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¿Qué queda de Simón en Pedro?

San Pedro y San Pablo
Día del Papa

Flickr: catholicism

El Domingo 13 A del Ordinario cede hoy el lugar a la fiesta de las dos grandes figuras de la Iglesia: Pedro y Pablo. Un día en el que se dirán maravillas del uno y del otro. Y no es para menos, pues sus figuras son claves en la Iglesia. Y eso no lo podemos negar.

Sin embargo, yo quisiera ser más realista. Y partir de una pregunta que pudiera parecer extraña: ¿Qué queda de Simón en Pedro? Porque primero fue Simón. Y Jesús llamó a Simón. Luego le cambió el nombre por el de Pedro.
Simón, el hombre del lago y de la barca y de la pesca.

Pedro, el hombre de la Iglesia. La roca sobre la que Jesús quiere fundar su Iglesia.
Y todos lo recordamos como Pedro. Y todos lo recordamos como el hombre de las “llaves”.

Pero, la pregunta es: ¿y qué quedó de Simón, el del Lago, en el Pedro de la Iglesia?
¿Desapareció el verdadero Simón?
¿Se quedó solamente el Pedro?
¿O más bien tendríamos que decir que hay en él una mezcla de Simón y de Pedro?
¿Qué quedó en Francisco del Cardenal de Buenos Aires?

El Pedro de la Iglesia no deja de ser el Simón del Lago.
A pesar de que Jesús le cambió de nombre, sin embargo, inmediatamente florece el Simón que no logra entender a Jesús y hasta trata de disuadirle de sus planes y proyectos. Sigue vivo el Simón que busca el triunfalismo mesiánico de Jesús y no acepta la historia del Jesús crucificado.

Sigue siendo el Simón que pelea con el resto sobre la primacía en el nuevo Reino. ¡Quién va a ser el mayor de todos?
Sigue siendo el Simón creído de sí mismo que prefiere morir él por el mismo Jesús.
No entiende que Jesús muera por él, pero él si cree que puede dar la vida por Jesús.
Sigue siendo el Simón cobarde y con miedo que niega a Jesús la noche de la Pasión.

No es cuestión de cambiar simplemente de nombre. La gracia no destruye a la naturaleza. Pedro no destruye a Simón. Y esto se presta para una mejor comprensión de la Iglesia.
El Bautismo nos hace hijos de Dios, pero no borra nuestra condición de hijos de nuestros padres, ni nuestra herencia genética ni nuestra personalidad, ni nuestra sensibilidad y nuestro mundo afectivo, ni nuestras ideas.
Los Papas cambian de nombre cuando son elegidos. Pero no por eso dejan de ser lo que eran. Juan Pablo II seguirá siendo Karol Wojtyla, el hombre de la experiencia del marxismo. Benedicto XVI no dejará de ser Joseph Ratzinger, el hombre profesor de teología y Prefecto de la Congregación de la fe. Francisco no dejará de ser Jorge Mario Bergoglio. Por eso mismo, todos ellos tratarán de conservar la fidelidad a la Iglesia de Jesús, pero cada uno le imprimirá su propia personalidad. Francisco brilla tanto que casi nos hemos olvidado de su nombre de nacimiento.

Como bautizados todos somos Iglesia. Pero todos nosotros arrastramos nuestra cultura y nuestra propia historia. Los Papas son la cabeza visible de la unidad de la Iglesia, pero todos ellos siguen llevando consigo su propia historia humana.

Y lo difícil ahora es ¿qué queda de nuestra herencia biológica y cultural en la experiencia de nuestra fe bautismal?
¿Qué quedó de Wojtyla en la experiencia de su misión como Papa?
¿Qué quedó de Ratzinger en la experiencia pontificia de Benedicto XVI?
¿Qué queda de Bergoglio en la experiencia de Francisco?

Es posible que en todos nosotros, en “Pedro”, quede latente mucho de “Simón”. ¿Y cómo distinguir al Simón del Pedro que todos llevamos dentro? No es fácil a Pedro desprenderse del Simón de antes. No será nada fácil en la Iglesia olvidar el “Simón” que todos llevamos en nuestros genes.
Y por eso, no debemos escandalizarnos de que, más de una vez, aflore el Simón, incluso por encima del Pedro en la Iglesia. Las ansias de triunfalismos. Las ansias de poder. E incluso nuestros miedos en la hora de la Pasión de la Iglesia.

Porque, ¿alguien pondrá en duda de que también la Iglesia busca sus triunfalismos?
Porque, ¿alguien pondrá en duda de que también en la Iglesia se dan las ansias de poder, de estar arriba y ser el primero?
Porque, ¿alguien pondrá en duda de que también en los momentos difíciles de afrontar los cambios que nacen de la Pasión, también sentimos miedos, indecisiones y hasta preferimos evadir los verdaderos problemas que hoy nos plantean los hombres y las culturas?

¿Cómo distinguir en la Iglesia a “Simón” de “Pedro”?
¿Cómo distinguir en la Iglesia su condición humana de su condición divina?
¿Cómo distinguir la Iglesia de los hombres de la Iglesia Trinitaria?
¿Cómo distinguir la Iglesia Pueblo de Dios de la Iglesia de Jesús?

¿Dónde están las fronteras? ¿Dónde están los límites?
¡Si al mismo tiempo Simón es Pedro y Pedro es Simón!
Pedro tendrá que ser fiel a Jesús y Simón tendrá que ser fiel a sí mismo.
La Iglesia tendrá que ser fiel a Jesús, pero tendrá que ser fiel también a Dios en la historia de los hombres. Fidelidad al Evangelio y fidelidad a las legítimas aspiraciones, problemas e interrogantes de los hombres en cada momento de la historia.

Clemente Sobrado C.P.

HABEMUS PAPAM

¡Señor, bendice a tu siervo, el Santo Padre Francisco!

El Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, Argentina, ha sido elegido como el Pontífice 266 de la historia de la Iglesia. Ha tomado el nombre de Francisco. Es el primer Papa de LatinoAmérica (Foto: ACI Prensa)