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Homilía del Domingo 5 del Tiempo ordinario

Escucha aquí la Homilía del P. Clemente Sobrado cp. sobre el Domingo 5 del Tiempo ordinario, Ciclo A.

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín”. (Mt 5,13-16)

Para comprender mejor estas imágenes, tengamos en cuenta que la ley judía prescribía poner un poco de sal sobre cada oferta presentada a Dios, como un signo de alianza. La luz, entonces, para Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces, una misión para con todos los hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda la humanidad. Todos los bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos en un Evangelio vivo en el mundo: con una vida santa daremos «sabor» a los diferentes ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo a través del testimonio de una caridad genuina. Pero si los cristianos perdemos sabor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la efectividad.» (Papa Francisco)

Las tres lecturas de este Domingo parecen entrelazadas.
Explicándose e iluminándose mutuamente.

En el centro ponemos el Evangelio.
Y aquí Jesús nos declara a todos “como la sal y la luz del mundo”.
La “sal” es de las cosas que los cocineros utilizan mucho.
Pero tiene toda una serie de valores y significados.
La utilizamos “para conservar las carnes”.
Recuerdo de niño cómo cuando se mataban los cerdos,
se los trozaba y se los metía en una artesa llena de sal.
Ahí la carne se serenaba y se curaba para poder conservarla.
Los pescadores de altura llevan cantidad de sal
para conservar el pescado en buenas condiciones.
Por eso en el A.T. se habla de “la alianza en la sal”.
Para indicarnos que era una “alianza para siempre”.

Pero donde mejor conocemos la sal
es en el sabor que da a las comidas.
Jesús utiliza la imagen de la sal, para decirnos
que estamos llamados a dar gusto, sabor al mundo.
Al mundo lo condimentamos “con la sal del amor”.
Al mundo lo condimentamos “con la sal de la solidaridad”.
Al mundo lo condimentamos “con la sal de la misericordia”.
Al mundo lo condimentamos “con la sal del perdón”.
Al mundo lo condimentamos “con la sal de la fraternidad”.

Y esto no lo logramos “como espectadores”,
sino metiéndonos “en el mundo”.
Al mundo tenemos que darle un nuevo sabor
metiéndonos dentro del mundo,
disolviéndonos dentro del mundo,
como la sal se disuelve en las comidas.
Que el mundo tenga un sabor más humano,
aunque pasemos desapercibidos.
¿Qué el mundo en el que vivimos nos resulta amargo,
insípido, sin sabor humano?
¿No le faltará la sal de nuestras vidas?

Y Jesús nos quiere “como luz de mundo”.
Cristianos que ponen luz e iluminan al mundo.
Cristianos que llenan de luz y calor el mundo.

Isaías “ya nos veía como luz del mundo y nos decía cómo iluminarlo”.
“Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres,
viste al desnudo, y no te cierres a tu propia carne”.
“Cuando destierres de ti la opresión,
el gesto amenazador y la maledicencia,
cuando partas tu pan con el hambriento
y sacies el estómago del indigente,
brillará tu luz en las tinieblas,
tu oscuridad se volverá mediodía”.

Y el Salmo responsorial nos dirá:
“En las tinieblas brilla como una luz el que
es justo, clemente y compasivo”.

Y Pablo nos dirá que, al mundo no lo iluminamos
con grandes manifestaciones,
sino con la simplicidad del misterio de amor de Jesús.
El misterio de la humillación de la Cruz diera
la impresión de apagar la luz de Jesús.
Y, sin embargo, Jesús se convierte en la gran lámpara
que ilumina al mundo colgado de la Cruz.
Porque es desde la Cruz desde donde Jesús irradia
toda la luz del amor, toda la luz de su misericordia,
toda la luz de su perdón, toda la luz de la vida.
que es la luz que tiene que iluminar al mundo.

Pablo quiere ser esa luz de Jesús, pero desde la experiencia de Jesús.
“Pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna,
sino a Jesucristo, y este crucificado”.

Y todos sabemos cómo iluminaba la vida de Pablo.
Y cuántos encontraron la luz de su camino.

