Archivo mensual: abril 2013

Bocadillos espirituales para vivir la Pascua: Domingo 4 º – Ciclo C

“Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”. (Jn 10, 27-30)

Todos los años, el cuarto domingo de Pascua, lo llamamos “Domingo del Buen Pastor”. Claro que se trata de Jesús como el Buen Pastor que cuida de todos que somos su rebaño. Pero como el Evangelio no es para que se quede en el pasado sino que se haga contemporáneo y como tampoco es para que lo cumpla Jesús, sino para que se haga vida en nosotros, lo aplicamos a los pastores de hoy.

Y siempre lo solemos leer más desde el rebaño que desde el pastor mismo. Por eso, me vais a permitir que hoy, más que del rebaño, reflexione sobre nosotros los pastores.

“Mis ovejas escuchan mi voz”.
Jesús podía decirlo, porque él era la voz del Padre.
Mi problema es distinto. Cuando yo hablo: “¡Escuchan mi voz o logro que, escuchándome a mí, escuchen a Jesús o escuchen al Padre?”
¿No estaré hablando demasiado de mis propias ideas y criterios?
¿No estaré expresando más mis propios pensamientos que los pensamientos de Jesús?
¿No estaré manifestando más mi propio modo de ver que el modo de ver de Jesús?
Al fin y al cabo, nosotros somos “los pastores encargados por el Buen Pastor”.
Las ovejas no son nuestras sino de Jesús.
Las ovejas tienen que escucharle a El que es “el camino, la verdad y la vida”.
De ahí la pregunta ineludible de todos los pastores: “le escuchamos primero nosotros para, como los Profetas, poder decir al pueblo: “Esto dice el Señor”, no “esto digo yo”.
En todo caso, debo pedir comprensión a nuestro rebaño que es el Pueblo de Dios, pues es la misión que El nos encomendó. Y somos humanos y es posible que, más de una vez, nos salga nuestro yo más que el “Yo” de Jesús. También El es nuestro Pastor y nosotros, pastores, “tenemos que escuchar su voz” si es que queremos ser su voz para vosotros.

“Y yo las conozco”
Cada vez conocemos menos a nuestras ovejas. Porque cada vez somos menos y las ovejas son más. Y cada vez somos más viejos y nos cuesta más.
Siento que no puede darse una auténtica pastoral sin conocernos mutuamente. Resultaría una pastoral “anónima”. Y el anuncio del Evangelio debiera ser mucho más personalizado.
Por eso, o Jesús despierta más vocaciones de pastores, o la Iglesia busca otros caminos para que más fieles se comprometan. Y digo “más fieles” porque si digo “que las mujeres que también pastorear” accedan a pastores, me corro el peligro de que me cuelguen y no tengo vocación de ahorcado.

Pastores de los pastores
Aquí quiero felicitar a Benedicto XVI que hablando a Obispos recién consagrados les pide: “Vigilad al rebaño, prestando una atención especial a los sacerdotes. Guiadlos con el ejemplo, vivid en comunión con ellos, estad siempre disponibles para escucharlos y acogerlos con benevolencia paterna, valorando sus diversas cualidades”.

También nosotros siendo pastores terminamos siendo también rebaño. Y como el resto de ovejas necesitamos que alguien se preocupe de nosotros.
Tenemos que escuchar, pero también necesitamos ser escuchados.
Tenemos que ser modelo, pero también necesitamos modelos.
Tenemos que conocer, pero también necesitamos ser conocidos.
Tenemos que vivir en comunión, pero también necesitamos la comunión de nuestros pastores.
Tenemos que darles nuestro tiempo al rebaño, pero también necesitamos que nuestros Obispos nos concedan parte de su tiempo para escucharnos.
Tenemos que amar a nuestras ovejas, pero también necesitamos sentirnos amados de nuestros Pastores Obispos.

Nos lamentamos del fallo de muchos pastores. ¿Será siempre culpa nuestra? También nosotros tenemos nuestro corazón y nuestros sentimientos y nuestras luchas y nuestros cansancios. Por eso necesitamos “una atención especial” de nuestros Obispos.

En el Día del Buen Pastor, un saludo fraterno a todas las ovejas del rebaño, pero también un fraterno saludo a todos los pastores que han entregado su vida al servicio de los demás.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir la Pascua: Sábado de la 3 a. Semana – Ciclo C

“Desde entonces, Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contestó. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. (Jn 6, 60-69)

También Jesús debió pasar por una seria crisis.
La crisis del abandono.
La crisis de la fe en él.
La crisis de quienes pensaron que su modo de hablar “era duro”.

