Archivo mensual: junio 2012

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 12a. Semana – Ciclo B

“Al entrar en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogando: “Señor, tengo en casa un criado que está en casa paralítico y sufre mucho”. Jesús le contestó: “Voy a curarlo”. Pero el centurión le replicó: “Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano”. (Mt 8,5-17)

Un relato lleno de detalles que pueden ilustrar nuestra fe.
Primero “un centurión romano”, por tanto un “pagano”.
Segundo, un no cristiano, pero con una gran sensibilidad para quienes sufren, incluso si no es más que un simple criado.
Tercero, un pagano que cree que es suficiente la “palabra de Jesús” para sanar a su criado.
Cuarto, un pagano que no se cree digno de que Jesús entre en su casa.

¿Qué nos está sugiriendo este texto?
Algo para mí bien importante. También los que no conocen la fe en Jesús tienen una gran nobleza de corazón.
Que también los que están fuera de la Iglesia hacen mucho bien a la humanidad.
Que también los que no son cristianos pueden tener una gran sensibilidad con los que sufren que no siempre encontramos en los que creemos.
Que también los no cristianos pueden tener una gran sensibilidad ante el sufrimiento de sus inferiores, sus criados.
Que no siempre es preciso la presencia física de Jesús.
Que bastaría tener suficiente fe en su palabra.
Y recordar lo que cada vez que vamos a misa solemos decir, no siempre descubriendo su verdadero sentido y valor: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”.

Como veis:
También fuera de la Iglesia hay muchas cosas buenas que nosotros tendríamos que reconocer.
También los que no creen viven, posiblemente sin pensar en el Evangelio, muchas de las exigencias del Evangelio.
También los que no creen o son paganos pueden enseñarnos mucho a los creyentes, sobre todo, su sensibilidad para con los que sufren y que tendríamos que aprender de ellos.
Es un gesto maravilloso ver cómo un “centurión romano” es capaz de sentirse tan comprometido con alguien que es inferior a él, un simple criado.
Lo cual, pudiera ser una llamada de atención, al cuidado que nosotros, creyentes, tenemos con toda esa gente que llamamos “empleados domésticos” o simplemente “empleados nuestros”, “gente de servicio”.

Esto nos lleva a descubrir que:
También fuera de la Iglesia hay mucha bondad.
También fuera de la Iglesia puede haber mucha santidad.
También fuera de la Iglesia puede haber mucha fe.

Flickr: Patricil

Lo cual, de alguna manera debiera cuestionarnos y hacernos pensar y reflexionar.
El centurión no era religioso, era un pagano romano.
El centurión no iba a Misa ni comulgaba.
El centurión no era un creyente, seguidor de Jesús.
Pero revela y manifiesta una gran fe en El.
Incluso revela y manifiesta la humildad de no creerse digno de que Jesús entre a su casa.
Y lo más importante, un no creyente que, sin embargo, cree en la eficacia la palabra de Jesús. “Basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano”.

Todos tenemos mucho que aprender de los demás.
La verdad del Evangelio nos llega por muchos caminos.
También los de fuera tienen mucho que decirnos y nosotros mucho que aprender de ellos.
Abrámonos a la verdad, venga por los caminos que venga.
Aunque llegue a nosotros a través de un “centurión romano”.
Dios se revela en todos y habla a través de todos.

Clemente Sobrado C. P.

No está muerta, está dormida

Dom 13 B – Tiempo Ordinario

El Evangelio de hoy tiene como base a dos mujeres.
La una es una niña de doce años.
La otra una mujer, no sabemos su edad, pero que, por coincidencia con la niña, llevaba doce años enferma.
Y lo curioso es que la mujer niña la dan por muerta.
Mientras que para Jesús es una mujer niña que simplemente está dormida.
Y la mujer, enferma durante doce años, es una mujer también socialmente muerta en su dignidad femenina, en su dignidad de mujer.
Me parece linda la reflexión que hace Pagola y que cita Javier Gafo S.I.
“Es una mujer enferma en las raíces mismas de su feminidad. Aquellas pérdidas de sangre que viene padeciendo desde hace doce años la excluyen de la intimidad y del amor conyugal. Según las normas del Levítico es impura ante sus propios ojos y ante los demás, una mujer intocable y frustrada. Su ser más íntimo de mujer está herido. Su sangre se derrama inútilmente. Su vida se desgasta en la esterilidad. El Evangelista la describe como una mujer ignorada y solitaria, avergonzada de sí misma, perdida en el anonimato de la multitud”.

Y ambas mujeres son recuperadas por Jesús.
La que parecía muerta, sencillamente estaba dormida.
Pero él la coge de la mano y la pone en pie: “Contigo hablo, niña, levántate”.
Y la niña se echó a andar.

