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Palabras para caminar: Atrévete a la Esperanza

1.- ¿Te atreves a ser un hombre y una mujer que apuestan por la esperanza? Aunque todo lo veas negro, piensa que al otro lado la vida está blanca. Aunque todo te parezca imposible, piensa que al otro lado, aún quedan las posibilidades de Dios en ti. Aunque todo te parezca absurdo, piensa que al otro lado, está la lógica de Dios.

Flickr: Ferran Jordà

2.- ¿Te atreves a ser un hombre y una mujer que apuestan por la esperanza? Donde todos vean lágrimas, descubre tú sonrisas. Donde otros vean noche, tú descubre el amanecer. Donde todos vean muerte, tú puedes descubrir vida. Donde otros no ven nada, tú puedes ver la mano invisible de Dios. Para el que espera lo imposible es posibilidad.

3.- ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Donde los demás descubran miseria, tú aún puedes descubrir la riqueza de los corazones. El otro día veía a una pobrecita mujer dando de mamar a su hijito. Con unos trapos cubriendo sus cuerpecillos… pero el niño se sentía caliente colgado del pecho de su mami al calor del corazón mismo.

4.- ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Cuando los demás te digan que ya no hay nada que hacer, entonces tú harás más esfuerzo y pondrás un mayor empeño en hacer las cosas. No creas a los pesimistas que esconden su pereza detrás de los imposibles. Para el que no quiere, todo es imposible. Para el que quiere, todo es posible. Por ejemplo, para ti.

5.- ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Donde todos lloren la desgracia, tú pon una mirada esperanzada de que mañana será mucho mejor. Porque los fracasos de hoy son semillas de los triunfos del mañana. Mañana siempre puede ser mejor, a pesar de los profetas de las desgracias. A esos no les creas.

6.- ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Donde unos sólo apuestan por el pasado, tú apuesta por el futuro. Donde otros apuestan por tener más, tú apuesta por ser más. Donde otros apuestan por no hacer nada, tú apuesta por multiplicar tus esfuerzos. La esperanza te hace nadar contra la corriente. Y sobre todo contra todos los pesimismos.

7.- ¿Te atreves a ser un hombre o una mujer que apuestan por la esperanza? Pues entonces, apuesta por la fe donde otros sólo apuestan por la razón. Apuesta por el amor, donde otros apuestan por el odio. Apuesta por la vida, donde otros apuestan por la muerte. Apuesta por el hombre, donde otros apuestan por las cosas. La esperanza es la apuesta de Dios por el hombre y la apuesta del hombre por Dios.

Clemente Sobrado C. P.

Palabras para caminar: Y Dios también se ríe

1.- ¿Quién ha sido el que nos ha inventado un Dios serio, de cara cuadrada y casi amargado? No entiendo a los que dicen que «Dios es amor» y luego nos ponen pánico en el corazón y miedo a Dios. Prefiero un «Dios amor» porque un Dios que ama, es un Dios que también se ríe. ¿Has visto reír a Dios en tu vida?

Flickr: Martin P. Szymczak

2.- No tengas miedo a Dios, ni siquiera si has metido la pata hasta arriba. Dios gusta hacer fiesta para aquellos que están de regreso a casa. Aunque los hijos mayores no quieran saber nada de fiestas. Es que «Dios es amor» y Dios prefiere reírse a llorar. Mi Dios es un Dios que se ríe.

3.- No me gustan los «hijos mayores». Prefiero los hijos pequeños. ¿Que son más traviesos? Sí, y hasta se van de casa con todo. Pero luego regresan. Los hijos mayores son unos aguafiestas. Para ellos el corazón no vale. Y claro, Dios piensa lo mismo que yo. «Dios es amor», por eso le encanta reírse.

4.- No me gustan los que dicen que Dios me va a condenar. ¿Que lo merezco? De eso no tengo la menor duda. Pero, a Dios le falla más el corazón que su poder. El corazón de Dios tiene debilidad por los que han caído y quieren levantarse. Claro. «Dios es amor». Por eso le encanta la fiesta y reírse.

5.- Dios es omnipotente. Qué palabra más rara. He mirado el Evangelio y nunca se la he escuchado a Jesús. Y sin embargo, me ha repetido infinidad de veces que «Dios es amor», que Dios me ama, que es débil y que se muere de amores por mí. Claro. «Dios es amor» y le gusta reírse.

6.- Me encantan los grandes que se hacen pequeños. ¿Sabes lo divertido que es ver a los grandes jugar y divertirse como los niños? Por eso me encanta Dios. Siendo tan grande se le ocurrió hacerse niño. Jugar como niño. ¿Le voy a tener miedo a Dios? ¿Quién tiene miedo a un niño? Claro, mi «Dios es amor», Por eso le gustan las risas de niño y de los niños.