Hay crisis, consecuencia de situaciones difíciles.
Hay crisis, consecuencia de lo que vemos.
Hay crisis, consecuencia de las exigencias que se nos presentan.
Hay crisis, consecuencia de no querer arriesgarnos.
Hay crisis, consecuencia de no aceptar el cambio.
Hay crisis, consecuencia de no aceptar los grandes ideales.

De ordinario, las crisis tienen su origen no tanto en lo que se no ofrece, sino en las motivaciones de nuestro seguimiento. El lo dijo claramente: “Me buscáis por el estómago”.

Es lo mismo que sucede en la Iglesia.
La Iglesia no es lo que nosotros quisiéramos.
La Iglesia no responde a nuestros intereses.
La Iglesia no es lo que nosotros desearíamos.
La Iglesia no se actualiza a nuestros gustos e intereses.
Lo cual quiere decir: ¿por qué nosotros nos declaramos Iglesia?
Lo cual quiere decir, ¿qué concepto tenemos de Iglesia?

“Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”.
Sabemos por qué muchos se echaron a tras y se fueron y lo dejaron.
Sencillamente sintieron miedo a los nuevos cambios que Jesús anunciaba.
Preferían seguir la religión de la Ley a la religión de la vida y del amor.
Sabemos que no eran razonables estos abandonos.
O mejor sabemos que no lograron entrar en estos caminos de Jesús.
Hay abandonos que son dolorosos, pero hasta cierto punto, uno puede entenderlos, no justificarlos, pero sí comprenderlos.
Había allí un novedad no fácil de entender para quienes vivían sometidos a la religión de la Ley.

El problema que a nosotros nos toca plantear es:
¿por qué tantos abandonan hoy la Iglesia?
¿por qué tanto dejan hoy la Iglesia y buscan otras Iglesia?
Y esto sí nos tiene que preocupar. El abandono de tantos cristianos bautizados que hoy dejan la Iglesia no nos puede dejar indiferentes.
No siempre la culpa la tiene los que se van sino los que nos quedamos tan tranquilos, como si aquí no sucediera nada.
Me preocupan los que se salen de la Iglesia.
Pero me preocupa más la frialdad e indiferencia de los que decimos seguir en la Iglesia. Y en esto quiero dar razón al Documento “Aparecida”, donde nuestros mismos Obispos reconocen:
“Según nuestra experiencia pastoral, muchas veces la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” cree, sino, fundamentalmente, por lo que ellos viven: no por razones doctrinales  sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos, sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes. Buscan, no sin serios peligros, responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado, como debiera ser, en la Iglesia”. (DA 225)

Es triste y dolorosa esta confesión de la Iglesia Latinoamericana
Se trata no de doctrinas ni teologías.
Se trata de vivencias. Se trata de estilos pastorales.
Se trata de que no encuentran respuestas a sus inquietudes.
Y esto es confesión de la Iglesia misma.
Y sin embargo, preferimos seguir con nuestro estilo pastoral.
Preferimos nuestro estilo a pastoral a preguntarnos si nuestros cristianos encuentran en ella respuesta a sus dudas y preocupaciones.
La rigidez de nuestra Iglesia puede ser motivo de abandono.
No decimos fidelidad doctrinal, sino aquello que nosotros hacemos o dejamos de hacer.
Preferimos el principio de “no cambiar”, de “hacer lo de siempre” a cambiar, donde los métodos sean más importantes que las personas.

Clemente Sobrado C. P.

¿Y quien cuida de los pastores?

Domingo 4 de Pascua – C
Jesús el Buen Pastor

En este cuarto Domingo de Pascua celebramos cada año el Día del Buen Pastor, pues leemos siempre la parábola de Juan sobre “Jesús el Buen Pastor”. Pero a pesar de que en sí mismo la parábola tiene como centro al Buen Pastor, nos resulta más fácil hablar del rebaño, de las ovejas. Y no estamos equivocados, pues Jesús se describe a sí mismo en una relación de ida y vuelta: “yo y las ovejas”, “las ovejas y yo”.

En mi reflexión y mensaje de hoy quisiera partir de una preocupación.
Las ovejas necesitan pastores.
Y los pastores necesitan del rebaño.
Resulta difícil hablar del rebaño sin pastor.
Como también resulta difícil hablar del pastor que no tiene ovejas.
Pastores que dan la vida por sus ovejas.
Ovejas que siguen a sus pastores.

Pero ¿y quién cuida de los pastores?
Es importante que vivamos preocupados por las ovejas.
Pero ¿no es tan importante vivir preocupándonos de los pastores?

