Archivo de la etiqueta: señal

Bocadillos espirituales para la Pascua: Martes de la 3ra Semana – Ciclo B

“ Dijo la gente a Jesús: “¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?” (Jn 6,30-35)

Tenía razón Jesús para decirles que le seguían por el estómago, y no porque habían visto el signo. Porque casi a continuación la gente le exige a Jesús para creer en el dos cosas:
¿Qué signos haces?
¿Cuál es tu obra?

Cuesta creer en él.
Se le exige señales y signos que den razón de él.
Se le exige explique claramente cuál es su misión, su obra.

Uno se pregunta:
¿qué pasa con nuestro corazón, para no ver los signos que Dios nos ofrece?
¿qué pasa con nuestro corazón, para no ver y reconocer la obra salvadora de Jesús?
O tal vez sería mejor preguntarnos ¿qué señales tendrá que darnos Dios para que podamos creer en él? Diera la impresión de que:
No todos los signos son suficientemente claros.
No todos los signos son suficientemente inteligibles.
Que los únicos signos que nosotros entendemos son los que a nosotros nos interesan.
Que nos cuesta leer el actuar y el comportamiento de Dios.
Que nos cuesta leer lo que Dios escribe cada día en nuestras vidas.

Pero tampoco creo sea suficiente lamentar la ceguera de aquella gente.
Que tampoco la podemos negar.
Y que todo esto nos plantea, tanto a la Iglesia como nosotros sus miembros, varias inquietudes y responsabilidades.
Es cierto que Dios tiene un lenguaje propio.
Y que nosotros tenemos que aprender a leer e interpretar.

Pero también es verdad que no todo lo que hacemos es legible para la gente.
Que no todo lo que hablamos es inteligible para la gente.
Que podemos decir muchas cosas que a la gente no le dicen nada.
Que podemos hablar desde nosotros, pero no desde lo que la gente es capaz de entender.
Que podemos hacer muchas cosas que a la gente le resultan indiferentes.
Que posiblemente no es suficiente eso de “siempre ha sido así”.
Que posiblemente lo que en un tiempo tenía valor hoy no lo tenga.
Que a veces hablamos en chino a quienes solo hablan quechua.
Que a veces hablamos para que entiendan los grandes teólogos o para demostrar nuestra ciencia, pero que todo ello no llega a la gente.
Que palabras que en otro tiempo decían algo, hoy resultan extrañas.
Que exigencias que en otro tiempo pudieran ser válidas, hoy a la gente le resbalan.

Lo cual requiere de nosotros también un cambio:
Jesús no les dio la razón y hasta manifestó la extrañeza de su falta de fe.
Pero, si bien la verdad sigue siendo la misma, su presentación no puede ser igual.
¿Qué signos de credibilidad pie el hombre de hombre de hoy?
Signos de libertad.
Signos de compromiso con los oprimidos.
Signos de coherencia entre fe y vida.
Signos de pobreza y compromiso.
Signos de sencillez y no de exhibicionismo.
No hablemos mucho, pero vivamos mucho.
Que nuestras vidas sean las que hacen creíble a Jesús.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para la Pascua: Lunes de la 3ra Semana – Ciclo B

“Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la orilla del Lago, la preguntaron:”Maestro, ¿cuándo has venido aquí? Jesús les contestó: “Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto los signos, sino porque comisteis hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios”. (Jn 6,22-29)

Un Evangelio que tiene valor perenne porque pone en cuestionamiento el por qué de nuestra fe.
La gente se entusiasma con Jesús por el milagro de los panes.
Y por eso, en vez de irse a sus casas, le sigue.
Pero Jesús no es de los que busca grandes manifestaciones.
Y menos cuando se da cuenta de que quieren declarar su jefe y cabeza.
Desaparece de la escena y se va a Cafarnaún.
Pero la gente se le adelanta y le encuentra junto al lado.
Jesús no se emocione ni echa a vuelo las campanas de su fama y éxito.
Por el contrario la cuestiona preguntándoles por los motivos por los que le
siguen.
“Me buscáis, no porque habéis visto los signos, sino porque comisteis hasta saciaros”.

La pregunta es clara:
¿Cuáles son los motivos de nuestra fe?
¿Cuáles son las razones de nuestra fe?
¿Cuáles son las razones por las que rezamos?
¿Cuáles son las razones por las que vamos a misa?
¿Cuáles son las razones por las que somos cristianos?

¿Son razones de credibilidad?
¿Son razones de utilidad?
¿Por qué soy cristiano yo?
¿Qué hemos visto en el cristianismo para hacernos cristianos?
¿Qué hemos visto en la Iglesia para hacernos miembros suyos?
¿Hemos visto los signos de Jesús?
¿Hemos descubierto personalmente a Jesús?
¿Hemos reconocido la verdad de Jesús?

