Archivo de la etiqueta: libertad

Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Domingo 1 º – Ciclo B

“El Espíritu empujó al Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían”. (Mc 1,12-15)

La Cuaresma comienza con esa escena de las tentaciones de Jesús en el desierto. Comienza haciendo la experiencia que todos nosotros tendremos que hacer también a lo largo de estos cuarenta días de camino hacia la Pascua.
Se quiso parecer a nosotros presentándose como pecador en el Bautismo.
Nada tiene que extrañarnos que ahora quiera presentarse “tentado como nosotros”.
La tentación no es pecado, sino manifestación de esa lucha interior que todos llevamos dentro de nosotros.

La tentación se da en nosotros:
Porque somos libres frente al bien y el mal.
Porque somos libres frente a la verdad y la mentira.
Porque somos libres frente al ser y el no ser.
Porque somos libres frente a nuestra verdad y nuestra mentira.

Con frecuencia sentimos cierta vergüenza de confesar que “hemos sido tentados”, cuando en realidad, la tentación lo único que hace es poner de manifiesto esa libertad y esa dualidad que caminan cada día con nosotros.

La verdadera tentación se da dentro de nosotros entre ser o no ser.
Ser lo que estoy llamado o ser cualquier otra cosa.
Ser persona o ser un simple objeto.
Ser lo que Dios quiere que sea, o ser lo que a mí se me antoja.
Ser lo que Dios quiere que sea, o ser lo que los demás quieren hacer de mí.

Al comenzar la Cuaresma todos debiéramos sincerarnos con nosotros mismos y preguntarnos ¿cuáles son nuestras verdaderas y más peligrosas tentaciones?
Las tentaciones del pueblo de Dios en el desierto, fueron tentaciones entre seguir en la esclavitud o caminar hacia la libertad.
Las tentaciones de hoy pueden ser: aceptar a Dios como guía de nuestras vidas o vivir como si Dios no tuviera nada que hacer con nosotros.
Las tentaciones de hoy pueden ser: ser libres a nuestro estilo o ser libres en la verdad.
Las tentaciones de hoy pueden ser: sentir necesidad de Dios o no tener necesidad de él.
Las tentaciones de hoy pueden ser: sentirme Iglesia o no creer en ella y prescindir de ella.

¿Y la Iglesia también sufre de la tentación? Es posible que muchos se escandalicen de que se pueda hablar de las tentaciones de la Iglesia. Y sin embargo, pienso que también ella es tentada. Y las tentaciones de la Iglesia pueden ser más peligrosas que las tuyas y las mías:
La tentación de ser más la Iglesia de los hombres que la Iglesia de Jesús.
La tentación de sentirnos dueños de la Iglesia y no servidores del Espíritu que la guía.
La tentación de atribuirle a Dios lo que no pasa de ser criterio y decisión nuestra.

También la Iglesia tiene el peligro de sentir las mismas tentaciones que Jesús. Y si Jesús las sintió, ¿por qué escandalizarnos de también sean las mismas tentaciones de la Iglesia hoy?
Jesús sintió la tentación del poder. ¿No estará también la Iglesia de buscar el poder hoy? ¿No habrá demasiada ansia de poder, de subir, de estar arriba, de ocupar lugares de prestigio?
Jesús sintió la tentación del tener. ¿No estará la Iglesia demasiado tentada del ansia de tener?
Jesús sintió la tentación del sensacionalismo. ¿No será también hoy la tentación de la Iglesia? ¿No buscaremos demasiado el aparentar, las grandes manifestaciones?
Negarlas es sucumbir a ellas.
Reconocerlas es ponernos en camino de salir triunfantes de ellas

El camino de la Cuaresma es para todos.
No olvidemos que, la cuarentena de años por el desierto, fuel camino de todo un pueblo.

Es la Iglesia, el Pueblo de Dios, quienes tendremos que iniciar la Cuaresma detectando nuestras verdaderas tentaciones.
Sin disimularlas.
Sin ignorarlas.
Sin justificarlas.
No verlas solo en los demás.
Iglesia y cada uno de nosotros tendremos que sincerarnos en una actitud de verdadera conversión cuaresmal, si juntos queremos llegar a esa tierra prometida que es la Pascua. Que el Espíritu nos empuje a todos a nuestro desierto de lucha y de conversión.

