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Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: La Anunciación

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. (Lc 1,26-38)

Hoy comienza a brotar la Navidad.
Hoy comienza la historia de Dios en el seno de una mujer.
Hoy Dios se hace grano sembrado en el vientre virginal de una mujer.
Hoy Dios comienza su historia de encarnación y humanización.
Hoy Dios comienza su historia de óvulo fecundado por el Espíritu Santo.
Hoy Dios comienza su historia cromosómica.
Hoy Dios comienza su historia humana en un vientre de mujer y que florecerá en las pajas de un pesebre.

Hoy, Dios pone de manifiesto la importancia de una mujer sencilla del pueblo.
Hoy, Dios pone de manifiesto la belleza de una mujer que no conoce las salpicaduras del pecado.
Hoy, es Dios que se pone de rodillas delante de una mujer del pueblo, pidiéndole permiso.
Hoy, es Dios pidiendo habitar en el vientre de una mujer.
Hoy, es Dios diciendo que puede prescindir del hombre, pero que no puede prescindir de una mujer.

Hoy comienzan a realizarse las esperanzas de siglos.
Hoy comienza algo nuevo en nuestra historia.
Hoy comienza el protagonismo de una mujer en la historia de amor de Dios a los hombres.
Hoy comienza Dios a depender de la voluntad de una mujer.
Hoy comienza Dios a depender de los hombres.
Hoy comienza Dios a decirnos la verdad de su amor.

Y en el vientre virginal de una mujer comienza a brotar Dios como el grano sembrado en la entraña de la tierra.
Y la “llena de gracia” comienza la historia de lo que es sentirse llena de Dios hasta los bordes.
Y comienza a hincharse de Dios, aquel vientre de virginidad.
Y comienza a hincharse de amor su corazón, latiendo al unísono del corazón encarnado de Dios.
Hoy comienza la otra espera.
La espera de nueve meses de gestación.
La espera de la Navidad.
La espera inesperada de una virginidad convertida en maternidad.

No me resisto a copiar lo que J. L. Blanco Vega escribió sobre este día:
“¿Y cómo diría yo,
lo que un ángel desbarata?
Fue como tener seguras
la casa y en un vendaval sin ruido
ver que el techo se levanta
y entra Dios hasta la alcoba
diciendo:
Llena de gracia,
no me levantes paredes,
ni pongas muro a tu casa,
que por entrar en la historia,
me salto yo las murallas.
Si virgen, vas a ser madre,
si esposa, mi enamorada,
si libre, por libre quiero,
que digas: “he aquí la esclava”.
He aquí la esclava, le dije.
Y se quedó mi palabra
sencilla, sencillamente
en el aire arrodillada”.

La Navidad comienza el 25 de marzo, aunque el Niño nacerá el 25 de diciembre.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Adviento: Domingo 4 – Ciclo B

“María contestó:“Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”.
Y la dejó el ángel”. (Lc 1,26-38)

Entramos a la recta final del Adviento.
Y el primero en llegar a la meta es, nada menos que el mismo Dios.
Es el domingo de los riesgos. ¿Te parece extraña esta frase?
Pues a mí, se me hace familiar.
Es el riesgo de Dios de fiarse y de necesitar a una sencilla mujer del pueblo.
Es el riesgo de María, el riesgo de los sencillos que aun mantienen viva la fe.
Es el riesgo de Dios, por fiarse y poder fracasar en el hombre.
Es el riesgo del hombre, fiándose de la Palabra de Dios.
Es el riesgo de Dios, por respetar la libertad humana y pedirle permiso a María.
Pero es también el riesgo de María, por fiarse de la Palabra de Dios y arriesgarlo todo. “Hágase en mí, según tu palabra”.

