Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 10 a. Semana – Ciclo B

“Dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolirla Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud”. (Mt 5,17-19)

Jesús no ha venido a suprimir las leyes.
Jesús no ha venido para que vivamos cada uno a nuestro aire.
La ley es necesaria para que haya orden en la sociedad.
Jesús ha venido a dar el verdadero sentido a la ley.
Ha venido a descubrirnos el sentido y finalidad de la ley.
Ha venido a manifestarnos la primacía de la ley.
Ha venido a poner la ley en su lugar.
Jesús ha venido a convertirse él mismo en la mejor ley.

Hoy todos preferimos vivir a nuestro capricho.
Y esa es no la vida que quiere Jesús.
Jesús quiere liberarnos de la esclavitud de la ley.
No quiere que el hombre viva para cumplir la ley sino que la ley sirva al hombre.
Quiere dar plenitud a la ley.
Porque la ley ayuda a vivir, pero la ley no es vida.
Porque la ley no es ningún fin, sino un medio.
Quienes pretenden saltarse la ley, quieren vivir a su antojo.
Y la vida vivida a nuestro antojo termina siendo una vida carente de sentido.

La ley pone orden en la sociedad.
Lo malo es cuando la sociedad esclaviza al hombre a la ley.
Por eso Jesús:
Viene a dar sentido a la ley.
Una ley al servicio de la realización del hombre.
Una ley al servicio del crecimiento del hombre.
Una ley que dé unidad y sentido al hombre.
Por eso él reducirá todas las leyes a dos:
Amor a Dios.
Amor al hombre.
Dios no gobierna el mundo por la ley.
Dios gobierna al mundo por el amor.
Dios no se impone al hombre por la ley.
Dios se relaciona con el hombre por el hombre.
Dios no quiero que los hombres nos domestiquemos por la ley.
Dios quiere que los hombres nos entendamos por el amor.

Jesús no viene a abolir la ley.
Pero sí viene a darle plenitud.
Y la plenitud de la ley es el amor.
Porque la ley mal entendida no sirve para nada:
No voy a Misa “porque está mandado”.
Voy a la Misa porque quiero celebrar, vivir y profundizar mi fe.
No me confieso porque está mandado.
Me confieso porque quiero convertir mi corazón.
No amo a mi hermano porque está mandado.
Amo a mi hermano porque Dios le ama.
No se trata de “cumplo y miento”.
Se trata porque mi corazón vive y se rejuvenece.

Clemente Sobrado C. P.

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