Clemente Sobrado C.P.

Bocadillos espirituales para vivir la Pascua: Martes de la 2 a Semana – Ciclo A

“El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a donde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu”.
Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede suceder esto?” Le contestó Jesús: “¿Tú eres maestro en Israel , y no sabes esto?” Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”.
(Jn 3,7-15)

Sigue el diálogo de Jesús con Nicodemo.
El pobre sigue desconcertado, porque Jesús no habla de normas ni teorías.
Jesús habla de una vida nueva nacida del Espíritu.

El Espíritu no está condicionado por la Ley.
El Espíritu es como el viento.
Libre como el viento.
El Espíritu no depende de nosotros.
Como tampoco el viento que no sabemos de donde viene y ni a donde va.
El Espíritu actúa por sí mismo.
Tienen vida por sí mismo.
Nos hace libres por sí mismo.
Nos hace nuevos por sí mismo.

La ley nos marca el camino.
La ley nos obliga y condiciona nuestro obrar.
La ley nos esclaviza a ella misma.

En tanto que:
El Espíritu nos hace nuevos por dentro.
No hace libres interiormente.
Nos hace libres como el viento.
Nos hace vivir una libertad nueva.
Nos hace vivir una experiencia nueva.
Nos regala gratuitamente la fe.
Nos hace que podamos vivir como el mismo Jesús bajado del cielo.
No como viven los hombres que son de la tierra.

La libertad no es algo externo.
La libertad es algo interno.
La libertad no es algo que nos da la ley.
La libertad de Jesús es la libertad don del Espíritu.
La libertad del Espíritu está por encima de todas las imposiciones de ley.

Hoy se habla mucho de ser libres.
La libertad es un don, regalo creacional de Dios y regalo como don del Espíritu.
Pero la gente cree que es libre porque es capaz de desobedecer a los demás.
Libre porque podemos decir no a los padres.
Libre porque podemos decir no a la autoridad.
Libre porque podemos decir no a la misma Iglesia.

Ser libre es todo un compromiso.
Es vivir a impulsos del Espíritu.
Es vivir la libertad interior del corazón.
Es vivir en obediencia al Espíritu.
Es vivir en obediencia a nuestro Bautismo.
Es vivir en la verdad.

Ser libre es ser más que el capricho de nuestros instintos.
Por eso el Espíritu que hace nacer de nuevo se expresa en el “Hijo del hombre que tiene que ser elevado, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”
La Cruz pareciera el símbolo de la esclavitud.
Cuando en realidad es el símbolo de la libertad en el Espíritu.
Porque es la capacidad de ser capaz de dar la vida movido por el Espíritu.
Estar dispuestos a subir a la Cruz puede ser la mayor expresión de libertad.
Jesús crucificado es más libre que todos cuantos le condenaron, que vivían esclavos de la Ley.

¿Te sientes libre?
¿Cuáles son tus signos de libertad?
¿Vas a Misa por obligación o con la libertad de tu espíritu?
¿Vives tu matrimonio por obligación y en la libertad del amor?
¿Vivo mi sacerdocio por la obligación de mi ordenación o porque el Espíritu de mueve interiormente?
¿Vivo mi consagración religiosa por la obligación de unas Reglas o porque el Espíritu me sopla interiormente?

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Miércoles de la 5 a. Semana – Ciclo A

“Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: “Si mantienen mi palabra, serán de verdad discípulos míos, conocerán la verdad, y la verdad les hará libres. Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no queda en casa para siempre; el hijo, en cambio se queda para siempre. Y si el Hijo los hace libres, serán realmente libres”. (Jn 8,31-42)

Tres palabras claves en este Evangelio:
Palabra.
Verdad.
Libertad.

La Palabra: es la base y el principio de la verdad.
La verdad: es la base y el principio de la libertad.
La libertad: es el criterio de la verdad.