Pero es un riesgo que tiene su encanto y su belleza.
En un mundo, en que la palabra apenas vale nada, María se nos adelanta y se fía de la “palabra de Dios”.
Mientras la palabra de los hombres se devalúa, María revaloriza la “palabra de Dios”.
Hasta Isabel declara a María bienaventurada, “porque has creído lo que se te ha dicho”.
Dios y María no en competencia de palabras, pero sí en competencia de confianzas, de fiarse el uno del uno.
Dios que se fía y corre el riesgo de la decisión de María.
María que se fía de la palabra y corre el riesgo de las consecuencias de la palabra de Dios.
Porque Dios también es de los “pide un dedo y se queda con la mano”, “pide la mano y se queda con el brazo”, “pide el brazo y se quedo con todo el cuerpo”.
Un sí a Dios, es un sí a lo imprevisible.
Un sí a Dios, es correr los mismos riesgos de Dios.

Es Dios el que se arriesga primero, porque es El quien habla y anuncia y pide permiso primero.
María no hace sino responder a la iniciativa de Dios.
Y esa es la historia de todos.
Nunca logramos tomarle la delantera a Dios.
Aunque ya es bastante el que podamos seguirle por detrás.

Es el amor, el que hace que Dios se fíe de María y del hombre.
Es el amor, el que hace que María se fíe de Dios.
Es la fe de Dios en María, lo que hace que Dios quiera correr el riesgo del sí o del no.
Es la fe de María en Dios, lo que hace que María cierre los ojos y se lance en brazos de Dios dispuesta a lo que venga.

Por eso decimos que, la Navidad es:
la “fiesta de la Palabra”.
“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”.
la fiesta de la confianza de Dios en los hombres.
la fiesta del riesgo de Dios que se hace hombre.
la fiesta de los que creen en la Palabra.
es la fiesta de los que se fían, contemplando a un niño, y son capaces de descubrir el rostro de Dios.

Por eso, María es “la mujer del doble Adviento”:
Del Adviento que vivió y compartió con su pueblo, a la espera del anunciado que tenía que venir. Un Adviento de siglos.
Del Adviento que vivió, durante nueve meses, hasta ver con sus propios ojos al que todos esperaban y que ella guardaba secretamente en su vientre virginal.
Del Adviento de la esperanza que ya está germinando, como el trigo, dentro de ella y que en Navidad se hará espiga madura.
Del Adviento de cuantos creemos y nos fiamos de “lo que Dios nos ha dicho”.
Porque aquí todos queremos ser “los esclavos del Señor

Clemente Sobrado C. P.

Camino de la Navidad: Señor, me gusta tu casa

Domingo 4 B – Adviento

«Y la Palabra se hizo carne,
y puso su tienda entre nosotros,
y hemos visto su gloria.
gloria que recibe del Padre como Hijo único…» (Jn 1, 14)

– Sí, me gusta tu casa. Porque tú eres de los que no tienen casa. ¿No es esa la casa más bella para Dios?
– A mí, personalmente, me gustaba más tu casa durante la larga caminata del desierto que luego cuando te hicieron una lujosa en Jerusalén. Ese día, Señor, te fastidiaron. Te encerraron Y para que no te escaparas, la gente ya conoce tus debilidades, te echaron llave por fuera.
– Cuando estabas en el desierto estabas metido entre la gente. Caminabas con la gente. Eras un peregrino más camino de la libertad. Una vez que te dieron casa, dejaste de estar con el pueblo, y no se te veía caminando con el pueblo. Al contrario, era el pueblo quien debía ir hasta Jerusalén si quería sacar cita contigo.

– A ti, Señor, te gustan los caminos. Eres el Dios de los caminos. De todos los caminos de los hombres. No tienes vocación de sedentario, ni de solitario. Te encanta la gente. Te encanta viajar en colectivo o microbús apretujado como todo el mundo, oliendo a sudor de trabajo, oliendo a vida. Te encanta ir al mercado, mirar los precios y contemplar los rostros asustados de los que necesitan pero no pueden comprar porque el sueldo no les llega.

– Por eso, Señor, me encanta que Juan, al hablar de tu Encarnación vuelva a la imagen de la tienda, a la imagen del Dios del desierto. «Puso su tienda entre nosotros». ¿Te imaginas que también tú hoy estuvieses en esas grandes casas en las que hay que tocar el timbre y te responden desde dentro por el intercomunicador, para que la empleada conteste por ti diciendo que no estás o estás durmiendo, o estás ocupado?