El Papa Francisco lo expresa de esta manera:

“La luz, entonces, para Israel era el símbolo
de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo.
Los cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces,
una misión para con todos los hombres:
con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar,
hacer fecunda la humanidad.
Todos los bautizados somos discípulos misioneros
y estamos llamados a convertirnos en un Evangelio vivo en el mundo:
con una vida santa daremos «sabor»
a los diferentes ambientes
y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal;
y llevaremos la luz de Cristo a través del testimonio
de una caridad genuina.
Pero si los cristianos perdemos sabor
y apagamos nuestra presencia de sal y de luz,
perdemos la efectividad.»

Y aquí como dice Pablo no es preciso
“hacerlo con sublime elocuencia o sabiduría”
ni tampoco con grandes poderes sino,
“débil y temblando de miedo”.

¡Cuánta sal hay en la vida de cada mamá
que comienza a sembrar el Evangelio
en el corazón de sus hijos!
¡Y cuánta luz hay la vida de esas mujeres y hombres,
mamás y papás, que cada día salen a vender chucherías
en la calle, para sacar adelante a sus hijos.
¡Cuánta sal que condimenta de amor, la vida de los nietos,
en esos abuelitos que se hacen cargo de sus nietos,
les dan calor, amor, los sacan a pasear
y les regalan unos caramelos o galletas.

No amigos, no hace falta ser
grandes lámparas para iluminar.
Hasta un fósforo puede encender muchas velas.
Y muchas velas pueden iluminar muchos espacios.
Aunque no seamos grandes lámparas,
no dejemos de ser pequeños fósforos,
y no dejemos de ser pequeñas velas.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Domingo 29 – Ciclo A

DOMUND – Domingo Mundial de las Misiones
San Pablo de la Cruz

“Se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras la condición de las personas. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar el impuesto al César o no?”
(Mt 22,15-21)

Un domingo rico en simbolismos y compromiso:
Es el Domingo 29 a del ordinario.
Es el Domingo del DOMUND.
Es la fiesta de mi Fundador San Pablo de la Cruz.

El que quiera pagar impuestos que siga el texto del Evangelio.
Yo prefiero hacer unas reflexiones sobre el Domund y verlo desde el carisma de mi Fundador San Pablo de la Cruz.

Iglesia misionera
Las misiones no son una simple posibilidad o el deseo de algunos más atrevidos. La misión es el alma de la Iglesia y de cada comunidad y de cada cristiano.”La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que “primean”, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan”.

“Primear”, hasta el Papa pide disculpas de la palabra. Pero que significa:

“la comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primoreado en el amor y por eso, ella sabe adelantarse, tomar iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos”.

“La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así “olor a oveja”, y éstas escuchan su voz.

Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. La evangelización tiene mucho de paciencia y evita maltratar sin límites. Cuida del trigo y no pierde la paz por la cizaña”.

El primer misionero fue el mismo Jesús.
El primero en amar al hombre fue Jesús.
Y la Iglesia tiene que olvidarse de sí mismo y mirarse más en los demás, sobre todo los más excluidos.
Pero no son suficiente las palabras, se necesitan “obras y gestos en la vida cotidiana”.

El Espíritu misionero nos presenta un rostro nuevo de Iglesia.
No ese rostro aburrido de estar encerrada en sí misma, sino el rostro de quien mira lo largo de los caminos y los hombres que viven cerca y también los que están lejos.

Por eso, el Domund no es un domingo cualquiera.
Sino un día que quiere despertar a la Iglesia.
La Iglesia no puede ser un museo donde se conservan cuadros antiguos muy valiosos, pero que no pasan de cuadros colgados de la pared.
La Iglesia tiene museos, pero no puede ser museo.
La Iglesia es camino, Evangelio en mano, sandalias y bastón.
El cristiano no puede oler a alcanfor de armario, sino a ovejas y caminos.