7. – A Dios le encanta la diversión. Le revientan los seriotes que venden caras sus sonrisas. Y le encanta verte feliz, alegre, contento. ¿Le vas a escatimar hoy a Dios tu alegría? Si quieres ofrecerle algo, no le ofrezcas tristezas, Ofrécele sonrisas. Tu alegría le encanta. Claro, mi «Dios es amor». Por eso se ríe de todo.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Jueves de la 20 a. Semana – Ciclo B

“Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. Id a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos”. (Mt 22,1-14)

Flickr: Mariusz Opiela and Dominik Opiela

La relación de Dios con el hombre es de carácter esponsalicio.
La alianza matrimonial es a lo largo de la Biblia uno de los símbolos de la relación de Dios y el hombre.
Incluso Dios llega a llamarse esposo.
A nosotros su esposa.
El mismo Jesús llega a llamarse novio.
Y Pablo se atreve a proponer el amor de Jesús como modelo del amor de los esposos:
“Esposos amad a vuestras esposas como cristo amó a su Iglesia”.

Por eso Jesús nos propone la parábola de las bodas:
Su Padre desposa a su hijo con la humanidad.
Vivir el misterio es vivirlo como una boda.
Por tanto una relación amorosa y nupcial.
Me estoy imaginando a Dios “repartiendo invitaciones”.
Creer se trata de vivir la fe como un banquete de bodas.
Creer es vivir una fiesta de amor y comunión con Dios.
Creer no es cuestión de ideas de algo que no logramos comprender.
Creer es vivir en la fiesta de Dios con nosotros.

El problema somos nosotros que nos negamos a la boda.
Que nos negamos a la fiesta.
Preferimos nuestros intereses a la fiesta con Dios.
Damos más importancia a nuestras tierras, que al banquete con Dios.
Preferimos nuestros negocios que al banquete con Dios.
Preferimos lo que tenemos que a lo que Dios nos ofrece.
Preferimos las cosas a la fiesta.
Preferimos lo nuestros a la fiesta.
Preferimos nuestras cuentas bancarias a la fiesta de la fe.
Preferimos nuestras tarjetas de crédito a la fiesta de la fe.
Preferimos incluso matar a los que anuncian e invitan a la fiesta a la misma fiesta.

Sin embargo Dios no renuncia al carácter nupcial de la fe.
Dios se pone en el cruce de los caminos de la vida.
E invita a todos “malos y buenos”.
Todos quedamos invitados a la alegría festiva de la fe.
Incluso los malos son invitados.
Es la boda de la que nadie debe quedar excluido.
Es la boda a la que todos estamos llamados e invitados.
Es la universalidad de la llamada de Dios que nos quiere ver a todos en la sala del banquete.
Es la universalidad del amor de Dios que quiere ver no el cielo vacío sino el cielo lleno.
También los malos están llamados a descubrir la fiesta del amor de Dios.

Es posible que muchos sigamos prefiriendo:
Nuestros intereses a la generosidad de Dios.
Vivir nuestra fe como una institución o unas ideas a como una relación nupción.
Por eso hay tantos cristianos tristes.
Por eso hay tantos cristianos con cara de velorio.
Y lo que Dios quiere son cristianos festivos.
Cristianos en fiesta de boda.
A Dios no le van los velorios.
A Dios la va la alegría de la fiesta.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 13 a. Semana – Ciclo B

“Se acercaron los discípulos de Juan a Jesús preguntándole: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan? Jesús les dijo: “¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que lleven al novio, y entonces ayunarán”. (Mt 9,14-17)

Los discípulos de Juan siguen todavía en la línea de la tradición y de los fariseos.
Por eso se escandalizan de la actitud y comportamiento de los discípulos de Jesús.
Ellos siguen en el pasado religioso de la Ley.
Mientras que los discípulos de Jesús están en el tiempo del cambio, de lo nuevo.
Jesús contrapone las dos religiosidades:
La de la Ley que es religiosidad del “luto”.
La nueva religiosidad que es de boda, de amistad, de intimidad, de gozo.
La antigua es una religiosidad regida por la Ley.
La nueva religiosidad está regida por la presencia de Jesús, “el novio”.
Es la religiosidad de “la boda”, por tanto de la fiesta y de la alegría.

Es posible que muchos hayamos sido formados más:
en esa espiritualidad del “ayuno”,
en esa espiritualidad del “luto”,
que en la espiritualidad de la boda, de la fiesta,
de la relación personal con Dios que se hace novio y esposo de la humanidad.

Espiritualidad de la amistad con Dios.
Espiritualidad de la intimidad con Dios.
Espiritualidad de la comunión personal con Dios.
Espiritualidad de la relación nupcial con Dios.
Espiritualidad del amor enamorado de Dios con los hombres.

Guardamos “luto” por los muertos.
Nadie guarda “luto” por los vivos.
Guardamos “luto” por lo viejo.
Nadie guarda “luto” por lo nuevo.

Y Jesús inaugura la espiritualidad del Dios vivo.
Inaugura la espiritualidad del hombre resucitado y vivo.
La espiritualidad de la alegría.
Si Dios es la plena alegría, nuestra relación con El ha de ser participación de esa alegría.
Una espiritualidad no “de estómagos vacíos”,
sino la espiritualidad de “corazones llenos de amistad y amor”.

