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Palabras para caminar: Regala algo de tu tiempo

1.- ¿Por qué entre tantos regalos que haces, no regalas un poco de tu tiempo? ¿No crees que tu tiempo vale tanto o más que cualquier otro regalo, que te ha costado tan caro? Hay muchos hoy que preferirán un poco de tu tiempo a todo otro regalo. Regalar tu tiempo, es regalarte un poco a ti mismo.

Flickr: Imagen en Acción

2.- Regala algo de tu tiempo hoy a alguien que cerca de ti esté solo. Tu visita le hará sentirse mucho mejor y su largo tiempo de soledad se le hará hoy un poco más corto. ¡Es tan largo y vacío y, muchas veces, doloroso el tiempo de los que padecen soledad y no tienen a nadie a su lado!

3.- Regala algo de tu tiempo hoy a algún pobre. ¿Crees que los pobres no tienen gusto por las cosas buenas, por ejemplo, por la compañía de alguien? A los pobres nadie los visita. Y si alguien lo hace, es rápido, con prisas. Cuando visites a un pobre, que también necesita la compañía de los demás, hazlo sin prisas. Es posible que luego, tú mismo te sientas mejor.

4.- Regala algo de tu tiempo hoy a algún anciano. Los ancianos aprecian mucho el tiempo que se les dedica. Es que el anciano sufre males de soledad. La gente los va dejando solos en la vida. ¿Sabes las ganas que tiene el anciano de hablar de sí, de su pasado? Escúchale hoy un ratito. Sentirás el latido de otra vida que es como la tuya.

5.- Regala algo de tu tiempo hoy a un niño. Le harás sentirse importante. Que un mayor se siente a charlar con él, le escuche y le pregunte, le hace sentirse también a él alguien a quien los mayores tomamos en serio. Los niños también, tienen mucho que decirnos a los grandes.

6.- Regálale algo de tu tiempo hoy a Dios. También Dios padece males de soledad. Y Dios necesita hablar. Él es la Palabra. Y una Palabra que no tiene quien la escuche… Recuerda a aquel niño que después de comulgar salió corriendo de la Iglesia al jardín. Al preguntarle por qué lo hacía, respondió: quería enseñarle el jardín a Jesús. ¿No podías enseñarle tu jardín hoy a Dios?

7.- Regala algo de tu tiempo hoy a cualquiera. Pero ten cuidado. Cuando regales tu tiempo no pretendas utilidades. No seas tú quien sólo va a hablar. Es preferible que vayas en actitud de escuchar. Muchos están necesitados de que se les escuche y no se les hable tanto. Están aburridos de las palabras de los demás.

Clemente Sobrado C. P.

Palabras para caminar: El reloj

Flickr: Guy Sie

1.- El reloj te marca la hora para levantarte, desperezarte, darte una buena ducha y quedar limpiecito para todo el día. Pero el reloj mañanero también te marca la hora para darle los buenos días a Dios por el nuevo día que te regala.

2.- El reloj te marca la hora para entregarte a tu trabajo. Pero también te marca la hora de hacer algo por los demás. El reloj puede ser tu despertador que te dice que en esos momentos alguien te requiere, alguien te necesita. No lo hagas esperar. Es ahora que él necesita de ti.

3.- El reloj te marca la hora de acostarte. De regalarle un descanso a tu cuerpo y a tu espíritu. Pero también te está reclamando un sentido acción de gracias a Dios por el día que termina. ¿No crees que un día más, vivido, bien vale la pena un: «Gracias, Señor. Hasta mañana»?

4.- El reloj te marca la hora de los hombres. Pero, cuidado, también te marca la hora de Dios en tu vida. Cuando mires a tu reloj, pregúntate si no será ésa la hora en la que Dios te tiene algo que decir, un recado que hacerte… Acude presto a la hora de los hombres. Pero no falles a la hora de Dios en ti.