Este fue el carisma de mi Fundador.
Despertar a la Iglesia de su letargo.
Por reavivar en la Iglesia su centralidad: el amor de Dios revelado en la Cruz.
Un querer renovar a la Iglesia desde sus raíces hundidas en la roca del Calvario. Y un dedicarse a evangelizar al pueblo abandonado y sin pastores. Por algo se le llama uno de los místicos y misioneros más importantes del siglo XVIII.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Jueves de la 7 a. Semana – Ciclo A

San Gabriel de la Dolorosa 

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Todo aquel que dé a beber un vaso de agua, por ser ustedes de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos manos al infierno”. ( Mc 9, 41-50)

Hoy celebra la Iglesia la memoria de San Gabriel de la Dolorosa, estudiante pasionista.
Un joven que en pocos años de vida religiosa en la Congregación Pasionista llegó a la santidad.
Es que la santidad no depende de la edad.
Depende de la seriedad con que se asume y vive el Evangelio.

Y el Evangelio nos presenta tres ideas fundamentales.
La primera: Dar de beber un vaso de agua por haber creído en Jesús.
Lo que hagamos a uno de estos pequeños a mí me lo habéis hecho.
Aparentemente Jesús nos pone la salvación muy barata.
Un simple vaso de agua es suficiente para entrar en el reino.
Es que un simple acto de amor es suficiente como para transformar a cualquiera.
Un simple acto de amor es más importante que todo el resto que hagamos.
Un simple acto de amor es más grande que todos los tesoros que tengamos.
Un simple acto de amor es capaz de cambiar y renovar nuestro corazón.

No esperemos a hacer cosas grandes.
La vida se vive cada día de cosas pequeñas.
Y uno va creciendo cada día de pequeños detalles de fidelidad.
Esa fue un poco la historia de San Gabriel.
La cosas grandes no siempre podremos hacerlas.
Pero las cosas pequeñas las podemos hacer cada día.
Los grandes actos de amor no siempre dependen de nosotros.
Pero de nosotros sí dependen los pequeños detalles de amor y generosidad.
No esperemos a ser santos dando nuestra vida.
Pero sí tratemos de serlo con las pequeñas caridades de cada día.

Lo segundo: Hay que evitar el escándalo.
El escándalo puede matar la vida de los pequeños.
El escándalo puede matar el corazón de los pequeños.
El escándalo puede impedir que los pequeños crezcan en su amor y entrega a Dios.
El escándalo es poner piedras en el camino de los que quieren llegar a la santidad.
El escándalo es poner piedras en el camino para que tropieces.
El escándalo es ser motivo que desvía del camino a los que han tomado en serio le santidad del Evangelio.
Escándalo es poner obstáculos en el camino.
Escándalo es desviar a alguien del camino.

Lo tercero: “si tu mano, tu ojo, tus pies, te son un estorbo para tu fidelidad al Evangelio, mejor te los cortas”.
De poco importa llegar al cielo manco, ciego o cojo.
Puede que aquí Jesús se muestre un tanto radical.
Pero ¿no será también la radicalidad algo esencial en nuestra vida?
Porque eso de andar siempre a medias, no lleva a ninguna parte.
El vivir a medias tintas, no pasa de ser una forma de engañarnos.
El vivir a medio esfuerzo, no nos llevaré nunca muy lejos.

No es que Jesús nos quiera mancos, cojos o ciegos.
Lo que Jesús quiere es que sepamos valorar nuestra fidelidad a Dios.
Todo lo demás es relativo.
Y vivir solo de la relativo no nos servirá de mucho.
O somos o no somos.
O somos bautizados o no lo somos.
O somos cristianos o no lo somos.
O creemos o no creemos.

Todo lo que queramos:
Pero tenemos que vivir decididos.
Tenemos que vivir con plenitud.
Tenemos que tomar en serio nuestra fe y no jugar con ella a canicas.
Los santos no son los que jugaron a echar la suerte.
Los santos no son los que jugaron a ver qué pasa.
Los santos no son los que jugaron a medie caña.
Sino los que se tomaron en serio a sí mismos.
Tomaron en serio la llamada de Dios.
Tomaron en serio su vocación.
Tomaron en serio la vida cada día.
Tomaron en serio el “vaso de agua” cada día.

Clemente Sobrado C. P.