Hay muchas mujeres que diera la impresión de que “están muertas”:
Nadie cuenta con ellas.
Nadie las valora en su verdadera dignidad.
Nadie se atreve a levantarlas y ponerlas a andar en la sociedad o en la Iglesia.

Flickr: subcomandanta

El Evangelio de hoy ¿no será una llamada al mundo y a la Iglesia a que:
Las mujeres se despierten.
Las mujeres comiencen a caminar como los hombres.
Las mujeres comiencen a vivir la dignidad de los hombres.
Las mujeres comiencen a sentirse valoradas como los hombres.
Las mujeres comiencen a hacer lo que hacen todo los demás?

Es triste que la mujer comience a ocupar el lugar que le corresponde en la sociedad, no porque la sociedad haya cambiado de mentalidad sino porque ellas han comenzado a despertarse y han comenzado a olvidarse del sueño de la resignación y han luchado por sus legítimos derechos.
No han pedido regalos.
No han pedido privilegios.
No han pedido se les dé nada.
Son ellas mismas que se han ido ganando a pulso este todavía tibio reconocimiento.
Se las reconozca como personas, antes que como mujeres.
Que se las acepte como personas, por más que estén marcadas por su feminidad.
El sujeto no es ni masculino ni femenino: es una persona.
Luego vendrá su calificación de masculinidad y feminidad.
Pero ni lo masculino ni lo femenino valen nada, sin la persona que lo sustente.
¿No les estará diciendo hoy Jesús a las mujeres del mundo: “Mujer, contigo hablo, levántate”?

Y esa otra mujer, con los mismos años que la niña que duerme, marginada por su propia intimidad femenina, ¿no es otro gesto evangélico de la recuperación de la mujer en la sociedad y en la vida religiosa?
La mujer niña dormida es cogida de la mano por Jesús que la levanta.
La mujer enferma en su feminidad es ella misma quien se atreve a tocar el vestido de Jesús.

Una mujer marginada por impura.
Una mujer impedida de la intimidad conyugal por impura.
Una mujer condenada a la esterilidad por impura.

Pero una mujer capaz de tomar conciencia de sí misma.
Una mujer que quiere recuperar su salud social y espiritual.
Una mujer capaz de arriesgarse, pese a las prohibiciones de la ley, a tocar a Jesús.
Una mujer con una fe en sí misma y en Jesús, que es capaz de sanarse a sí misma.
“Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”.

La primera se despierta de su sueño y se pone en pie, gracias a la fe de su padre.
La segunda se cura y se rehabilita, gracias a su propia fe.
Es lo que hoy se necesita en la sociedad y en la Iglesia:
Padres, hombres, que quieran recuperar la salud de las mujeres.
Mujeres que sepan reconocerse a sí mismas y su dignidad y corran el riesgo de romper con las prohibiciones legales y luchen hasta sanarse de verdad.
No lo lograrán con tratamientos curativos.
No lo lograrán gastando su fortuna.
Lo conseguirán con la fe en ellas mismas y con la fe en el Dios que les regaló la misma dignidad que al hombre. Ya es hora de que la mujer deje de sangrar inútilmente y se sienta disminuida por su feminidad.

Clemente Sobrado C. P.

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Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Viernes de la 12a. Semana – Ciclo B

“Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” El les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro, tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. (Mt 16,13-19)

Flickr: matías nicolás

Siempre es más fácil responder por los otros.
“Ellos respondieron”.
Aquí todos estaban seguros.
Lo difícil es cuando tenemos que responder por nosotros mismos.
“Simón Pedro tomó la palabra”.
Los demás guardaron silencio.

Todos conocemos mejor la vida de los demás que la nuestra.
Todos tenemos ideas más claras sobre la vida de los otros que sobre la nuestra.
Todos somos mejores jueces de lo que piensan y dicen los otros que sobre los que pensamos y decimos nosotros.

Es importante para Jesús saber qué piensa de El la gente.
Pero es posible que eso no fuese más que una introducción para la segunda pregunta.
Porque para El, posiblemente era mucho importante conocer cómo estaban ellos asimilando su doctrina y sobre todo su personalidad. Y de modo particular, a Jesús le interesaba, no tanto el saber lo que sabían o pensaban, sino ¿qué significaba para ellos?

Es la pregunta que todos debiéramos hacernos.
No cuánto sabemos de El.
No qué doctrinas o teorías seguimos sobre El.
No cuál es nuestra teología sobre El.
A Jesús, claro que le importa la “ortodoxia” de nuestras ideas.
Pero a Jesús le interesa más “el significado, el sentido de su vida” en nuestras vidas.
A veces me cuestiono si la Iglesia no estará demasiado preocupada por la “ortodoxia doctrinal” y se preocupe menos de nuestra vivencia de Jesús. Hay más condenas doctrinales que condenas de falta de vivencias.

