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Palabras de esperanza: Lunes 7 del Tiempo ordinario

P. Clemente Sobrado cp.

“Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo. Él les preguntó: ¿De qué discutís? Uno le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo, tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos. Jesús replicó: ¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe. Entonces el padre del muchacho gritó: Tengo fe, pero dudo, ayúdame”. (Mc 9,13-23)

“Todo es posible para el que tiene fe”.
Solemos repetir con frecuencia: “le fe hace milagros”.
Y lo decimos cuando vemos que alguien lucha
y se esfuerza y que, a pesar de todos los fracasos, sigue luchando.
Jesús nos habla de la fe en él.

Este buen padre acude a Jesús, pero aún con ciertas dudas,
porque acudió a los discípulos y no pudieron hacer nada.
Y ahora acude a él y lo hace con cierta indecisión.
“¿Si puedes?”
Ellos no han podido, posiblemente tú puedas hacerlo.
Y Jesús comprende su deseo, comprende sus dudas,
y su frustración ante la incapacidad de sus discípulos.
Y lo primero que hace Jesús es fortalecer su fe,
sacarlo de sus dudas.

Este hombre es sincero consigo mismo.
Hubiera podido decirle a Jesús: “Claro que tengo fe”.
Pero es sincero con Jesús, no trata de engañarle.
“Tengo fe, pero dudo, ayúdame”.
Tengo fe, pero con dudas, ayúdame a fortalecer mi fe.

¡Con qué facilidad solemos decir: “Yo tengo fe”!
Posiblemente la tengas.
Pero puede que sea una fe muy débil.
Y te contentes con la debilidad de tu fe.
Y te sientas satisfecho de tu pobre fe y te quedes ahí.
Y no trates de hacerla más fuerte, más sólida.

Confieso que muchas veces, personalmente cuestiono mi fe.
Sí, por más sacerdote que sea,
no puedo darlo todo por hecho,
siempre tendré que revisarme a mí mismo
y cuestionarme a mí mismo.
Porque en la vida no faltan momentos de oscuridad
en los que uno siente como si le hundiese el piso.
Claro que creemos, pero cada día debiéramos
pedirle a Jesús que nos ayude,
que “nos haga cada día más creyentes”.
“Yo creo, Señor, pero aumenta mi fe”.
Una oración que posiblemente hacemos poco
y debiéramos hacer más.
Pedirle fe, y pedirle que cada día
“nos haga más fuertes en la fe”.
Dudar no significa que no crea, pero puede significar
que nuestra fe es todavía muy débil.

Mi oración pidiendo más fe:
“Señor, yo tengo fe en ti, yo creo.
Pero siento que mi fe es débil y frágil.
Porque siento que, cada vez que me salen mal las cosas,
comienzo a dudar de ti.
Porque cuando en casa las cosas vienen todas juntas,
te pregunto, pero ¿por qué todo esto a mí?
Porque cuando rezo pidiéndote algo,
y no me sale como yo quisiera, termino por cuestionarte a ti
y hasta me atrevo a decirte que no me quieres.
Porque muchas veces, Señor, dudo de tu amor.
Porque muchas veces, Señor, no me atrevo a dejarlo todo
en tus manos y prefiero la seguridad de las mías.
Porque muchas veces pierdo la esperanza
de que todo esto pueda cambiar.
Porque muchas veces caigo en la tentación
de tirar la toalla y dejo de luchar.

Por eso, Señor, hoy quiero pedirte:
Aumenta mi poca fe.
Fortalece la debilidad de mi fe.
Anima mi fe para dar cara por ti.
Aumenta mi fe cuando escucho tu Palabra.
Aumenta mi fe cuando te pido algo.
Aumenta mi fe cuando dudo de todo.
También yo quisiera, como el padre del muchacho enfermo,
“gritarte: Tengo fe, pero dudo, ayúdame”.

Palabras para caminar: Atrévete a creer

1.- Atrévete a creer. Atrévete a fiarte de Dios aunque te falle el piso entero bajo tus pies. Tu mayor acto de fe lo harás el día en que no tengas nada en qué apoyarte y te agarres única y exclusivamente de las manos de Dios, sin miedo a que te suelte. ¿Te atreves a creer así?

Flickr: José Manuel Ríos Valiente

2.- Atrévete a creer. Atrévete a renunciar a tu manera de pensar y ver las cosas y arriésgate a verlas siempre desde Dios y de cómo las ve Dios. Cuando sea noche total en tu vida, tú sigue adelante sin más luz que tu confianza en que Dios no te engaña. ¿Te atreves a creer así?

3.- Atrévete a creer. No sólo con la cabeza. Es muy fácil creer con la cabeza. La verdadera fe es creer con la vida. Que tu misma vida sea una confesión clara y nítida de fe. Quien cree con la vida vive de la fe y la fe se hace vida y la vida se hace fe. ¿Te atreves a creer así?