– Me encanta aquella escena de tu muerte. Dicen tus evangelistas que cuando tú morías el velo del templo «se rasgó en dos de arriba abajo». Tanto te habíamos tapado que era imposible llegar hasta ti. No, tú no tienes la culpa. Fuimos nosotros quienes pusimos tanto trapo para ocultarte. Pero con tu muerte los trapos ya no sirven. Tu muerte, al igual que tu encarnación hicieron inútiles las paredes y los trapos todos. Ya no habitas en el misterio del silencio. Ahora la calle es tu casa. Ahora vemos «su gloria», la luz de su rostro, la belleza de su amor.

– Felizmente, otra vez sigues siendo el Dios de la tienda. Porque la ventaja que tiene la tienda es que se levanta cuando se quiere. Se le echa a cuestas y a caminar hasta donde sea. Y cuando llega la noche se vuelve a levantar para mañana plegarla de nuevo. La encarnación te ha hecho de nuevo el Dios de los caminos, el Dios de los caminantes, el Dios de la calle, del mercado, de la oficina, del estadio de fútbol. Me encantas, Señor, porque eres un Dios distinto. No hay por qué ir a buscarte. Tú estás siempre caminando «en nuestro mismo caminar».

Hoy sí me voy a examinar a mí mismo:
– Mi Dios, ¿es el Dios de la casa o es el Dios de la tienda que se instala y se levanta cuando uno quiere?
– Mi Dios, ¿está realmente conmigo en mi mismo caminar por la vida?
– Mi Dios, ¿lo he visto hoy por el mercado o en el microbús?

Clemente Sobrado, C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Adviento: Martes de la 2 a. Semana – Ciclo B

“Dijo Jesús a sus discípulos: “¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas; si una se le pierde ¿no dejará las noventa y nueve en el monto y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo: no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños”. (Mt 18,12-14)

Se trata de una de las parábolas de la misericordia.
Pero que, proclamada en este tiempo del adviento, yo le daría otra versión.
“La parábola de la Navidad”

Los hombres se habían apartado de Dios.
Vivían extraviados por los caminos del mundo.
Su corazón de Padre no podía ver a sus hijos perdidos.
Y decide algo increíble.
Decide encarnarse en el seno de una virgen.
Decide hacerse él mismo hombre, “un hombre cualquiera”.
Con una misión clara y definida “salvar a su pueblo”.
“Porque él salvará a su pueblo de los pecados”.

Esa es la razón que el Ángel da a María.
Esa es la razón que el Ángel da a José.
El misterio de la encarnación tiene como misión “salvar a los que estaban perdidos”.
Ya no es “una oveja contra las noventa y nueve”.
Es el rebaño entero de la humanidad.

¿Qué otra cosa es la Navidad?
Es Dios en su condición humana en la búsqueda de los hijos extraviados.
Es la alegría de Dios haciendo la experiencia humana para salvar a sus hijos.
Es la alegría de Dios rebajándose de su condición divina para echarse por los caminos del mundo al encuentro de los hombres.
De todos los hombres.
Pero que lo haría aunque no existiese más que uno solo.
Lo haría, aunque no fuese sino por ti solo.
Tú solo eras capaz de ser la razón de la Navidad.
Tú solo eras capaz de ser la alegría navideña de Dios.

La alegría de Dios en la Navidad:
No son los regalos ni las postales navideñas.
Ni la gran Cena de Nochebuena con su pavo y panteones.
No es el árbol cargado de luces y regalos.
La verdadera alegría de Navidad es “el encuentro de Dios con sus hijos perdidos”.
La alegría de la Navidad comienza en el corazón de Dios antes que en nosotros.
Pero es la alegría del “encuentro”.
Dios al encuentro de ti, de mí, de todos.
Y solo habrá verdadera alegría en Navidad si Dios llega a encontrarnos.
Niño en un pesebre, pero ya nos está cargando a todos sobre sus espaldas.

