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Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Domingo 25 – Ciclo B

“No quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no aquello, y les daba miedo preguntarle”. (Mc 9,30-37)

Jesús habla en frecuencia modulada.
Y los discípulos en ampliación modulada.
Así no hay posibilidad de encuentro.

A ninguno nos gusta que nos hablen de la cruz.
Tal vez, porque no logramos entender el verdadero sentido de la misma.
Y por eso, procuramos hablar lo menos posible de ella.
Y por eso también, no logramos entender lo que se nos dice de ella.

Es que Jesús hablaba un lenguaje que ellos no entendían.
Como tampoco hoy queremos entenderlo nosotros.
Cesbron, en el prólogo de una de sus novelas escribe: “En mundo donde todos hablamos el mismo lenguaje, necesitamos traductores”.

El mundo prefiere hablar de poder y dominación.
Prefiere hablar de subir y escalar altos puestos.
Pero el mundo no entiende de servir de a los demás.
El mundo no entiende de poner la vida al servicio de los demás.
El mundo no entiende el sentido de la fidelidad, incluso hasta dar la vida por los demás.

Pablo, hablando a los de Corinto, les quería descubrir el verdadero sentido del cristiano y el verdadero sentido de Jesús en nuestras vidas.
Y por eso les presenta el misterio del Crucificado y su propia experiencia de no “querer saber entre vosotros sino a Cristo y este crucificado”.
Un crucificado que es “el poder de Dios” porque es el poder del servicio.
Un crucificado que es “sabiduría de Dios”, porque es la sabiduría del amor y la entrega por los demás.

Tal vez, la misión del cristiano hoy:
Sea recuperar el misterio de la cruz.
Sea recuperar el misterio del servicio sin límites.
Sea recuperar el misterio del poner nuestras vidas al servicio de los otros.
Sea recuperar ese nuevo concepto del “poder” que no es dominio sino “servicio”.
Sea recuperar ese nuevo concepto de “sabiduría” que no es filosofía ni ideología, sino el pensar con el corazón y vernos, no como los que estamos “arriba” sino como los que “queremos cambiar el mundo desde abajo”.

La Cruz necesita hoy traductores.
Abunda en demasía el sufrimiento, no precisamente de la cruz, sino de olvidarnos de ella.
Abunda en demasía el sufrimiento, no precisamente del poder de la Cruz, sino de ese poder humano de la ambición.
Abunda en demasía el sufrimiento, no precisamente de la sabiduría de la Cruz, sino de tantas ideologías que, en vez de servir al hombre, lo utilizan.

Los discípulos no entendían el lenguaje de la Cruz.
Y tenían miedo a “preguntar”, porque siempre es peligroso entrar en la lógica de Dios.
Tampoco hoy el mundo pregunta por ese lenguaje de la Cruz y del Crucificado.
Prefiere el lenguaje de tanto personaje de la pantalla que arrastra muchedumbres, pero las deja luego vacías.

Insisto, necesitamos traductores de la Cruz.
No que proclamen el sufrimiento y el dolor, que ya tenemos en demasía.
Sino que proclamen que la Cruz nos habla:
De servicio a todos.
De entrega por todos.
De amor a todos.
Incluso si es preciso entregar nuestras vidas.

El mundo tiene demasiados poderosos, pero pocos servidores.
El mundo tiene demasiados que quieren ser los primeros, pero pisoteando a los derechos de los demás.
Y a ese mundo, es preciso sanarlo y curarlo, anunciándole que “el cristiano, a imagen de Jesús” es el que “ama hasta el extremo”. Es el que “valora a los demás como a sí mismo”. El que sirve a los demás y deja de utilizarlos y aprovecharse de ellos.
No es la Cruz que exalta el sufrimiento.
Es la Cruz que exalta el valor de las personas.
Es la Cruz que exalta la dignidad de las personas.
Es la Cruz que proclama el amor de Dios al hombre y el amor de los hombres entre sí.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: La Exaltación de la Santa Cruz

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. (Jn 3,13-17)

Todos tenemos miedo a la Cruz.
Y sin embargo es el gran signo:
Del misterio de Dios.
De cómo ve Dios al hombre.
De la gran esperanza del hombre.

Cuando Dios quiere decirse al hombre, no encuentra mejor que expresión que el amor.
Cando Dios quiere decirle algo al hombre, lo mejor que puede decirle es cómo lo ama.
Cuando Dios quiere decirle al hombre lo importante que es, le muestra la a Cruz y a su Hijo crucificado.

La cruz es expresión de amor y de vida.
Es la medido de cómo nos ama Dios.
Dios no ama de cualquier manera.
Dios nos ama entregándonos a su propio Hijo.
Que es quien se entrega a sí mismo.
Por eso, mirar a la cruz, es sentir: “así ama Dios”.
Quien quiera encontrar a Dios no tiene lugar más seguro que la Cruz.
Es la máxima expresión de su amor.