5.- El reloj te marca la hora en la que un amigo quedó en llamarte. Pero también te marca la hora en la que Dios también se comprometió a comunicarse contigo. Claro que como no sabes a qué hora va a ser, todas las horas debes estar atento. Mira, que es una llamada que te interesa.

6.- El reloj te marca la hora en la que quedaste que llamarías al amigo. ¿Recuerdas a qué hora quedaste en llamar a diario a Dios? Porque me imagino que cada día tendrás alguna cita con Él. No serás tan descarado de que sólo te acuerdes de Él en situaciones de emergencia. Eso no vale.

7.- El reloj te marca la hora de salir del trabajo. Ah, pero no olvides que el reloj también te está recordando que es hora de cambiar de corazón, de cambiar de mentalidad, de cambiar de actitudes. ¿Y crees que es menos importante la hora de este cambio que la hora de salir del trabajo?

Clemente Sobrado C. P.

Sabemos descansar?

b-dom16

Escucha la Homilía del Domingo 19 de julio del 2009

flickr: lo.tangelini

flickr: lo.tangelini

Tiempo libre o descanso

Domingo 16 b del ordinario

Hoy hablamos mucho del tiempo libre, pero nos hemos olvidado hablar del tiempo del descanso. Hasta ahora hablábamos del descanso dominical. Ahora habrá que hablar del tiempo libre de fin de semana.
Un tiempo libre que no es tan libre como decimos. Y no es libre porque es un tiempo tan ocupado como cualquier día de la semana. Unos, porque todo lo que no pueden hacer durante la semana, lo dejan para el fin de semana. “Tengo tantas cosas que hacer que no he tenido tiempo para ir a Misa”.  Otros, porque el llamado tiempo libre lo llenan de cosas que, el fin de semana nos deja más cansados que el resto de días laborables.

La prueba. Fíjese usted en la cara de la gente el lunes. Más parece que quieren irse a la cama a dormir que a trabajar.

Jesús invita a los discípulos que regresan de su primera experiencia misionera, a retirarse a un lugar solitario “para descansar un poco”. ¿Motivo? El de siempre. “No tenían tiempo ni para comer?”. ¡También en aquel entonces existía eso de las “comidas al paso”, de “las comidas rápidas”?  La digestión se hace corriendo. Lo mismito que nos sucede a nosotros.

Tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para nada.
Tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para nosotros.
Tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para los demás.
Tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para Dios.

Vivimos absorbidos por la gente.
Vivimos absorbidos por nuestros quehaceres.
Y cuando uno no tiene tiempo para sí mismo, termina vacío de sí mismo y extraño a sí mismo. Y cuando uno no tiene tiempo para los demás, terminamos todos siendo pequeñas islas, cada uno metido en su propia cápsula del quehacer cotidiano. Todo es más importante que nosotros mismos. Todo es más importante que la familia. Todo es más importante que Dios. Y si nos damos cuenta, “todo ese todo” son un montón de cosas inútiles y vacías de contenido. De esas que hacemos para “matar el tiempo y no aburrirnos”.

Los unos comidos por las cosas.
Los otros comidos por la gente.
Los otros comidos por la diversión.
Los otros comidos por los demás.

Necesitamos “estar con los demás”, pero más urgente es “estar con nosotros mismos”, para que no vivamos perdidos en el espacio y en el vacío de nosotros mismos.
Lo que llamamos “tiempo libre” termina siendo un tiempo muy poco libre porque termina siendo un tiempo libre, lleno de cosas.
Y quien no sabe estar “consigo mismo”, ¿sabrá estar útilmente con los demás? Porque se puede estar con los demás, sencillamente “pasando el tiempo”, distraídos de nosotros y de nuestras responsabilidades. Una manera de vivir “irresponsablemente”.
Sólo estamos útilmente con los demás cuando hemos sido capaces de estar a solas con nosotros mismos.