Benedicto XVI en su discurso a los nuevos Obispos, en el Curso organizado por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, les dijo algo bien importante.
“La misión requiere pastores configurados con Cristo por la santidad de vida, prudentes y clarividentes, dispuestos a entregarse generosamente por el Evangelio y a llevar en el corazón la solicitud por todas las Iglesias”.

Todo esto parece y es bonito.
Pero lo que ha despertado más mi atención es lo que luego exige a los Obispos.
Está muy bien que los Obispos pretendan tener pastores de esa talla.
Pero ¿qué hacen los Obispos para ello?
Y es ahí, donde el Papa les dice:
“Vigilad al rebaño, prestando una atención especial a los sacerdotes.
Guiadlos con el ejemplo,
Vivid en comunión con ellos,
Estad disponibles para escucharlos,
Valorando sus diversas capacidades.
Esforzaos por asegurar a vuestros sacerdotes encuentros de de formación específicos y periódicos.
Haced que la Eucaristía sea siempre el corazón de su existencia y la razón de ser de su ministerio  Tened una mirada de fe sobre el mundo de hoy, para comprenderlo en profundidad, y un corazón generoso, dispuestos a entrar en comunión con las mujeres y los hombres de nuestro tiempo”.

Comunidad Pasionista en la Ordenación Sacerdotal del P. Alcides Guerrero

Los sacerdotes necesitan de su propio pastor.
Necesitan ver en su Obispo, el Pastor, verdadero “guía con sus ejemplo”.
Necesitan una auténtica comunión entre el Obispo y el sacerdote pastor.
Necesitan que sus Obispos pastores estén disponibles para escucharles.

En realidad, lo que el Papa les pide es:
Una mayor cercanía, no solo al pueblo cristiano, sino también a sus sacerdotes.
Una mayor disponibilidad para escuchar a sus sacerdotes.
Porque también el sacerdote tiene sus problemas.
Porque también el sacerdote necesita ser escuchado.
Porque también el sacerdote necesita el calor de la cercanía de su Pastor.
Porque también el sacerdote necesita sentirse valorado personalmente.
Porque también el sacerdote necesita sentirse, no solo “vigilado”, sino “estimado”.
Porque también el sacerdote necesita sentir la comunión con su Pastor y no sentirse una isla flotante o una pieza de ajedrez en el tablero de la Diócesis.
Porque también el sacerdote necesita sentirse amado.
Porque también el sacerdote necesita del calor humano.
Y cuando no siente ese calor de su pastor, pude buscarlo fuera.
Y entonces vienen las “excomuniones”.

Pastores del rebaño.
Pastores de los pastores.
Sin el pastor las ovejas no tienen a quien seguir.
Sin el Pastor, los pastores se sienten asalariados.
Sin pastor las ovejas no tienen quienes las reconozcan ni reconocen a nadie.
Sin el Pastor, los pastores tampoco se sienten reconocidos.
Señores Pastores, ¡no se olviden de sus pastores!
“Estén disponibles para dedicarles tiempo y poder escucharles”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir la Pascua: Viernes de la 3 a. Semana – Ciclo C

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en el. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí”. (Jn 6,52-59)

Facebook: News.va

Un Director espiritual que tuve en mis últimos años de seminario, unos meses antes de ordenarme, me dijo muy serio y muy tierno:
“Nunca te costumbres a celebrar”.
“Nunca te acostumbres a comulgar”.

Ahora que leo este texto del Evangelio de Juan, creo que lo estoy comprendiendo.
Comer la carne y beber la sangre de Jesús es hacer que “él habite en mí”.
Comer la carne y beber la sangre de Jesús es lograr que “yo habite en él”.
No sé si Jesús es el que vive en mí o soy yo quien habito en Jesús.
Y ambos habitamos en el Padre.
No sí si es Jesús quien vive en mí o soy yo quien vivo en él.
O los dos vivimos inmersos en la misma vida.
Y para colmo: “El Padre que vive, me ha enviado, y yo vivo por el Padre, del mismo modo, el que me come vivirá mí”.

Ya no tengo vida propia, porque la vida que vivo es la de Jesús en mí.
No sé si Jesús tiene vida propia, porque la vida que vive es la que vive en mi.
¿Será que comer la carne de Jesús y beber su sangre es como una especie de embarazo?
Ya no tengo mi vida porque es el que vive en mi.
Ya no tiene su propia vida por es la que El vive en mí.
Como la madre embarazada.
Ella vive en el niño y el niño vive en ella, los dos la misma vida.

Cada día me sorprendo más a mí mismo.
Cada día me admiro más a mí mismo.
Cada día me siento más maravilloso a mí mismo.
Cada día me siento más misterioso a mí mismo.
Cada día me siento más humano.
Cada día me siento más divino.
Cada día, como Jesús, me siento más humano y divino a la vez.