Nos han hecho llorar mucho viendo los sufrimientos de la cruz.
¿Nos habrán hecho sentir tanto el amor de Dios manifestado en la cruz?

Nos han amenazado demasiado con la condenación.
Dios empeñado en salvarnos.
Y nosotros empeñamos en tener miedo que nos condene.
Dios no quiere nuestra condenación.
Dios quiere que todos se salven y nadie se condene.
Y si encarnó a su hijo y lo dejó crucificar ha sido para salvarnos.
Dios hace lo imposible para que ninguno de nosotros se condene.
Yo no puedo creer en un Dios que me condene.
Por eso me encanta la respuesta del que fue Cardenal Martín:
“Eminencia, ¿usted cree en el infierno?”.
En el infierno sí creo.
Pero de lo que tengo duda es que haya alguien en él”.

Porque si Dios utiliza todo su amor para salvarnos, ¿quién podrá condenarnos?
No vivimos con miedo a la condenación.
Vivamos con la gozosa esperanza de la salvación.
No vivamos con miedo al infierno.
Vivamos con la ilusión y esperanza del cielo.

Pablo lo entendió muy bien cuando se pregunta a sí mismo:
¿Y quién me ha de juzgar?
Y se responde él mismo:
El mismo que murió por mí”.

Si llevamos una cruz colgada al cuello que sea como la expresión de que estoy salvado.
Si miramos una Cruz sea con ojos de salvación.
Sé que a veces nos cuesta la fe en él.
Pero el amor que Dios me tiene es mucho más grande que mis dudas.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él”.

La mayor ofensa a Dios es no creer en su amor.
La mayor ofensa a Dios es no creer que me salvará.
“La fe es creer que Dios me ama”,

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Domingo 24 – Ciclo B

“Dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo y cargue con sus cruz y me sigue. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, y por el Evangelio la salvará.” (Mc 8,27-35)

¿Quieres seguir de verdad a Jesús?
He aquí algunos criterios para el discernimiento:

“El que quiera venirse conmigo”.
Principio fundamental del seguimiento.
Nadie te obliga a seguirle.
Dios no trabaja con obligados.
Dios solo acepta a los que deciden libremente.
Somos totalmente libres de seguir a Jesús.
Somos totalmente libres de creer en el Evangelio.
Claro que si decidimos seguirle, luego sí tenemos que ser consecuentes.
Nadie te obliga a creer.
Pero si decides creer, tienes que ser coherente y vivir de la fe.
Dios no juega con obligaciones sino con libertades,
Dios no quiere obligados sino libres.
Porque un amor obligado ya deja de ser amor.

“Que se niegue a sí mismo”.
Eso sí, cuando decidimos seguirle, el seguimiento es el valor supremo.
Incluso por encima de la propia vida.
Negarnos a nosotros mismos no significa que no valemos nada.
Significa que estamos dispuestos a sacrificar nuestra vida por él.
¿No es lo que hizo Jesús por nosotros?
Pudo liberarse y seguir viviendo hasta viejo.
Pero vio que la revelación del amor era más importante que su vida.
¿Exageraré si digo que Jesús nos amó tanto que prefirió nuestra salvación a su propia vida?
No se trata de despreciar la vida.
Se trata de valorar tanto la nuestra que vale la pena sacrificar la suya.
Seguir a Jesús es reconocer que él es tan importante que bien vale la pena sacrificar nuestra vida si se diera el caso.
Aquí valdría la frase de Pablo: “Tener a los demás por más que a vosotros”.
Tener al Evangelio por más que nosotros mismos.
Y ser capaces de sacrificar nuestra vida por el Evangelio.
¿Qué otra cosa hicieron los mártires?
Es vivir nuestra fe sin rebajas.

“Cargue con su cruz y sígame”.
Mi cruz tiene que ser como la de Jesús.
Jesús no anduvo buscando sufrimientos ni los quiso.
La cruz del cristiano, la mía, como la de Jesús es consecuencia de nuestra fidelidad al Evangelio.
No es la cruz dolorista.
Es la cruz fruto de la fidelidad.
La que los hombres nos imponen por ser fieles, ser diferentes, parecernos a El.

“El que quiera salvar su vida, la perderá”
El que prefiera su vida al Evangelio, pierde su vida.
El que prefiera su vida al Reino, pierde su vida.
El que prefiera su vida a darla por el hermano, pierde su vida.
El que prefiera su vida a salvar la vida del hermano, pierde su vida.

Clemente Sobrado C. P.

Palabras para caminar: Cruz, la de cada día

1.- No vivas recordando las cruces de tu pasado. Algunos se pasan la vida recordando lo triste que ha sido su vida. Esas cruces ya las has vivido. Vive ahora las del presente. Así no tendrás que revivirlas mañana. Porque las cruces que se aceptan con generosidad se viven y se olvidan. No vuelven a doler más.