flickr: Tiago Celestino

flickr: Tiago Celestino

Descansar no significa un “tiempo vacío”. Puede ser un tiempo muy lleno. Porque puede ser un tiempo de:

Encontrarnos con nuestra interioridad.
Discernir nuestros criterios y nuestra mentalidad.
Encontrarnos con nuestro yo profundo.
Encontrarnos con Dios escondido dentro de nosotros.
Encontrarnos con nuestra verdad, la verdad de nuestra vida.
Escuchar esas voces silenciosas de las cosas que de ordinario no escuchamos.
Escuchar la realidad que nos rodea y sobre la que no tenemos tiempo para pensar.
Escuchar la canción de los pájaros que casi nunca escuchamos.
Escuchar la voz de las flores, ¿alguien las escucha?
Escuchar a Dios que nos habla desde dentro de nosotros.

“Descansar” no es un tiempo improductivo.

Las grandes ideas y pensamientos brotan en el silencio del descanso.
Las grandes inquietudes brotan en el silencio del descanso.
Las que hoy son las grandes obras musicales comenzaron por escucharse primero en el silencio del alma.
Las grandes obras del pensamiento brotaron del silencio del espíritu y no del bullicio de las cosas.

“Descansar” no es marginarnos de las cosas y de las personas.

Es descansar para escucharlas dentro de nosotros.
Es descansar para sentirlas dentro de nosotros.
Es descansar para hacerlas preocupación nuestra dentro de nosotros.
Es descansar para llenar de vida nuestra alma.

Hoy todos disponemos de mucho tiempo “libre”, pero disponemos muy poco del “tiempo del descanso”. De ese tiempo de relajación y de paz y de serenidad, y de silencio, y de encuentro. De ese tiempo que detiene el reloj para dejar de vivir “tan de prisa”. Antes las carreteras eran para llegar a algún sitio pero contemplando el paisaje, atravesar los pequeños pueblitos y ver a la gente paseando.  Hoy, las grandes autopistas son para correr y llegar pronto, pero sin haber visto nada. No haberse deleitado nada, no haber visto nada.

Oración
Señor: Tú invitaste a los tuyos a un lugar solitario.
Hoy la soledad nos mata porque no sabemos estar a solas con nosotros mismos.
Tú invitaste a los tuyos a descansar.
Hoy ya nos hemos olvidado de descansar. Nos aburre demasiado.
Sentimos que no hacemos nada. Y que perdemos el tiempo.
Señor: Enséñanos a descansar de nuestros ajetreos para que podamos escucharte a ti y escuchar el latido de las cosas y de la gente.

Clemente Sobrado C. P.

www.iglesiaquecamina.com

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Una cuaresma cristiana

Domingo 1 de Cuaresma – Ciclo B

flickr: marcosvidal

flickr: marcosvidal

¿Es que hay alguna otra cuaresma? Sí. Hay muchas cuaresmas.
La Cuaresma del que no hace nada ni se entera de que algo está pasando.
La Cuaresma del que se pone la ceniza y ahí terminó todo, con una cruz en la frente.
La Cuaresma del que cree que ha hecho algo más de penitencia, pero él sigue siendo el mismo.
La Cuaresma del que camina como todos los días pero nunca llega verdaderamente a la Pascua.

Bueno, hay tantas Cuaresmas como cristianos. Porque cada uno nos la guisamos a nuestro gusto y estilo. Y nos olvidamos que Jesús comienza la Cuaresma en medio de la oscuridad de la tentación. Una tentación que, de alguna manera, marca y señala nuestras propias tentaciones. El Evangelio de Marcos apenas hace sino señalar que “dejándose tentar por Satanás”, porque para Marcos lo fuerte está en que la tentación está en la línea del Bautismo de Jesús y por eso insiste en que “el Espíritu empujó a Jesús al desierto”.

Nuestra Cuaresma debiera estar marcada por tres líneas que no son nada nuevas, pero son siempre actuales. Oración, ayuno y limosna.

