“Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano. Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas, solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se le quitará”. (Lc 10,38-47)
Jesús en una casa de familia amiga.
Dos hermanas que le abren las puertas.
Dos actitudes distintas, pero complementarias.
Marta, la mujer del servicio.
María, la mujer de la escucha.
Marta, la mujer del almuerzo.
María, la mujer de la palabra.
Marta, la mujer inquieta y nerviosa queriendo que todo salga bien.
María, la mujer tranquila que prefiere sentarse a escuchar la palabra de Jesús.
Marta, la mujer que se queja de que la dejen sola con el servicio.
María, la que no dice ni palabra, prefiere la tranquilidad de la conversación y compartir la amistad con Jesús.
Y Jesús en medio.
Jesús no recrimina a Marta, sencillamente le hace ver:
Que en la vida hay cosas necesarias, pero también prioridades.
La primera actitud del cristiano debe comenzar por escuchar a Dios en el corazón.
Luego la palabra ser hará servicio.
Ni la palabra sola ni solo el servicio.
Sabemos que el almuerzo es necesario, porque con el estómago vacío tampoco se escucha.
Pero el almuerzo solo tampoco es suficiente.
Somos algo más que estómago.
También el alma necesita ser alimentada por la compañía y la palabra de Dios.
Jesús no menosprecia el buen almuerzo.
Pero destaca que el mejor alimento será siempre la palabra de la amistad.
Lo que Jesús dice a Marta es que “anda inquieta y nerviosa”.
Con frecuencia estamos tan ocupados que no disponemos de tiempo para la escucha de Dios.
Con frecuencia tenemos tantas cosas que hacer, que no nos llega el tiempo para descansar y escucharnos a nosotros mismos y escuchar a Dios en nuestro corazón.
No es que no queramos orar.
Sencillamente no disponemos de tiempo.
O lo hacemos a última hora cuando ya nos morimos de sueño.
Y lo hacemos sencillamente por cumplir.
La oración, como encuentro personal con Dios es esencial en nuestras vidas.
El tiempo que dedicamos a la oración puede decirnos qué lugar ocupa Dios en nuestras vidas.
Cuando dejamos la oración para la última hora y cuando estamos que ya no damos para más, significa que Dios:
No ocupa el primer lugar en nuestras vidas.
Sino que le damos el tiempo que nos sobra.
El problema no es si creemos o no en Dios.
Sino, qué lugar ocupa y qué importancia le damos
Cuando le damos solo las sobras, no es nuestro verdadero comensal.
Seglares que oran “si tienen tiempo” y normalmente, todos carecemos de tiempo.
Sacerdotes que oran, “si tienen tiempo”, pero de ordinario, tampoco tienen tiempo.
Religiosos que oran, “si tienen tiempo”, pero tenemos muchas cosas menos tiempo. Todos vamos llenando nuestras vidas de “hacer cosas” y no queda espacio para El.
Alguien decía a los sacerdotes que, “el día que no tengan media hora para dedicarse a la meditación, ese día dedíquenle tres cuartos de hora”.
La escena de Marta y María pudiera prestarse a hacernos muchas preguntas:
¿Cuál es lo primario y esencial en nuestras vidas?
¿Qué lugar ocupa Dios en nuestras vidas?
¿Cuánto tiempo le dedicamos cada día a los amigos, a la TV, a los periódicos?
¿Y cuánto le dedicamos a El?
Me parece linda la respuesta de aquellos nativos que decían al misionero: “Ustedes tienen reloj, pero nosotros tenemos el tiempo”. Tenemos relojes de precisión, pero carecemos de tiempo para todo, por eso andamos todos “inquietos y nerviosos”.
Clemente Sobrado C. P.