Porque los motivos pueden ser múltiples:
Somos cristianos simplemente porque nos bautizaron de niños.
Pero nunca hemos tenido una experiencia personal de Dios ni de Jesús.
Tampoco hemos tenido una experiencia personal de la verdad de la Iglesia.
Somos cristianos por tradición familiar de abuelos, a padres y a hijos.
Porque todo el mundo lo hace y nos dejamos llevar de la corriente
Seguidores de Jesús pero que no hemos visto sus signos.

Concretando más aún las cosas pudiéramos preguntarnos:

¿Por qué rezamos?
¿Porque queremos hablar amistosamente con Dios?
¿Para asegurar nuestra relación filial con Dios Padre?
¿Por qué nos interesa la ayuda del Señor para solucionar nuestros problemas?

¿Por qué nos casamos por la Iglesia?
¿Por qué tenemos fe en el sacramento del matrimonio?
¿Porque queremos la bendición de Dios para nuestro amor?
¿Porque queremos que nuestro hogar sea realmente signo del amor de Dios?
O simplemente:
Por complacer a nuestros padres.
Por no llamar la atención.
Porque es bonita la celebración.
Para que digan que estamos bien casados.

¿Por qué me hice sacerdote?
¿Porque he sentido la llamada de Dios en mi corazón?
¿Porque he sentido que quiero ser un servidor de la comunidad de la Iglesia?
O simplemente:
Porque crea un status social.
Porque es una manera de vivir.
Porque es una profesión como cualquier otra.

Y pudiéramos seguir con otras muchas preguntas.
Lo importante ¿qué nos dice Jesús a cada uno de nosotros?
¿Qué he visto los signos o porque es una manera de saciar nuestra vida?
Son preguntas que no podemos responder de memoria.
Sino que tienen que cuestionar nuestras vidas.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir la Cuaresma: Miércoles de la 1 a. Semana – Ciclo B

“La gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: “Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación”. (Lc 11,29-32)

Dios constantemente nos está emitiendo: guiños de su presencia.
Dios constantemente nos está emitiendo: señales de su presencia.
Dios constantemente nos está emitiendo: signos de su presencia.

Y sin embargo, nosotros:
“seguimos pidiéndole señales para creer en él”.
Le pedimos nos sane de nuestras enfermedades.
Le pedimos nos conceda un buen trabajo.
Le pedimos nos conceda aprobar en los exámenes.
La pedimos nos conceda un buen marido.
Le pedimos nos conceda encontrar una buena esposa.
Hasta somos capaces de pedirle nos toque la lotería.
Hasta le pedimos que el marido deje el trago.
O que el hijo deje la droga.

En cambio los signos que Dios nos da suelen ser otros.
Nos envía a su propio Hijo:
“Y los suyos no le reconocieron”.
Nos regala el don de su Palabra.
Pero nosotros preferimos hechos a la Palabra.
Nos regala la muerte de su Hijo.
Pero nosotros seguimos sin mirar a la Cruz.
Nos regala con su presencia en la Eucaristía.
Pero nosotros seguimos sin reconocerle.
Nos regala el sacramento de la Iglesia.
Pero nosotros seguimos descontentos y solo vemos sus defectos.

Cada día pone en nuestro camino al pobre que pide limosna.
Pero nosotros no entendemos ese lenguaje.
Cada día nos trae noticias de asesinatos y muertes.
Pero nosotros no sabemos leer ese signo.
Cada día nos trae noticias de guerras entre los pueblos.
Pero nosotros seguimos sin entender lo que quiere decirnos.
Hablamos mucho de los “signos de los tiempos”.
Pero nosotros preferimos seguir atados al pasado.

Todo habla de Dios cuando tenemos ojos de fe.
Todo habla de Dios para quien quiere ver.
Todo habla de Dios para quien quiere entender.
Todo habla de Dios para quien tiene los ojos abiertos.

Jesús es claro.
Los signos los ofrece Dios.
Y los signos de Dios son como el de Jonás.
Signos que nos hablan de conversión.
Signos que nos hablar de lo nuevo.
Signos que nos hablan de cambio.
Signos que nos cuestionan para que descubramos su voluntad.
Signos que nos cuestionan para que aprendamos a ver de otro modo al hermano.
Signos que nos cuestionan para que aprendamos que Dios nos quiere recrear en la Pascua.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Martes de la 6 a. Semana – Ciclo B

“Ellos comentaban: “Lo dice porque no tenemos pan”. Dándose cuenta, les dijo Jesús: “¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? ¿Cuántas cestas recogisteis cuando repartisteis entre siete entre cuatro mil? Le respondieron: “Siete”. Y les dijo: “Y no acabáis de entender?” (Mc 814-21)

Primero son los fariseos los que no ven ni entienden.
Acaban ver la multiplicación los de los panes y le piden una señal para creer en él.
Pero ahora son los mismos discípulos los que tampoco logran ver y comprender.
No basta tener ojos para ver.
Son muchos los que tienen ojos y no ven.
O ven solo la cáscara de la nuez pero no descubren la nuez.
Tampoco ellos han logrado comprender el milagro de la multiplicación.