La fe implica ideas y doctrinas.
Pero la fe no es creer en doctrinas.
La fe es creer en “Alguien”.
Y en Alguien que sea el centro de nuestras vidas.
En Alguien que de sentido a nuestras vidas.
En Alguien que de sentido a lo que hacemos.

La pregunta, más que “¿qué decimos nosotros de Jesús?” debiera ser:
“¿Qué es Jesús para nosotros?”
Se puede saber muchas cosas sobre alguien a quien nunca tratamos.
Se puede saber muchas cosas sobre los demás sin que nos importen nada.
Se puede saber mucho sobre Jesús, sin que él diga algo a nuestro corazón.
Se puede rezar el Credo en la Iglesia, y luego vivir como lo hubiésemos olvidado.

Jesús no vino a crear una escuela de teología. Ni invitó a nadie para que fuese su alumno.
Jesús vino a dar un sentido nuevo a la vida. Por eso las invitaciones que él hace es “a seguirle”. Los llama “Discípulos”, pero, no tanto como aprendices de doctrinas, sino como “aprendices de seguimiento”.

¿Es Jesús el centro de nuestra vida?
¿Es Jesús el centro de nuestro pensamiento y de nuestro corazón?
¿Es Jesús el centro de nuestro caminar?
¿Es Jesús el que da sentido a nuestra existencia?
Pablo supo expresarlo de una manera bien nítida:
“Yo no quiero saber nada entre vosotros sino a Cristo, y este crucificado”.
“Para mí la vida es Cristo”.

Enseñamos doctrinas. Pero enseñamos poco a enamorarnos de El.
Enseñamos doctrinas. Pero enseñamos poco a hacer de Jesús el tesoro de nuestro corazón.
El creyente está llamado a confesar y recitar el Credo, toda esa serie de verdades cristianas. Pero, no por eso somos cristianos.
Comenzamos a ser cristianos cuando nos enamoramos de Jesús y decidimos seguir sus pasos y decidimos vivir como El vivió.
Podemos saber mucha teología de Jesús, pero tener una vivencia muy pobre de él.
Un Jesús que llevamos en la cabeza. Y lo que importa es el “Jesús vida y en la vida”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Jueves de la 12a. Semana – Ciclo B

“El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca …” (Mt 7,21-29)

Flickr: cogdogblog

Aquí, en el Perú, era costumbre llamar al sacerdote para “bendecir la primera piedra”, cuando se comenzaba a construir un edificio. Recuerdo que, en tiempos del General Velasco, no sé a quién le vino la idea de que, mejor dábamos la bendición, terminado el edificio. Lo cual, siempre me pareció más acertado. Porque:
Son muchos los que comienzan.
Y no terminan.
Son muchos los que ponen la primera piedra.
Y nunca llegan a poner la última.
Son muchos los que comienzan el camino.
Pero luego se cansan y se quedan.
Son muchos los que dicen “un sí generoso” el día de la boda.
Y luego, ante las primeras dificultades, terminan en “divorcio”.
Son muchos los que dicen “un sí generoso” el día de su primera Profesión Religiosa.
Y luego, en el camino, tienen que pedir “dispensa de sus votos”.
Son muchos los que se “bautizan”.
Y luego terminan que ni recuerdan la fecha en que fueron bautizados.
Hay muchos “comienzos”, y demasiados “fracasos” en el camino.

¿Qué ha pasado en el camino?
En el camino, nada.
Mejor nos preguntamos ¿qué pasó al comenzar el camino?
Muchos no han medido sus fuerzas.
Muchos no han pensado suficientemente en sus posibilidades.
Muchos comenzaron con más ilusiones que realidades.

Es decir:
Nadie tiene obligación de creer en Jesús.
Será siempre una opción de su libertad.
Pero si decido “creer en El” tengo que pensar si soy capaz de ser consecuente.
Nadie nos obliga a “bautizarnos”.
Pero si nos bautizados ¿estamos convencidos de vivir con seriedad nuestro bautismo?
Nadie nos obliga a “casarnos por la Iglesia”.
Pero si nos casamos, ¿estamos seriamente dispuestos a asumir las consecuencias de nuestro sí “hasta que la muerte nos separe”, el día de la Boda?
Nadie nos obliga a hacer nuestra profesión de consagrados.
Pero si lo hacemos, ¿estamos seguros de asumir nuestro compromiso definitivo?

