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Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 14 a. Semana – Ciclo B

“Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón Celote, y Judas Isacariote, el que lo entregó”. (Mt 10,1-7)

Ante Dios no existe el anonimato.
Ante Dios todos figuramos cuando nuestro propio nombre.
Incluso con aquello que nos personifica familiarmente o desde el comportamiento de nuestra vida.
Uno se siente delante de Dios “como uno más”.
Y me doy cuenta de que para Dios, no soy uno más.
Ante Dios no soy uno más del montón.
Dios me conoce por mi propio nombre.
Ante Dios no puedo presentarme en el montón de anónimos.
Dios me ve personalmente con mi nombre y apellido.
No sé si conoce mi domicilio personal.
Ante Dios tengo que responder yo mismo y no puedo enviar delegados.
Me conoce personalmente.
Me ama personalmente.
Cuenta conmigo personalmente.
Me llama personalmente.
Me encomiendo una misión personalmente.
Nadie puede amarle por mí.
Nadie puede dar razón de mi vida por mí.
Nadie será examinado por mí.
¡Soy yo y El!

Como los apóstoles:
Yo tengo mi nombre.
Yo tengo una misión que cumplir.
Una misión que él mismo me encomienda:
“expulsar espíritus inmundos”,
“curar toda enfermedad y dolencia”,
“proclamar que el reino de Dios está cerca”.
Nadie puede decir que no sabe qué hacer.
Nadie puede decir que no tiene nada que hacer.
Nadie puede decir que él está inútilmente en la vida.

Mi misión es “expulsar espíritus inmundos”.
Mi quehacer de cada día es:
expulsar esa mentalidad morbosa que mancha el corazón.
limpiar esos criterios y esos falsos valores que infecta el corazón.
crear un mundo que “piense como Dios y no como los hombres”.

Mi misión es “curar toda enfermedad y dolencia”.
Mi quehacer es:
hacer una vida llevadera para todos.
suprimir el sufrimiento del mundo.
evitar todo sufrimiento.
hacer que todos sean felices.
que hoy los demás puedan sonreír.
que hoy todos se sientan mejor.
que hoy todos lo pasen mejor.

Mi misión anunciar “que el reino está cerca”:
Ser buena noticia cada día.
Proclamar el Evangelio cada día.
Abrir a los hombres a la esperanza.
Abrir nuevos horizontes cada día.
Anunciar que lo nuevo ya ha comenzado.
Anunciar que hay futuro.
Que Dios está amaneciendo hoy entre nosotros.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para la Pascua: Miércoles de la Octava de Pascua

“Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó”. (Lc 24, 21)

“Nosotros esperábamos”.
Nosotros siempre esperamos que las cosas sucedan de otra manera.
Y las cosas deben suceder según los planes y proyectos de Dios.
Nosotros esperamos que las cosas sucedan como nosotros pensamos y como nosotros quisiéramos.
Y nos olvidamos de los gustos y proyectos de Dios.
Dios no suele andar siempre por nuestros caminos y prefiere que seamos nosotros quienes entremos por sus caminos.

Es lo que le sucede a Pedro cuando Jesús le anuncia por primera vez lo de la Cruz. Pedro no lo entiende.
Y Jesús se lo dice muy claro… “tus caminos no son los caminos de Dios”.

Y como nosotros seguimos esperando de Dios otra cosa, no somos capaces de descubrir la actuación de Dios.
Los dos discípulos de Emaús tenían su propia idea de cómo debía hacer y que debía hacer Jesús.
Y como siguen encerrados en sus criterios, no son capaces de abrirse al acontecimiento de la Pascua.

Nuestras grandes desilusiones vienen de que las cosas no suceden como nosotros las pensamos y las queremos.
La Pascua nos descubre que las cosas pueden suceder de otra manera diferente, incluso si a nosotros nos parece absurdo.

“Sería él el que iba a librar a Israel”.
Nosotros esperamos una salvación.
Y Dios se empeña en ofrecernos otra.
Nosotros empeñados en un estilo de liberación.
Y Dios nos ofrece una liberación diferente.
Sencillamente no coincidimos con Él.
Por eso caemos en el desaliento.
Por eso no entendemos los caminos de la Cruz como caminos de gracia y salvación. Dios nos ofrece una cosa y nosotros empeñados en pedirle otra diferente.
Lo suyo no nos gusta.
Ellos piensan en liberaciones políticas.
Y Dios piensa en la liberación integral del hombre.
Sobre todo, en esa liberación de las esclavitudes radicales del pecado.
Nosotros empeñados en los caminos de lo fácil.
Los caminos del poder.
Y Dios terco en sus caminos de Cruz, sus caminos de debilidad e impotencia.

No es fácil que se nos abran los ojos para ver la verdad de la Pascua, en tanto «nosotros sigamos pensando…»
La Pascua es:
la verdad de los caminos de Dios
y la mentira y falsedad de nuestros caminos.