4.- Atrévete a creer. No sólo cuando todos creen. Sería posiblemente una fe social. Tú estás llamado a creer precisamente cuando los demás se cierran a la fe y aún te dicen que creer es una tontería. Llamado a creer, aunque por ahí te cuenten el cuento de que la fe te da la respuesta a todo. ¿Te atreves a creer así?

5.- Atrévete a creer. No cuando todos te aplauden sino cuando todos te critican y aún se ríen de ti. Ahí es donde Dios está necesitando testigos. Dios no necesita tanto de testigos entre los que ya tienen fe, sino precisamente allí donde no hay fe. ¿Te atreves a creer así?

6.- Atrévete a creer. Incluso cuando tengas que confesar tu fe con el testimonio de tu propia vida. Los mártires murieron por su fe. Su único delito fue creer. Cuando tu fe sea rubricada con tu propia vida, sentirás que valió la pena creer de verdad. ¿Te atreves a creer así?

7. – Atrévete a creer. Que tu fe llegue a fastidiar a los dormidos, a los que viven anestesiados. El mejor signo de tu fe es que donde tú estás los demás se sienten incómodos. Es señal de que estás emitiendo mensajes que cuestionan sus vidas. Y una fe que cuestiona a otros es verdadera. ¿Te atreves a creer así?

Clemente Sobrado, C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 18 a. Semana – Ciclo B

“Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: “¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?” Les contestó: “Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible”. (Mt 17,14-20)

Soy de los que estaba convencido de que tenia fe.
Luego de leer este Evangelio, confieso que ya me entran serias dudas.
Y no es que me cueste recitar el Credo.
Ni es que me cueste decir que tengo fe en Dios.

Primero Jesús nos dijo que el Reino de Dios se parecía a “un grano de mostaza”.
Yo tengo un puñadito de estos granos, traídos de Tierra Santa.
Los veo tan diminutos que, uno por uno, casi me parecen invisibles.
Y ahora, Jesús les dice a los suyos que su fe es tan pequeña que no llega ni siquiera a un grano de mostaza.
Y para colmo le dice que:
Con una fe tan diminuta hubiesen podido curar de epilepsia a este muchacho.
Con una fe tan diminuta serían capaces de trasladar una montaña.
¡Cuánto ahorrarían los tratan de allanar montañas, maquinarias tan sofisticas!
Personalmente no me arriesgaría a cambiar de lugar a una montaña.
Pero ¡cuánto me gustaría poder sanar a mi hermano enfermo!
Yo que llevo tantos años de sacerdote:
hablando de la fe,
promoviendo la fe,
y celebrando los misterios de la fe,
¿tampoco mi fe llegará a un simple grano de mostaza?

Siempre resulta peligroso:
Dar “supuesto que creemos”.
Dar “supuesto que creemos en Dios”.
Dar por supuesto que “creemos en el Evangelio”.

En alguna ocasión leí.
“no des nada por supuesto”.
“mejor que te cuestiones cada día”.
“mejor que te preguntas cada día”.
“mejor que te fijas como vives cada día”.

Porque la fe no es cuestión de saber sobre Dios, ni saber sobre el Evangelio.
Sino que la fe:
Es una actitud de vida.
Es una vida.
Es una relación personal con Dios.
Es un fiarse totalmente de Él.

Se cree con la cabeza, pero más se cree con el corazón.
Se cree con la cabeza, pero más se cree con la vida.
Fe y vida no son algo paralelo.
Fe y vida son algo que se funden en un mismo pensar.
Fe y vida son algo que se funden en unos mismos criterios.
Fe y vida son algo que se funden en un mismo actuar.
No podemos hablar de fe sino podemos hablar de vida.
La medida de nuestra fe nos la dará siempre la confianza, el abandono en Dios.
La medida de nuestra fe la medimos por nuestra coherencia de nuestra vida.
Dime cómo vives y te diré cómo es tu fe.
Cuanto más plena sea tu vida, mayor será tu fe.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 18 a. Semana – Ciclo B

“Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón, Una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.”Atiéndela, que viene detrás gritando”. “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Irreal”. “No está bien echar a los perritos el pan de los hijos”. “Mujer qué grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas”. (Mt 15, 21-28)

Un Evangelio un tanto extraño.
Un Jesús desconocido.
Un Jesús aparentemente encerrado en Israel.
Un Jesús aparentemente excluyente de los que no son de Israel.
Un Jesús que aparentemente rebaja y hasta desprecia a los que no son del Pueblo de Israel.