Lo primero necesitamos creer en la Palabra.
Pero en la Palabra de Jesús.
En la Palabra del Evangelio.
Que es la Palabra de Dios.

El mundo está lleno de palabras.
Pero ¿son palabra que nos llevan a la verdad?
Entre los novios hay mucha palabra.
¿Pero son palabras que expresan la verdad de su amor?
Entre los esposos hay mucha palabra.
¿Pero son palabras portadoras de la verdad?
En la Iglesia existe mucha palabra hablada y escrita.
¿Toda ella es portadora de la verdad?

Porque hay mucha palabra:
Portadora de la mentira.
Que inducen a la mentira.
Que inducen al engaño.
Tendremos que analizar si nuestras palabras son como las de Jesús, palabras de verdad y palabras que pretenden engañar al otro.

Necesitamos vivir de la verdad:
¿Vivimos en la verdad del Evangelio?
¿Hablamos la verdad o la disimulamos?
¿Hablamos la verdad o nuestra verdad camufla la mentira?
¿Habamos la verdad o la manchamos con el engaño y la mentira?
¿De donde brota nuestra verdad?
¿De lo que dice todo el mundo?
¿De lo que hoy se acostumbra y lleva?
¿O nuestra verdad brota del Evangelio leído, meditado y rumiado en el corazón?

Necesitamos vivir en la libertad.
Le mentira nos hace esclavos.
El pecado nos hace esclavos.
Sólo la verdad nos hace libres.
¿Somos libres de verdad cuando vivimos engañando?
¿Somos libres de verdad cuando nos aprovechamos de los demás?
¿Somos libres de verdad cuando vivimos esclavos de nuestras pasiones?
¿Somos libres de verdad cuando vivimos esclavos de nuestros instintos?
¿Somos libres cuando no vivimos de la verdad de nosotros mismos?
¿Somos libres cuando no vivimos la verdad de nuestro amor?
¿Somos libres cuando no vivimos la verdad de nuestras promesas?
¿Somos libres cuando decimos “yo no puedo”?
¿Somos libres cuando vivimos esclavos del pecado?
El pecado nos hace esclavos y se adueña de nosotros.
Solo la gracia nos hace libres de verdad.

Tres palabras que no debiéramos olvidar nunca: Palabra, verdad, libertad.
Las tres definen la autenticidad de nuestro ser y personalidad.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Martes de la 8 a. Semana – Ciclo A

“Pedro se puso a decir a Jesús: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” Jesús dijo: “Les aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más, casas hermanos, hermanas madres, padres y tierras, con persecuciones, y en el futuro la vida eterna. Muchos de los primeros serán últimos, y los últimos serán primeros”. (Mc 10,28-31)

Ante la actitud del que vino corriendo y regreso con la cabeza gacha, Pedro dice muy ufano: “Bueno, Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo por ti y te hemos seguido”.

El problema difícil es dejarlo todo.
Pero lo que vale de verdad no es dejar.
El fruto del dejar es el “seguir”.
No se trata de dejarlo todo y quedarse calato en la calle.

Dejar es el primer paso.
Dejar es dejar libre el camino.
Dejar es ponerse en traje de seguimiento.
Dejar es importante.
Pero lo que da valor al dejar es el “seguir”.
Por eso Pedro dice que lo han dejado todo “y te hemos seguido”.
Dejar por dejar crea pobres.
Dejar por seguir a Jesús crea cristianos.

Dejar es imitar a Jesús que como dice Padre en la Carta a los Filipenses:
“El cual, siendo de condición divina
no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo
tomando la condición de siervo,
haciéndose semejante a los hombres
y apareciendo en su porte como hombre;
y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte
y muerte de cruz”. (Flp 2,6-9)

Y concluye “por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el nombre sobre todo nombre”.
El desprendimiento de todo, incluso de lo más íntimo tiene su recompensa:
Un mundo nuevo donde todos somos familia.
Un mundo nuevo donde todos somos hermanos.
Un mundo nuevo donde todos vivimos abiertos a todos.