No se puede construir la vida sobre buenas intenciones.
No se puede comenzar algo, movidos por simples sentimientos.
No se puede comenzar algo, movidos por puras ilusiones.
Para construir es preciso hacerlo sobre algo serio.
Para construir es preciso hacerlo sobre buenos cimientos.
Para construir es preciso hacerlo sobre serios convencimientos.
Para construir es preciso hacerlo sobre decisiones motivadas.
Para construir es preciso hacerlo sobre compromisos definitivos.
Eso es construir sobre roca.
Porque quien construye sobre lo “provisional” construye sobre “arena”.
Porque quien construye sobre “sentimientos” sabe que los sentimientos cambian cada momento.
Porque quien construye sobre “ilusiones” sabe que la experiencia pronto acaba con ellas.
Porque quien construye “hasta que me sienta bien”, ya está poniendo límites a lo que construye.

Seguir a Jesús siempre será una opción de nuestra libertad.
Creer en Jesús siempre será una opción de nuestra libertad.
Se trata de decisiones demasiado serias, como para tomarlas a bromas.
Se trata de decisiones que comprometen hasta el final, como para hacer pruebas.
Si construimos tenemos que hacerlo sobre roca, es decir, sobre motivaciones serias.
Si construimos tenemos que hacerlo sobre roca, es decir, sobre convencimientos profundos.

La vida no es un juego de la “ruleta de la suerte”.
La vida no es un juego de “a ver si me toca”.
La vida no es un juego de la “lotería”.
La vida es demasiado seria para convertirla en un juego de “azar”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 12a. Semana – Ciclo B

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidado con los falsos profetas; se acercan con piel de oveja pero dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?” (Mt 7,15-20)

Todos nos sentimos profetas.
Se sienten profetas los Obispos.
Se sienten profetas los sacerdotes.
Se sienten profetas los teólogos.
Se sienten profetas los periodistas.
Se sienten profetas los seglares.

Y la verdad es que, por el bautismo, todos participamos de ese “don profético” de Jesús.
Y por eso todos estamos llamados a ser profecía en la vida.
Sin embargo, no todo lo que brilla y reluce es oro.
Ni todo el que se viste con piel de oveja, para protegerse del frío, es pastor.
Ni todo el que condena a los demás es profeta.
Ni todo el que acusa a los demás es profeta.
Ni todo el que protesta es profeta.

Hay profetas que hablan desde sí mismos.
Hay profetas que hablan desde sus propias ideologías.
Hay profetas que hablan desde el sillón donde se sientan.

Flickr: Glauco Umbelino

Sin embargo:
El profeta no habla desde su “apellido” sino desde lo que escuchó a Dios.
El profeta no habla desde sus “ideologías” sino porque Dios le habló antes.
El profeta no habla desde el “puesto que ocupa”, sino porque antes recibió el mandato de Dios.

Eso de ser profeta es algo necesario en la vida.
Porque una Iglesia sin profetas, es una Iglesia que se estanca.
Porque una sociedad sin profetas, es una sociedad que se acomoda.
Porque una vida sin profetas, es una vida que no crece.
Porque una comunidad sin profetas, se duerme.

Uno es auténtico profeta:
Cuando él mismo ha escuchado a Dios y se ha dejado cuestionar por El.
Cuando él mismo hace de su vida “una profecía”.
Los profetas “hablan”, pero más que sus palabras, tienen que hablar sus vidas.
No se puede ser profeta de la paz, cuando a diario hacemos la guerra a todo el mundo.
No se puede ser profeta del amor, cuando el egoísmo gobierna nuestras vidas.
No se puede ser profeta de la verdad, cuando la vida que vivimos es una mentira.
No se puede ser profeta de la honestidad, cuando luego vivimos del engaño.
No se puede ser profeta de la justicia, cuando vivimos acaparando lo de los demás.
No se puede ser profeta de la vida, cuando luego negamos el derecho a nacer.
No se puede ser profeta de la dignidad humana, cuando luego maltratamos al hermano.

Jesús es bien claro: cada árbol da sus propios frutos.
Los verdaderos profetas se conocen por los frutos que dan.
El árbol sano nos regala frutos sanos.
El árbol podrido no puede dar frutos buenos.

Es necesaria “la profecía de la palabra”.
Es necesaria “la profecía de destapar la podredumbre que escondemos”.
Pero el verdadero profeta es aquel cuya “vida es profecía”, incluso si no habla.
Son nuestras vidas la verdadera profecía de Dios.
Son nuestras vidas la verdadera profecía del Evangelio.
Son nuestras vidas la verdadera profecía del Reino de Dios.

Clemente Sobrado C. P.