Actitud para hoy:
¿Coincide mi modo de pensar con el modo de pensar de Dios?
¿La salvación que espero es la salvación que Dios me ofrece por los caminos de la Cruz o sigo esperando otra salvación diferente?

¿A qué obedece mi depresión, mi desilusión en esos momentos de dolor y sufrimiento?
¿No será que aún no he descubierto que también la Cruz libera a Israel?
¿No será que no hemos descubierto que los caminos del fracaso de la Cruz terminan en el triunfo pascual?

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 5 a. Semana – Ciclo B

«Designó el Señor otros setenta y dos y los mando por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir él. Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja…»
(Mc 8,1-9)

Jesús no invita a que le sigan para que vivan al calor de su presencia.
Jesús llama para luego enviar.
Jesús llama no para quedarse en una vida cómoda.
Jesús llama para salir a los caminos.
Jesús llama para afrontar los riesgos del anuncio del Evangelio.
No quiere seguidores que le hagan coro.
Quiere seguidores que como él escriban el Evangelio primero con los pies.
Quiere seguidores que no tengan a miedo a los riesgos.

Esto lo entendió muy bien el Papa Francisco que ha visto que la Iglesia:
vive hoy encerrada en sí misma,
paralizada por los miedos,
y demasiado alejada de los problemas y sufrimientos como para dar sabor a la vida moderna
y para ofrecerle la luz genuina del Evangelio.
Su reacción ha sido inmediata: “Hemos de salir hacia las periferias”.

Quiere un Iglesia de “los llamados” y de los “enviados”.
El Papa insiste una y otra vez:
“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle,
que una Iglesia enferma por el encierro
y la comodidad de aferrase a las propias seguridades.
No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro
y que termina clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos”.

De ahí que la llamada de Francisco está dirigida a todos los cristianos:
“No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos”.
“El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro”.
El Papa quiere introducir en la Iglesia lo que él llama “la cultura del encuentro”.
Está convencido de que “lo que necesita hoy la iglesia es capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones”.

Y nos presenta el ejemplo y modelo de Pablo:
“Pablo nos enseña este camino de evangelización porque lo hizo Jesús, porque es muy consciente de que la evangelización no es hacer proselitismo: está seguro de Jesucristo y no tiene necesidad de justificarse ni de buscar razones para justificarse. Cuando la Iglesia pierde esta valentía apostólica se convierte:
en una Iglesia quieta,
una Iglesia ordenada, bella, todo bello,
pero sin fecundidad,
porque ha perdido el coraje de ir a las periferias, donde hay tantas personas víctimas de la idolatría, de la mundanidad, del pensamiento débil…tantas cosas. Pidamos hoy a San Pablo que nos dé este coraje apostólico, este fervor espiritual, de estar seguros.
‘Pero Padre, podemos equivocarnos…’.
‘Adelante si te equivocas, te levantas y sigues: este es el camino’.
Los que no caminan para no equivocarse, comenten un error mayor. Así sea”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Jueves de la 4 a. Semana – Ciclo B

“Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforjas, ni dinero suelto el faja; que llevasen sandalias, pero no un túnica de repuesto”. Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”. (Mc 6,7-13)

Está claro que Jesús sabe que no puede ser al único en anunciar el Evangelio.
Inicia su anuncio.
Enseña como anunciarlo.
Pero sabe que otros tendrán que continuar su obra.
Primero los hace testigos de cómo él mismo anuncia el Evangelio.
Y luego los va entrenando, es amando que se ama, y es anunciando que se anuncia.
Y les marca los criterios de proclamación del Reino.

En primer lugar: el envío.
En segundo lugar: el testimonio de dos.
En tercer lugar: se evangeliza con el testimonio del Evangelio vivido.
En cuarto lugar: poder para expulsar espíritus inmundos.

El envío: Jesús mismo se presenta como el enviado del Padre.
No se anuncia el Evangelio por amor al arte.
No se trata de anunciar por propio gusto y libertad.
El anuncio es un envío del Padre.
El enviado no va por cuenta propia, por propio gusto.
Es un enviado del Padre.
Por tanto no va en nombre propio sino que actúa en nombre del Padre.
Tomar conciencia de ser enviados y de actuar en nombre del Padre.

No anunciamos el Evangelio porque nos ha dado por ahí.
Como Jesús anunciamos como enviados del Padre.

“De dos en dos”. Posiblemente como testigos.
Y como testigos de la caridad.
Como testigos de quienes comparten el mismo amor e ideal.
Como quienes testifican legalmente el anuncio.
El Evangelio hay que anunciarlo individualmente.
Pero también comunitariamente.
Se anuncia el Evangelio en el amor fraterno.

“Testimonio de vida”.
No se puede anunciar aquello que no se vive.
No es cuestión de palabras bonitas.
Es cuestión de testimonio de vida.
Más anuncia la vida que la palabra.
Pero ellos mismos tienen que reflejar y manifestar en sus vidas el Evangelio mismo.
En Evangelio se anuncia en la pobreza y desprendimiento evangélico.
El Evangelio no se anuncia con el poder ni la riqueza.
Tampoco se anuncia con grandes capisayos que llamen la atención.

