“Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”. (Jn 10, 27-30)
Todos los años, el cuarto domingo de Pascua, lo llamamos “Domingo del Buen Pastor”. Claro que se trata de Jesús como el Buen Pastor que cuida de todos que somos su rebaño. Pero como el Evangelio no es para que se quede en el pasado sino que se haga contemporáneo y como tampoco es para que lo cumpla Jesús, sino para que se haga vida en nosotros, lo aplicamos a los pastores de hoy.
Y siempre lo solemos leer más desde el rebaño que desde el pastor mismo. Por eso, me vais a permitir que hoy, más que del rebaño, reflexione sobre nosotros los pastores.
“Mis ovejas escuchan mi voz”.
Jesús podía decirlo, porque él era la voz del Padre.
Mi problema es distinto. Cuando yo hablo: “¡Escuchan mi voz o logro que, escuchándome a mí, escuchen a Jesús o escuchen al Padre?”
¿No estaré hablando demasiado de mis propias ideas y criterios?
¿No estaré expresando más mis propios pensamientos que los pensamientos de Jesús?
¿No estaré manifestando más mi propio modo de ver que el modo de ver de Jesús?
Al fin y al cabo, nosotros somos “los pastores encargados por el Buen Pastor”.
Las ovejas no son nuestras sino de Jesús.
Las ovejas tienen que escucharle a El que es “el camino, la verdad y la vida”.
De ahí la pregunta ineludible de todos los pastores: “le escuchamos primero nosotros para, como los Profetas, poder decir al pueblo: “Esto dice el Señor”, no “esto digo yo”.
En todo caso, debo pedir comprensión a nuestro rebaño que es el Pueblo de Dios, pues es la misión que El nos encomendó. Y somos humanos y es posible que, más de una vez, nos salga nuestro yo más que el “Yo” de Jesús. También El es nuestro Pastor y nosotros, pastores, “tenemos que escuchar su voz” si es que queremos ser su voz para vosotros.
“Y yo las conozco”
Cada vez conocemos menos a nuestras ovejas. Porque cada vez somos menos y las ovejas son más. Y cada vez somos más viejos y nos cuesta más.
Siento que no puede darse una auténtica pastoral sin conocernos mutuamente. Resultaría una pastoral “anónima”. Y el anuncio del Evangelio debiera ser mucho más personalizado.
Por eso, o Jesús despierta más vocaciones de pastores, o la Iglesia busca otros caminos para que más fieles se comprometan. Y digo “más fieles” porque si digo “que las mujeres que también pastorear” accedan a pastores, me corro el peligro de que me cuelguen y no tengo vocación de ahorcado.
Pastores de los pastores
Aquí quiero felicitar a Benedicto XVI que hablando a Obispos recién consagrados les pide: “Vigilad al rebaño, prestando una atención especial a los sacerdotes. Guiadlos con el ejemplo, vivid en comunión con ellos, estad siempre disponibles para escucharlos y acogerlos con benevolencia paterna, valorando sus diversas cualidades”.
También nosotros siendo pastores terminamos siendo también rebaño. Y como el resto de ovejas necesitamos que alguien se preocupe de nosotros.
Tenemos que escuchar, pero también necesitamos ser escuchados.
Tenemos que ser modelo, pero también necesitamos modelos.
Tenemos que conocer, pero también necesitamos ser conocidos.
Tenemos que vivir en comunión, pero también necesitamos la comunión de nuestros pastores.
Tenemos que darles nuestro tiempo al rebaño, pero también necesitamos que nuestros Obispos nos concedan parte de su tiempo para escucharnos.
Tenemos que amar a nuestras ovejas, pero también necesitamos sentirnos amados de nuestros Pastores Obispos.
Nos lamentamos del fallo de muchos pastores. ¿Será siempre culpa nuestra? También nosotros tenemos nuestro corazón y nuestros sentimientos y nuestras luchas y nuestros cansancios. Por eso necesitamos “una atención especial” de nuestros Obispos.
En el Día del Buen Pastor, un saludo fraterno a todas las ovejas del rebaño, pero también un fraterno saludo a todos los pastores que han entregado su vida al servicio de los demás.
Clemente Sobrado C. P.