Por eso la Navidad es:
Dios camino del hombre.
Dios en busca del hombre.
Dios al encuentro del hombre.
Y el hombre cargado a hombros de Dios.

Navidad:
Es dejarnos encontrar por Dios.
Es dejarnos cargar por Dios.
Es encontrarnos con Dios.
Es la alegría de sentir el calor de los hombros de Dios.
“Darás a luz un hijo a quien le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: La Anunciación del Señor

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. (Lc 1,26-38)

Flickr: imatges d’iconografia

Celebramos hoy la Anunciación, como un comienzo de primavera.
Hoy Dios siembra la semilla de la Navidad.
Hoy Dios da comienzo a su historia en el seno de una mujer.
Hoy Dios se hace grano sembrado en el vientre virginal de una mujer.
Hoy Dios comienza su historia de encarnación y humanización.
Hoy Dios comienza su historia de óvulo fecundado por el Espíritu Santo.
Hoy Dios comienza su historia cromosómica.
Hoy Dios comienza su historia humana en un vientre de mujer y que florecerá en las pajas de un pesebre.

Hoy, Dios pone de manifiesto la importancia de una mujer sencilla del pueblo.
Hoy, Dios pone de manifiesto la belleza de una mujer que no conoce las salpicaduras del pecado.
Hoy, es Dios que se pone de rodillas delante de una mujer del pueblo, pidiéndole permiso.
Hoy, es Dios pidiendo prestado el vientre de una mujer.
Hoy, es Dios diciendo que puede prescindir del hombre, pero que no puede prescindir de una mujer.

El Papa Francisco dirá:

“¿Pensamos que la encarnación de Jesús es solo un hecho del pasado, que nos concierne personalmente? Creer en Jesús significa:
– ofrecerle nuestra carne, con la humildad y el valor de María, para que El pueda seguir habitando en medio de los hombres;
– significa ofrecerle nuestras manos para acariciar a los pequeños y a los pobres; nuestros pies paras salir al encentro de los hermanos;
– nuestros brazos para sostener a quien es débil y para trabajar en la viña del Señor, nuestra mente para pensar y hacer proyectos a la luz del Evangelio;
– y sobre todo ofrecer nuestro corazón para amar y tomar decisiones según la voluntad de Dios”.

Hoy comienzan a realizarse las esperanzas de siglos.
Hoy comienza algo nuevo en nuestra historia.
Hoy comienza el protagonismo de una mujer en la historia de amor de Dios a los hombres.
Hoy comienza Dios a depender de la voluntad de una mujer.
Hoy comienza Dios a depender de los hombres.
Hoy comienza Dios a decirnos la verdad de su amor.

Y en el vientre virginal de una mujer comienza a brotar Dios como el grano sembrado en la entraña de la tierra.
Y la “llena de gracia” comienza la historia de lo que es sentirse llena de Dios hasta los bordes.
Y comienza a hincharse de Dios, aquel vientre de virginidad.
Y comienza a hincharse de amor su corazón, latiendo al unísono del corazón encarnado de Dios.
Hoy comienza la otra espera.
La espera de nueve meses de gestación.
La espera de la Navidad.
La espera inesperada de una virginidad convertida en maternidad.

No me resisto a copiar lo que J. L. Blanco Vega escribió sobre este día:

“¿Y cómo diría yo,
lo que un ángel desbarata?
Fue como tener seguras
la casa y en un vendaval sin ruido
ver que el techo se levanta
y entra Dios hasta la alcoba
diciendo:
Llena de gracia,
no me levantes paredes,
ni pongas muro a tu casa,
que por entrar en la historia,
me salto yo las murallas.
Si virgen, vas a ser madre,
si esposa, mi enamorada,
si libre, por libre quiero,
que digas: “he aquí la esclava”.
He aquí la esclava, le dije.
Y se quedó mi palabra
sencilla, sencillamente
en el aire arrodillada”.

La Navidad comienza el 25 de marzo, aunque el Niño nacerá el 25 de diciembre.

Clemente Sobrado C. P.