Todavía no salgo de mi asombro:
Por la baja idea que tenemos de nosotros.
Por la baja estima que tenemos de nosotros.
Por lo poco que nos valoramos.
Por la baja estima que tenemos de los demás.
No es que llevemos “sangre azul” en nuestras venas.
Pero llevamos la “sangre roja de Dios” corriendo por nuestras vidas.
Compartimos la misma vida del Padre y del Hijo.
¿Podemos pedir más?
El día que descubramos nuestra verdad, brincaremos de gozo y alegría.
El día que descubramos nuestra verdad, ya no tendremos que buscar a Dios lejos, porque corre por nuestras venas.
El día que descubramos nuestra verdad, tendremos que gritar como Pablo: “ya no soy yo sino que es Cristo quien vive en mí”.

¿Y la comunión nos sabrá igual?
¿Y la comunión tendrá el mismo gusto para nosotros?
Ahora entiendo a San Bernardo cuando decía: “Cuando rumio dulcemente las palabras de la escritura, se llenan mis entrañas, se sacia mi interior y la médula de mis huesos destila alabanza”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir la Pascua: Jueves de la 3 a. Semana – Ciclo C

“Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ese ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. (Jn 6,44-51)

Un Evangelio que puede prestarse a equivocaciones.
Daría la impresión de que la salvación depende de los caprichos del Padre. Solo los atraídos por el Padre puede creer en Jesús.
Sin embargo, Juan nos pone la clave ahí mismo.
Dios no es un voluntarista.
El camino de la salvación está, no en los caprichos del Padre, que constantemente confiese que quiere que todos se salven.
El camino está en “escuchar al Padre”.
El camino está en “aprender de Jesús”.

Escuchar a Dios.
Hacerle un hueco en nuestro corazón.
Escuchar esa palabra interior.
Escuchar esa palabra de Jesús que es también Palabra del Padre.
Juan mismo llama a Jesús “Palabra”.
De ahí, la importancia de la escucha de la Palabra, como camino a Jesús y como camino al Padre.

Flickr: S. Reachers

La palabra es el medio de comunicarnos entre nosotros.
La palabra es el medio de comunicarse Dios en Jesús.
La palabra es el medio de comunicarse Jesús en nosotros.
No se trata de una palabra cualquiera.
Se trata de una palabra reveladora de Dios y del camino hacia Dios.
Por eso nosotros nos definimos ante Dios:
Escuchando su Palabra.
Creyendo en su Palabra.
Celebrando su Palabra.
Viviendo su Palabra.

Y un anuncio sorpresivo: “el que cree tiene vida eterna”.
No es una promesa de futuro.
No es una promesa para después.
Es una promesa para hoy y para ahora.
“Creer en la palabra es ya poseer la vida eterna ahora”.
Es la gran importancia de la palabra.
Es la gran importancia de los efectos de la palabra ahora.

Y la gran palabra de Dios es Jesús mismo.
Y la gran palabra de Jesús res él mismo, “hecho pan vivo bajado del cielo”.
La palabra es el pan diario de Dios.
Y Jesús hecho pan es la palabra de vida de Dios.

Y esa palabra no es simplemente comunicadora de ideas y pensamientos.
Comer la “palabra hecha pan” es comunicadora de vida eterna.
Comer esta “palabra-pan” es el gran regalo de Dios: “la vida eterna”.
Eucaristía y palabra son los dos centros de la Iglesia.
“Pan y palabra” son los dos ejes sobre los que gira y vive la Iglesia.
“Pan y palabra” son los dos ejes de la vida del cristiano.
“El que coma de este pan, vivirá para siempre”.
La palabra se hace pan.
Y el pan se hace carne.
Y palabra, pan y carne se hacen “vida para siempre”.

En el mundo hay demasiadas muertes.
En el mundo se habla demasiado de la muerte.
Y en el mundo “existe la vida”.
Y en el mundo “hay vida” y viva verdadera.

El mundo no es ese que nos traen cada mañana los periódicos ensangrentados de tanta muerte.
El mundo, aún sangrante de tanta muerte, es un mundo que tiene vida.
Mientras exista la palabra de Dios, el mundo tiene mucha vida.
Mientras exista la palabra hecha pan, el mundo tiene mucha vida.
Mientras exista la palabra hecha carne, el mundo tiene mucha vida.
El mundo no está muerto, por más muertos que causemos cada día.
El mundo tiene vida y está vivo en la Palabra de Dios hecha pan y hecha carne “para la vida del mundo”.

Clemente Sobrado C. P.