Pero este mundo nuevo en la libertad tiene también su precio:
“las persecuciones”.
Porque los que viven:
en la libertad, son un peligro para el mundo.
desprendidos de todo, son un peligro para el egoísmo del mundo.
desprendidos de todo, son un peligro para nuestros sistemas económicos.

Y por eso estorban.
No son bienvenidos al mundo.
Y son perseguidos del mundo por ser considerados revolucionarios.
Por es perturbadores del orden social.

Pero, Dios nos sabrá valorar.
Dios nos abrirá las puertas de un mundo diferente.
Dios nos hará autores de un mundo donde todos logren ser libres.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la 8 a. Semana – Ciclo A

Cuando salía Jesús al camino se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Ya sabes los mandamientos. “Maestro eso lo he cumplido des pequeño. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende los que tienes, del el dinero a los pobres y luego sígueme”. A estas palabras frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. (Mc 10,17-27)

Flickr: jairoagua

Amigos, comencemos diciendo que aquí no se trata de un invitación a la vida religiosa o sacerdotal.
Es un “un cualquiera” que viene corriendo.
Ni se dice el nombre, por tanto puede ser cualquiera.
Mejor somos todos.
No pide que la admita como religioso o sacerdote en su seminario.
Pide simplemente conseguir la “vida eterna”.
Es decir salvarse, entrar en el reino, que es para todos.

Es bella la observación de Marcos:
Viene corriendo, que expresa el deseo de algo.
Se pone de rodillas, que manifiesta su interés.
Y “Jesús se le quedó mirando con cariño”.
¡Cuántas veces Dios nos mira con ojos de cariño!
¡Cuántas veces Dios nos mira disfrutando de la buena voluntad y deseo que tenemos de ser mejores!

Pero este personaje:
Todavía vive de la espiritualidad del Antiguo Testamento.
Ha cumplido la Ley desde pequeño.
Y siente que eso no le llena.

Y Jesús le invita pasar al Nuevo Testamento.
Ya no es cuestión de cumplir la Ley.
Es cuestión de desprenderse de todo.
Es cuestión de aceptar a Jesús como su valor fundamental.
Es cuestión de liberarse del peso de la Ley.
Es cuestión de renunciar a todo lo que se tiene.
Y quedarse solo con Jesús.

No se trata de que Jesús le exija ser pobre.
La pobreza en sí misma no es un valor.
Jesús quiere que todos tengamos lo necesario para una vida digna.
Si le pide “vender todo lo que tiene” es para que a partir de ahí quede en libertad.
Es para que su única riqueza sea Jesús mismo.
La pobreza en el Evangelio no es la sociológica.
No es la pobreza de quien no tiene nada.
Es la pobre de quien renuncia voluntariamente a todo por el Evangelio.

La ley puede hacernos buenos.
Pero la ley no nos desprende de las cosas.
La ley no nos hace libres.
Podemos cumplir la Ley y tener el corazón apagado a las riquezas.
Y Jesús quiere libertad del corazón.
Y esto es lo que él no entendió.
Como era rico, todavía no había descubierto que la mejor riqueza era el Reino.

Y la escena adquiere otro tono:
Vino corriendo y ahora “frunció el ceño”.
Le pareció un precio muy alto.
“y se marchó pesaroso”.
Se le apagó la ilusión y se la marchitó la esperanza.
Y regresó a conservar lo que tenía.
Pero ya sin alegría.
Las cosas pueden darnos satisfacciones en la vida.
Pero no la alegría del corazón.
Y hasta Jesús se sintió desilusionado y como frustradas las ilusiones que había puesto en él.

Las cosas no son malas.
Lo malo es cuando el corazón vive pegado a ellas.
Lo malo es cuando las riquezas pesan tanto que impiden caminar hacia delante.
No es cuestión de ser pobre.
Es cuestión de ser libre. Porque solo la libertad pone alas a nuestro corazón.

Señor: dame deseos de ser cada día mejor.
Señor: ayúdame a desprenderme de todo.
Señor: que para correr como atleta hay que llevar ropa de atleta y quietarse el buzo.
Señor: que no pierda mi libertad para seguirte con alegría cada día.
Señor: que no me eche atrás pesaroso.

Clemente Sobrado C. P.