Flickr: Marcos Ruiz Dávila

2.- Tampoco vivas imaginando las cruces del mañana. ¿Sabes cuáles van a ser? Además, Dios no te ha garantizado fuerzas para llevar las cruces de hoy y las de mañana juntas. Dios da las fuerzas necesarias para las cruces de cada día. Para las de mañana, tendrás que esperar a mañana. Vivir hoy las cruces del mañana es llevar exceso de peso. Y eso hay que pagarlo.

3.- Vive las cruces reales. No las imaginarias. Muchos tienen más cruces en su cabeza que sobre sus hombros. Pero como no saben ver la luz, siempre se están imaginando cosas. De las cruces de hoy podrás culpar a alguien. De las cruces imaginarias, tú eres el único culpable. ¿No crees que ya son suficientes las cruces de verdad, sin necesidad de inventarte otras?

4. – Las cruces son para ser llevadas a hombros. Pero mejor si las llevas en el corazón. Te lo aseguro. Las cruces cuando se llevan con el corazón pesan mucho menos. El corazón tiene más resistencia que tus hombros, por muy forzudos que los tengas.

5.- Algo importante. No soluciones el problema de tus cruces tirándolas encima de los hombros de los demás. Las cruces se llevan o te llevan. Pero tus cruces sólo valen para ti. No están hechas a la medida de ellos. Si estás de mal humor, ¿por qué lo tienen que pagar los demás? Si estás furioso porque las cosas te salieron mal, ¿qué culpa tienen los tuyos? Aguántate.

6.- Ah, un consejo. Las cruces no se miden ni se pesan. ¿Cómo sabes tú que tus cruces pesan más que las del vecino? ¿Cómo sabes tú que las cruces de tu vecino son más llevaderas que las tuyas? ¿Porque él camina feliz bajo su peso? Eso no es problema de la madera de la cruz que es más liviana. Es que posiblemente él le ha puesto más ilusión, más esperanza, más corazón.

7. – Y otra cosa. No culpes a Dios de que te envió esta o aquella cruz, y luego te pones a rezarle para que te la quite. Es decirle que se equivocó contigo y que se corrija… Hay muchos que primero hacen a Dios culpable de sus cruces. Y luego cuando le rezan lo hacen dudando: ¿me hará caso? Bueno, si Dios me manda las cruces y luego me las quita pareciera estar jugando. Y Dios es muy serio.

Clemente Sobrado C. P.

Palabras para caminar: Atrévete a morir

1.- Sí, claro, atrévete hoy a morir. Atrévete a renunciar a ti mismo para preocuparte de los demás. Nadie celebrará ni llorará esa tu muerte. Pero no deja de ser muerte. Bueno, es una muerte que en realidad te da más vida. Para seguir a Jesús, los mejores son aquellos que «se niegan a sí mismos».

Cuando nadie me ve

Flickr: Chema Concellón

2.- Sí, atrévete hoya morir. Muy fácil. Cuando en casa te acusen de todo, te hagan responsable de todo. Porque tú fuiste el causante de ésto y lo otro. Tú calla. No respondas. Sí, ya sé que tus hígados te arderán… es que la muerte siempre quema por dentro, cuando a Jesús le acusaron, el Evangelio dice que «Él callaba». El silencio también es muerte.

3.- Sí, atrévete hoy a morir. Si te acusan, si sientes que hablan mal de ti, que murmuran de ti. No hagas caso. No te defiendas. ¿Que tú tienes la razón? ¿Y crees que Cristo no tenía razón cuando le acusaban? Pero no se defendió. Prefirió callarse. Deja que sea tu vida tu mejor defensa.

4.- Sí, atrévete hoy a morir. Olvídate de tus intereses y dedícate a satisfacer las preocupaciones de los demás. El tiempo que inviertes dedicándoselo a los demás, es tu mejor inversión. Duele dejar lo tuyo por los demás. Pero eso te hace revivir por dentro.

5.- Sí, atrévete hoy a morir. Hoy decídete a ser tú mismo, aunque te traiga consecuencias con los amigos. Decídete a ser coherente contigo mismo, aunque todos te digan que no sabes vivir la vida. Decídete a ser fiel, por más que te digan que «no sabes lo que te pierdes»…. También los amigos te van ayudando a morir a poquitos, esa muerte lenta y dolorosa.

6.- Sí, atrévete hoy a morir. Es muy simple. Di la verdad, aunque te traiga complicaciones. Di la verdad, aunque te descubran culpable. Di la verdad, aunque con ello dejes de ganar más dinero. Habrás muerto por la verdad en vez de vivir con la mentira metida dentro de ti. Tu vida ya perdería mucho de vida….

7.- Sí, atrévete hoy a morir. No elijas ni escojas tu muerte. Acepta la que te toca. Acepta el sufrimiento tal y como viene. Acepta la enfermedad tal y como viene. Si te duele el pie, no prefieras que sea la mano. No escojas tus sufrimientos. Te son suficientes los de turno. Quien hace selección en los sufrimientos termina eligiendo los peores.

Clemente Sobrado C. P.