“Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de los malos espíritus y enfermedades. María la Magdalena, de la que había n salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que ayudaban con sus bienes”. (Lc 8,1-3)
Jesús no era machista.
Jesús, rompiendo con la ley, abre paso al feminismo.
El grupo de Jesús no solo masculino.
También está integrado por mujeres.
Mujeres, además, con las que rompe toda segregación:
Primero las integra a su grupo.
Segundo, mujeres de diferentes condiciones:
“Mujeres curadas de malos espíritus”.
Mujeres curadas de distintas enfermedades”.
Mujeres de clase alta como la “esposa de Cusa”.
Mujeres anónimas como “Susana”.
Mujeres anónimas que “le ayudaban con sus bienes”.
No eran mujeres anónimas y sin nombre.
No eran mujeres que estaban como camufladas en el grupo.
Eran mujeres definidas, con su propio nombre.
Eran mujeres que personificaban distintas situaciones morales y sociales.
Jesús las integra al grupo de discípulos como a los hombres.
Jesús no es de los que ve en la mujer un “peligro” para los suyos.
Jesús ve en ellas unas colaboradoras.
No podemos apoyarnos en Jesús para rebajar a un segundo plano a la mujer.
Es más, en el momento supremo de su vida, al pie de la Cruz aparece un hombre y tres o cuatro mujeres.
Son ellas los testigos inmediatos del acto supremo de amor de Jesús.
Como también serán ellas los primeros testigos pascuales de la resurrección.
Es posible que la Iglesia tenga que pedir perdón por el bajo concepto que ha tenido de la mujer.
Es posible que la Iglesia tenga que pedir perdón por haber renunciado al rostro femenino.
Es posible que la Iglesia tenga que pedir perdón por no haber reconocido la obra de la mujer en la evangelización.
Es posible que la Iglesia tenga que pedir perdón por tantas cosas que se han dejado de hacer con la exclusión de la mujer.
Es interesante escuchar la confesión del Papa Francisco sobre la mujer en la Iglesia.
El papa Francisco aseguró este sábado que «sufre» cuando ve que en la Iglesia y en las organizaciones eclesiales se reduce el papel de las mujeres sólo «a la servidumbre».
«Sufro, y os digo la verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas instituciones eclesiales que el papel de la mujer queda relegado a un papel de servidumbre y no de servicio. Veo mujeres que hacen cosas de servidumbre y no de servicio», dijo.
Así se expresó el pontífice en el discurso a los participantes en la convención celebrada con ocasión de los 25 años de la carta apostólica «Mulieris Dignitatem» de Juan Pablo II sobre la mujer. Profunda reflexión
El papa, que siempre ha abogado por la importancia del papel de la mujer, explicó que es necesario una reflexión de toda la Iglesia «para dar mayor valor a la presencia de las mujeres».
Las hemos recluido en la sacristía limpiando los ornamentos o barriendo la Iglesia, pero marginadas de los espacios de decisiones de la Iglesia.
Clemente Sobrado C. P.