La oración como base para poder interiorizar el misterio que celebramos: nuestro propio éxodo camino de la Pascua. El camino del desierto no se puede hacer con pajaritos en la cabeza sino con la seriedad de quien quiere salir de sus propias esclavitudes y busca la libertad perdida.

El ayuno. No como un gesto de penitencia, sino como una manera de compartir algo de lo nuestro con los demás. El privarnos de algo para que, los que no tienen tengan algo.   No se trata del ayuno estético para adelgazar y conservar la línea, ni del ayuno amarrete que no come para tener más para el día siguiente, sino del ayuno que significa privarme de lo mío para compartirlo con los demás.

Chesterton escribía que muchos cristianos pedían ayuda a los “industriales y a los zoólogos o a los biólogos”.
A los industriales, les pedían que fabricaran unas enormes agujas para que pudieran pasar por ella todos los camellos.
A los biólogos, les pedían que lograsen una raza de camellos tan pequeños que pudieran pasar el ojo de la aguja.
Como ven, cada uno vemos las cosas como nos conviene, porque sencillamente nos cuesta meterle el diente al Evangelio.

La limosna. Para ello la Cuaresma tiene que ser una Cuaresma marcada por dos elementos básicos y fundamentales del cristiano:
En primer lugar descubrir al otro, al hermano, al prójimo, con todas sus necesidades y problemas.
Y en segundo lugar, la limosna como la capacidad de privarnos de algo para compartirlo con el otro, el hermano, el prójimo.

Si la Cuaresma está marcada por la idea del Exodo, la salida de la esclavitud y el camino hacia la tierra de la libertad, entonces la Cuaresma ha de ser como una especie de Exodo personal y comunitario: la salida de nosotros mismos, de nuestros egoísmos y el camino hacia el hermano, el prójimo, el otro.
Y la limosna es la expresión de ese Exodo, porque es la manera de sacar las cosas del “egoísmo del tener” para llevarlas a la libertad de la liberación del otro que sufre.

Pero ello con la mirada puesta lejos, en el horizonte de la Pascua que es el final del éxodo, donde:

la muerte se hace vida,
donde el egoísmo se hace amor
donde el otro se hace hermano.

La Cuaresma como “peregrinación por el desierto de las necesidades, camino de los pobres y necesitados”. Pero tenemos que ser sinceros. No valen las trampas con el Señor.

Doy de lo que ya no me sirve o doy de lo que ya no necesito.
La limosna tiene que dolernos un poco.
Tiene que ser una “operación del bolsillo”, una “cirugía de nuestra billetera”.
Y esto tenemos que hacerlo sin más anestesia que el amor que nos hace peregrinos hacia los pobres.

Salir de nosotros mismos camino hacia los demás.
Sacar la mano del bolsillo y extenderla hacia el hermano necesitado.
Se puede salir de uno mismo pero sin dirección alguna.
Aquí, este salir tiene una meta como la tiene toda peregrinación: nuestra meta tiene que ser el otro, el hermano.
Un salir de nosotros para lograr algo fundamental que es el “encuentro”.
Porque no se trata de tirarle en el sombrero unos centavos que nos estorban en el bolsillo, sino encontrarnos con él como persona,
Y que este encuentro personal con el otro pueda llevarnos a todos al encuentro Pascual con el Otro que es Jesús resucitado.

Oración
Señor: comenzamos un nuevo camino hacia la Pascua.
Tú comenzaste tu camino hacia el anuncio del Reino empujado al desierto.
A nosotros que el Espíritu nos empuje también hacia el hermano, el necesitado.
Que nos envíe hacia el que no tiene pan.
Que nos envíe hacia aquel que sufre soledad.
Que nos envíe hacia aquel que las luchas interiores de su espíritu.
Que empuje a peregrinar por las arenas de la vida hacia el jardín de tu Pascua.

Clemente Sobrado C. P.

www.iglesiaquecamina.com

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