A veces Jesús toma actitudes un tanto extrañas.
¿Por qué a sí las siente?
¿O porque quiere llamar la atención de sus discípulos?
Nos inclinamos por esta versión.
Llamar la atención y hasta un cierto escándalo.
Hasta ellos tiene que hacer de intercesores. “Atiéndela”.
Y un Jesús que prácticamente la llama perra a esta pobre mujer.
Quiere demostrarles que también fuera de Israel puede haber mucha fe.
Que Israel no es el único que tiene fe.
Al contrario que también entre los extraños puede haber más fe que entre los propios.

Saber reconocer que también entre los que no son de los nuestros puede haber una gran fe. “Mujer, qué grande es tu fe!»
Con frecuencia pensamos que solo en la Iglesia está toda la verdad.
Que fuera de la Iglesia todo es mentira.
Y también fuera de la Iglesia puede haber mucha fe, aún sin reconocerla.
También fuera de la Iglesia puede haber mucha bondad.
También otras Iglesias tienen mucha fe.
También en aquellos que decimos paganos puede haber mucha verdad.
También en ellos puede haber mucha bondad.
Se dice que Uruguay es el país más secularizado y menos creyente.
Y sin embargo con los problemas del medo oriente, fue el primer país en ofrecer acogida a ciento cincuenta personas expatriadas, dándoles posibilidades de una vida digna.

Llama la atención la actitud del Papa Francisco siempre abierto a las demás Iglesias y religiones.
Estar abiertos e incluso dar acogida no significa que todo sea igual.
Es simplemente estar abiertos a lo bueno que hay en otras partes.
Es comprender lo bueno que hay en los que no son como nosotros.
Es respetar a los que no piensan como nosotros.
No todos pensamos lo mismo.
Ni siquiera dentro de la misma Iglesia.
Incluso en el matrimonio y la familia.
Respetar el pensamiento de los notros no significa que cambiemos el nuestro.
Estoy convencido que en las distintas religiones hay muchas cosas buenas, que incluso debiéramos imitar.
No es que debemos renunciar a la Iglesia sino reconocer que no tenemos la exclusiva de la verdad ni de la bondad.
Jesús se admira de la fe de esta pagana.
Tal vez debiéramos tener la capacidad de admirar todo lo bueno que al otro lado de nuestras fronteras humanas y religiosas.

Los problemas no se solucionan confrontándonos sino respetándonos.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Martes de la 15 a. Semana – Ciclo B

“Se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: “¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se hubiesen convertido, cubiertas de sayal y ceniza”. (Mt 11,20-24)

Se dice de muchos países que están sentados en una mina de oro, y sin embargo, siguen siendo pobres.
No siempre la abundancia es señal de que la gente sea rica.
Algo parecido nos dice Jesús en el Evangelio de hoy.

Muchos milagros, pero poca conversión.
Muchos milagros, pero poca fe.
No todos tienen las mismas oportunidades para creer.
No todos tienen las mismas posibilidades para creer.
No todos tienen los mismos medios para ser verdaderos cristianos.
Tiro y Sidón no han visto tantos milagros.
Por eso tienen disculpa.

Hay lugares donde la presencia de la Iglesia está como saturada.
Hay lugares donde se acumulan las posibilidades de vivir la fe.
Hay lugares donde la gente se queja por gusto, teniendo todos los servicios a mano.
¿Será Roma el modelo de vida creyente en Jesús?
¡No será por falta de posibilidades!

Como también hay lugares:
Donde la presencia de la Iglesia es escasa.
Donde la presencia del sacerdote es mínima.
Donde las posibilidades de atención son reducidas al máximo.
Donde los servicios de la Iglesia están prácticamente ausentes.

Y la pregunta salta a la vista:
¿Hay una verdadera respuesta de fe según las posibilidades que tenemos?
¿No tendríamos que decir también nosotros que, si en otros lugares donde la presencia de la Iglesia es mínima, no habría una mejor respuesta que allí donde nos estorbamos unos a otros?

Una cosa es cierta:
A mayores posibilidades, mayores oportunidades.
A mayores posibilidades, mayores responsabilidades.
A mayores posibilidades, mayores exigencias.

¿Alguien podrá pedir más responsabilidades a quienes viven en la miseria, que a quienes lo tienen todo?
¿Alguien podrá exigir lo mismo a quienes carecen de todo que a quienes no carecen de nada?
¿Alguien podrá exigir lo mismo a quienes tienen una misa al año, que a quienes tienen ocho o diez misas cada domingo?
¿Alguien podrá exigir la misma moralidad a quienes viven marginados y apiñados en unas esteras, que a quienes disponen de grandes mansiones?

Yo sé los dones que el Señor ha derramado en mi vida.
No sé los que habrá derramado en la tuya.
Por eso no puedo sentirme superior a ti.
Tampoco puedo juzgarte.
Cada uno sabe lo que ha recibido y su propia responsabilidad.
Cada uno conoce las semillas sembradas.
Y cada uno es testigo de su propia siega

Clemente Sobrado C. P.