No es la fuerza del poder lo que hace creíble el Evangelio.
No es la fuerza de los medios lo que abre los corazones.
No es la fuerza del tener lo que mueve los corazones.
La riqueza opaca el Evangelio.
La pobreza le hace resplandecer.
Jesús era el primer Evangelio vivo.
Y Jesús estuvo rodeado de pobreza.
Era la fuera del ser y no del tener.
La Madre Teresa era un Evangelio vivo.

“Autoridad para expulsar malos espíritus”.
Jesús comenzó expulsando a los malos espíritus.
Jesús comenzó su predicación limpiando los corazones.
Lo primero es purificar el corazón que impide abrirse a la Palabra de Dios.
Tanto Juan como Jesús comenzaron por una invitación a la conversión.
Al cambio del corazón.
El corazón es el mayor obstáculo y también el mejor camino para abrirse al Evangelio.
Fundamental el que examinemos esos malos espíritus de egoísmo, orgullo, poder, tener y vanidad que todos llevamos dentro.
Miremos cada uno qué es lo que nos cierra a la llamada de Dios.
Cada uno tendremos esos malos espíritus que nos impiden abrirnos a Dios.
Sin un corazón limpio, lleno de malos espíritus, difícilmente nos abriremos a su voz.
Limpiemos primero la casa por dentro y la palabra de Dios brillará.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 2 a. Semana – Ciclo B

“Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”. (Mc 3,20-21)

Hay personas que, estén donde estén, tienen imán.
La gente les sigue.
Y la gente sabe a quien sigue.
Como dice por ahí el refrán. “La gente no es tan tonta como parece”.
En una ocasión daba un Cursillo de Cristiandad. Me acompañaba un sacerdote que hababa bonito y decía cosas hermosas. Llegado el momento de la confesión, solo uno se fue con él.
Al quejarme al Coordinador para que repartieran a la gente, me dio una respuesta que nunca la hubiese esperado:
“Padre, él habla bonito, pero no se le ve sacerdote”.
¡Cuál fue mi sorpresa cuando, a los seis meses, me comunican que había “colgado los hábitos”.
Confieso que yo no tuve ese olfato, y los seglares sí.
Es que la gente tiene un olfato exquisito para saber diferenciar y saber a quien buscar y seguir, y dónde habla el Espíritu y donde no.

A Jesús le siguen dondequiera que esté.
La gente sencilla tiene una percepción especial.
Son tantos los que le buscan que ni Jesús ni sus discípulos “tienen tiempo para comer”.
A mí me sobra tiempo para comer.
Y hasta me sobra tiempo para echarme una siesta.

Pero, hay en todo esto algo curioso.
Si uno se aparte de la rutina de la vida.
“No está en sus cabales”
Si uno decide tomar en serio el Evangelio.
“No está en sus cabales”.
Si uno decide entregarse entero a la gente.
“No está en sus cabales”.
Si uno decide escuchar a todos.
“No está en sus cabales”.
Si uno decide comprometerse con todos.
“No está en sus cabales”
Si uno decide tomar con seriedad su bautismo y su santidad.
“No está en sus cabales”.

Puede prepararse para lo que le espera:
A Jesús, sus mismos familiares fueron a buscarle, porque consideraban que no estaba “en sus cabales”.
Todo el que no entra en la rutina de todos, es un raro.
Todo el que no hace lo que hacen todos, es un raro.
Todo el que es justo y no roba en el trabajo: es un tonto.
Todo el que no piensa como todos, es un raro.
Todo el que no habla como todos, es un raro.
Para ser normal y estar “en sus cabales” hay que ser como todos.

¿Recuerdan la historia de aquel profeta loco que se pasaba el día entero gritando en la plaza sin que le escuchase nadie?
Alguien le preguntó: ¿por qué seguía predicando si nadie le hacía caso?
A lo que él respondió: “grito para que los demás no me convenzan de lo contrario”.

No es fácil escaparse en solitario en las carreras ciclistas.
Al fin, el pelotón termina por comérselo y absorberlo.
Tampoco es fácil entregarse en solitario a la causa del Evangelio.
Lo van a llamar un obsesionado.
Tampoco es fácil entregar todo tu tiempo a los demás, incluso si no tienes tiempo para comer.
Te dirán ¡qué manera de perder tu tiempo y tu vida!
Tampoco es fácil entregar tu vida al servicio de los necesitados.
Te dirán que nadie te lo agradecerá.
Si no quiere que te digan que “no estás en sus cabales” el remedio es fácil: sé como todos.
Los alpinistas que quieren subir a donde nadie ha subido, son unos locos arriesgando sus vidas.
Si quieres ser santo, terminarás por ser un insociable y un aguafiestas.

Clemente Sobrado C. P.