P. Clemente Sobrado cp.
Palabras de esperanza
“Se apareció Jesús a los Once, les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos”.(Mc 16,15-18)
“También San Pablo, cuya conversión se celebra hoy, ha vivido la fuerte experiencia de la gracia, que lo llamó a convertirse, de perseguidor, apóstol de Cristo. La gracia de Dios lo ha empujado, incluso a él a buscar la comunión con otros cristianos, de repente, por primera vez en Damasco y luego en Jerusalén (Hch 9,19.26-27). Esta es nuestra experiencia como creyentes. A medida que crecemos en la vida espiritual, comprendemos cada vez más que la gracia nos llega junto a los demás y es para compartir con los demás”. De esta manera, cuando elevo mi acción de gracias a Dios por todo lo que ha hecho en mí, cuando le doy gracias a Dios por lo que ha hecho en mí, descubro que no canto solo porque otros hermanos y hermanas tienen el mismo canto de alabanza”. (Papa Francisco)
La Iglesia celebra hoy la Conversión de San Pablo.
El hombre rabioso contra todo lo que oliese a cristiano.
El hombre que tiene que quedarse ciego
para aprender a ver de nuevo.
El hombre que tiene que ser derribado del caballo
de su orgullo y fanatismo.
El hombre que tiene que ceder en su orgullo
y dejarse llevar por otros hasta Damasco.
Pablo, el modelo de lo que el encuentro con Jesús
es capaz de hacer en nosotros.
Pablo, el modelo de lo que el hombre puede ser
cuando se deja tocar de la gracia.
Pablo, el modelo de lo que el hombre es capaz de hacer
cuando se entrega a Jesús.
Nada hay que la gracia no pueda cambiar.
Si alguien no estaba preparado para recibir la llamada era Pablo.
Nadie se atrevería a pensar en un Saulo convertido a Cristo.
Y sin embargo cuando Jesús tocó su corazón lo hizo nuevo.
¿Cuándo nos acostumbraremos a creer
en las posibilidades de la gracia?
¿Cuándo nos acostumbraremos a creer
en las posibilidades incluso de los que no creen?
Claro que para ver con ojos nuevos:
Primero Dios tiene que cegarnos con su luz.
Primero Dios tiene que dejarnos pasar por la oscuridad.
Primero Dios tiene que meternos en el túnel de las tinieblas.
No hay amanecer sin que antes hayamos pasado
por la oscuridad de la noche.
Cuando todo queda a oscuras, recién buscamos un rayo de luz.
Cuando no vemos nada, recién ansiamos que alguien nos abra los ojos.
Aunque lo más bello es quedarse ciego por el exceso de luz.
¿Por qué no podemos ver a Dios?
Alguien respondió: por su exceso de luz.
¿Quién puede quedarse mirando los faros de un carro
en la oscuridad de la noche?
Claro que hay que caerse del caballo de nuestro orgullo.
Hay que sentirse derribado de nuestras autosuficiencias.
Hay que sentirse derribado de nuestras ansias de poder.
Hay que sentirse derribado de nuestras seguridades.
Hay que sentirse débil en la humildad de nuestra impotencia.
María dijo: “Has mirado la humildad de tu esclava”.
Encerrados en nuestras autosuficiencias no dejamos resquicio para Dios.
Pablo pregunta ¿quién eres Señor? no montado
a caballo sino caído en el suelo.
Es de rodillas, cuando mejor se escucha.
Los milagros de la gracia:
El que no podía oír hablar de Jesús,
ahora es su mejor apóstol.
El que no podía oír hablar de cristianos,
ahora funda comunidades por todas partes.
El que no podía aceptar que se hablase de Jesús,
ahora lo anuncia por todo el mundo.
El que no quería saber nada de Jesús,
ahora “no quiero saber otra cosa que Cristo y este crucificado”.
Y ahora todo lo ve con ojos nuevos y todos sus pergaminos de antes,
lo considera “una basura”.
El que gozaba viendo cómo apedreaban a Esteban:
ahora tiene que pasar todas, azotes, cárceles, hambre,
sed, naufragios y el martirio.
Ahora como Jesús “se hace todo para todos, para salvarlos a todos”.
Esos son los milagros de la gracia.
Esos son los milagros de Dios.
Hola, Pablo, te felicito por tus coherencias.
Como judío lo fuiste hasta los huesos.
Como cristiano lo fuiste hasta gastar tu vida
por la causa del Evangelio.
¿No nos podías dar un poco de esa tu coherencia
y fidelidad a ti mismo?
¡Que también nosotros necesitamos de conversión!
¡No lo olvides, y aunque no vayamos a caballo
sino en carro o a pie, también nosotros podemos
dejarnos cambiar por el Jesús que te cambió a ti!