Mientras el “novio” esté con nosotros, estamos llamados a vivir el ambiente de boda.
Y Jesús resucitado, “el novio”, sigue desposándose cada día con nosotros.
Se desposa con nosotros la hacernos “hijos de Dios” en el Bautismo.
Se desposa con nosotros al derramar su Espíritu en nosotros por la Confirmación.
Se desposa con nosotros al perdonar nuestros pecados en la Penitencia.
Se desposa con nosotros al bendecir nuestro amor en el Matrimonio.
Se desposa con nosotros al consagrar pastores de su rebaño en el Sacerdocio.
Se desposa con nosotros al celebrar sus bodas en la Eucaristía.
Se desposa con nosotros al hacerse viático nuestro en la Unción de los Enfermos.
Se desposa con nosotros en la intimidad de nuestra oración.

Es preciso no caer en la nostalgia de los “ayunos de los discípulos de Juan y de los fariseos”.
Es preciso despertarnos a la alegría de “amigos del novio Jesús”.
Es preciso tomar conciencia de que ya no estamos en la espiritualidad de la Ley.
Es preciso tomar conciencia de que ya estamos en la espiritualidad del amor y la amistad.
Por si a alguno no le ha llegado todavía la tarjeta de invitación a la Boda, desde aquí queda invitado.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para la Pascua: Viernes de la 6ta Semana – Ciclo B

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría”. (Jn 16,20-23)

Jesús no oculta la realidad y las consecuencias de seguirle, de ser cristiano, de creer.
La fe no es garantía alguna de que nuestra vida será toda ella una fiesta.
Más bien, nos dice que la fe:
Tiene momentos difíciles.
Tiene momentos de oscuridad.
Tiene momentos de tristeza.
Y que incluso, mientras nuestra fe nos hace sufrir y nos lleva por caminos de tristeza, el mundo, los que no creen, viven felices y alegres. No se hacen problema de nada. Y disfrutan de todo lo que les apetece.

Pero Jesús también es claro en las consecuencias:
Hay tristezas que terminan en alegría.
Hay tristezas que son fuente de alegría.
Mientras que hay alegrías que terminan en tristeza.
Digamos que un día de parranda suele terminar luego en un día de vacío.
Digamos que un fin de semana de borrachera y algo más, termina en un lunes de velorio.
Digamos que un momento de placer puede terminar luego en un tremendo disgusto.

Esto lo vemos cada día.
Jesús no está justificando la tristeza del cristiano que ha optado por seguirle.
Jesús no es de los que justifica el sufrimiento y el dolor.
Jesús es de los que parte de la realidad de la vida.
Y también de la realidad de la fe y del seguimiento de él.

Sencillamente quiere manifestar que:
El que le sigue tendrá que pasar por su mismo camino.
El que le sigue tendrá que pasar por sus horas de pasión.
El que le sigue tendrá que pasar por sus momentos de cruz.
Pero también:
Por sus momentos de pascua.
Por sus momentos de resurrección.
Por sus momentos de una vida nueva.
Y que lo que en un momento fue motivo de tristeza:
Terminará en la alegría pascual.
Terminará en la alegría de volver a encontrarse con él resucitado.
Terminará en la alegría de volver a compartir la vida con el resucitado.

No podemos evitar las horas de Pasión y de Cruz.
No podemos evitar las horas de hundimiento y humillación.
Pero tampoco podremos evitar las alegrías del día de Pascua.
No podremos evitar las alegrías de reconocerle en la “fracción del pan”.
No podremos evitar las alegrías de reconocerle en medio de nosotros, mientras estamos muertos de miedo.
No podremos evitar las alegrías de sentirnos invitados a almorzar con él en la playa, con las brasas encendidas y unos peces ya a punto para comer.

Jesús no niega las durezas de la vida.
Pero tampoco oculta que el dolor no dura toda una vida.
Jesús no niega que tendremos que pasar por momentos difíciles.
Pero tampoco esconde que habrá momentos de gozo y alegría.
Jesús no niega que habrá momentos de oscuridad de la fe.
Pero tampoco dice que no tengamos momentos de felicidad por creer.
Sencillamente nos hace ver que la vida del cristiano:
No es como la vida del mundo.
Pero tampoco niega las verdaderas alegrías no ser del mundo.
Al contrario, nos garantiza que los sufrimientos a consecuencia de la fe, tienen un final feliz.
La felicidad de un nuevo encuentro.
La felicidad de una manera nueva de ver el mundo.
Que no podremos evitar la Pasión y la Cruz.
Pero que tampoco podremos escaparnos a las alegrías pascuales.
Es decir, Jesús reconoce los momentos difíciles de la vida, pero nos anuncia que siempre tendrán que estar iluminados por la esperanza cristiana.
¿Sufres hoy? No te desesperes, la alegría te espera a la vuelta de la esquina.

Clemente Sobrado C. P.