aceptar ser como El.

¿Que la gente no nos hace caso? Tampoco le hicieron caso a El.
¿Que la gente interpreta mal lo que hacemos? Pregúntenle a El cómo le interpretaban.
¿Que la gente nos trata mal? Pues a El no le trataron mejor.
¿Que la gente habla mal de nosotros? Preguntémosle cómo hablaban de El.
¿Que la gente nos acusa? A El le acusaron hasta condenarlo a muerte.
¿Que la gente no es de palabra? El tuvo nada menos que un traidor en el grupo.
¿Qué la gente nos ignora cuando todo nos va mal? Un discípulo dijo que ni le conocía.

Como discípulos, no tenemos más privilegios que el Maestro.
Como discípulos, no tenemos más derechos que los del Maestro.
Como discípulos, no esperemos mejores tratos que los que El recibió.
Como discípulos, no siempre se “hará nuestra voluntad” sino la del “Padre”.
Como discípulos, no esperemos que nos reciban con los brazos abiertos.

Pero, aún así, es preciso tener el mismo coraje y la misma valentía que él.
“No tengáis miedo”.
La gente puede maltratarnos.
La gente puede incluso matar nuestros cuerpos.
Pero la gente nunca podrá matar nuestras almas.
La gente nunca podrá matar nuestras esperanzas.
La gente nunca podrá matar el amor de nuestros corazones.
La gente nunca podrá matar nuestras ideas.
La gente nunca podrá matar nuestros pensamientos.
Nos podrán doblar nuestras cabezas y hacernos callar.
Pero nunca podrán asesinar nuestro modo de pensar.

Sigamos a Jesús, pero sin buscar mejores tratos.
Sigamos a Jesús, pero sin esperar mejores condiciones de vida.
Sigamos a Jesús, pero sin creernos con más derechos que El.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 9 a. Semana – Ciclo B

“Se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección y le preguntaron…” (Mc 12,18-27)

Cuando no queremos aceptar ciertas verdades que nos molestan, preferimos sacarles la vuelta.
Son muchos los que solo creen “en el tiempo”.
Son muchos a los que les cuesta aceptar que existe “la eternidad”.
Los saduceos eran de esos para quienes la vida termina con el “descanse en paz”.
Los saduceos eran de esos para quienes el materialismo es suficiente para dar razón a la vida.

Por eso su pregunta a Jesús va también cargada de falacia.
La mejor manera de no aceptar ciertas realidades es buscarles su incoherencia y su contradicción. Es lo que hacen estos fariseos que preguntan cuál de sus siete maridos será el marido de esta suertuda mujer.
¿No habrá peleas entre ellos?
¿Seguirá siendo la mujer de los siete?
No faltan quienes, incapaces de aceptar la resurrección, ven el más allá como una prolongación del más acá: el más allá no pasa de ser el más acá mejorado.
¿cómo vamos a ser felices allá si no nos casamos y tenemos nuestra mujercita?
¿cómo vamos a ser felices allá si todo va a ser tan espiritual que hasta la sexualidad cambia?
Y hasta me imagino que, el borrachito preguntará si en el cielo, cuando resucitemos, habrá bares, licorerías, buen pisco, coñac, vino, cerveza, y los más puritanos preguntarán por el wisky.

Sin llegar a esos extremos, tampoco faltan hoy esos “nuevos saduceos” que dicen:
“El cielo está en la tierra”.
Por eso hay que aprovechar el tiempo y sacarle jugo a la vida.

Se trata de hombres y mujeres cuya miopía espiritual les impide descubrir y creer que la resurrección es la gran esperanza de nuestra vida y que nos transformará a todos.
Es cierto que, para el que cree, el cielo, de alguna manera, ya está aquí abajo.
Porque quien cree en Jesús “tiene ya la vida eterna”.
Porque “come el pan de vida, ya tiene la vida eterna”.
Como creyentes llevamos la vida eterna ya en germen y semilla desde ya.
La muerte lo único que hará será romper esa cáscara dura del grano de trigo, y hará posible que ese germen blanquito que lleva dentro brote, se haga tallo, madure es espiga.

La resurrección no es un corte en la vida.
La resurrección es la transformación de lo que ya somos.
La resurrección es la realidad de lo que ya somos pero transformada.
La resurrección será aquello que decía San Juan: “sabemos lo que somos: hijos de Dios; pero no sabemos lo que todavía seremos”.

Resucitar es entrar en otra dimensión.
De la dimensión de lo humano pasamos a la dimensión de lo divino.
De la condición humana pasamos a la condición de lo divino.
De la condición de lo transitorio a la condición de lo definitivo y eterno.
Lo definitivo de la condición humana no es la prolongación de la vida presente, aunque con algunos arreglos y nuevo condimento.
Aquí nos casamos porque podemos retransmitir la vida humana.
Pero la vida divina y eterna no se puede retransmitir por generación.
De la comunión del amor conyugal pasamos a la comunión del amor de Dios.

El centro de la nueva vida resucitado será “la gloria de Dios”.
En una ocasión admiré el amor y el cariño de un ancianito, cuya esposa había fallecido.
Triste me preguntó: “¿Y en el cielo podré verla? ¿Y la veré tan bonita como era aquí?”
Sentí alegría viendo el amor que sentía por ella.
Pero, a pesar de que era de comunión diaria, sentí pena pensase que el cielo era volver a encontrarse con su “Mechita” y no con Dios.
Sin embargo, como tampoco yo sé cómo será aquello, para consolarle le dije: “La verás y será guapísima, hasta te va costar conocerla de bella que está”.
El viejo me sonrió, me dio gracias y se fue.
No sé si la verá, pero de lo que estoy seguro es que cuando contemplemos a Dios todo el resto será accidental.

Clemente Sobrado C. P.