Tenemos ojos, pero no vemos.
A lo más vemos las apariencias.
Cada día vemos cantidad de manifestaciones de Dios.
Pero en realidad no vemos nada.
No vemos a Dios detrás de ellas.
No vemos lo que Dios quiere revelar y manifestar.
Vemos la Iglesia como misterio y sacramento de salvación.
Y nosotros la vemos como una institución humana.
Y nosotros vemos solo sus defectos.
Y nosotros vemos solo su cáscara humana.
Pero no logramos ver el misterio que encierra.
No logramos ver la presencia de Jesús en ella.
Vemos a los hombres que la representan.
Pero no vemos al Espíritu Santo que es su alma y su dinamismo.
Nos vemos a nosotros como personas.
Pero no vemos nuestra condición de hijos.
No vemos como individuos.
Pero no nos vemos como hermanos hijos de un mismo Padre.
Vemos al que tiene hambre, pero no vemos a Jesús hambriento.
Vemos al desnudo y nos escandalizamos, pero no vemos a Jesús desnudo.
Vemos al enfermo que sufre, pero no vemos a Jesús enfermo.
Vemos al anciano que nos molesta, pero no vemos a Jesús anciano.
Vemos pero sin ver.

Tenemos oídos, pero no oímos.
Escuchamos la lectura de la Biblia.
Pero no logramos reconocer la voz de Dios que nos habla.
Escuchamos las explicaciones de la Palabra de Dios.
Pero solo escuchamos la palabra del que la explica.
“Habla bien”. “Habla bonito”. “Habla mal”.
“Me aburre la predicación”.
Escuchamos el grito del hambriento.
Pero no escuchamos a Jesús.
Escuchamos el grito del que no tiene casa donde vivir.
Pero no escuchamos a Jesús.
Escuchamos al sufre injusticia.
Pero no escuchamos a Jesús.
Escuchamos al excluido que no cuenta para nada.
Pero no escuchamos a Jesús.

Somos muchos los que tenemos ojos.
Pero nos pasamos la vida sin ver a Dios.
Somos muchos los que tenemos oídos.
Pero nos pasamos la vida sin escuchar a Dios.
Somos muchos los que tampoco “acabamos de entender”.

“Señor, que yo vea”.
“Señor, que yo oiga”.
“Señor, que te vea”
“Señor, que te oiga”.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la 6 a. Semana – Ciclo B

“Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: “¿Por qué esta generación reclama un signo? Les dejó y se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla”. (Mc 8,11-13)

Uno de nuestros mayores defectos es pedirle razones a Dios.
Es Dios quien tiene que justificarse ante nosotros para que podamos creerle.
La fe nunca nace de los razonamientos, ni de los argumentos.
La fe nace de la confianza.
La fe nace de fiarnos de él.
Y no de que se justifique ante nosotros.
Resulta curioso que cuando nosotros queremos que alguien nos crea digamos:
“Te lo juro por mi madre”.
“Te lo juro por mi hijo”.
“Te lo juro por Dios”.

El único argumento que Dios nos ofrece para creer en él es su Hijo encarnado.
Dios no se justifica por argumentos racionales.
Tampoco se justifica por milagros.
El único argumento válido de Dios es su amor.
Por eso la fe es “creer en el amor de Dios”.
Por eso creer no es “creer que Dios existe”.
Sino que Dios nos ama y nos dejamos amar por él.

Por otra parte “la discusión” no es el mejor camino para descubrir la fe.
La discusión suele ser más bien una pelea y una lucha para ver quien gana.
Y peor cuando la discusión es maliciosa.
“Para ponerlo a prueba”.
Pedirle milagros para creer no es el camino de la fe.
Más bien suele ser nuestra fe la que hace posible los milagros.
Jesús decía:
“¿Crees que puedo hacerlo?”
“Tu fe te ha curado”.

Para creer es preciso estar abierto a Dios.
Para creer es preciso quitarnos los prejuicios.
Para creer es preciso a sinceridad del corazón.
Y quienes pretenden “ponerlo a prueba” no preguntan con sinceridad sino con malicia.

El mismo Jesús, dice el texto, “dio un profundo suspiro”.
Una especie de dolor y de angustia ante la cerrazón de los fariseos.
No pedían signos para creer.
Más bien pedían signos para justificar su incredulidad.
Jesús sintió una profunda pena de que no supiesen ver los signos que hacían, y pedían los signos que a ellos les interesaba.
Y Dios no está para hacer de malabarista y titiritero para que crean en él.

A Dios no podemos ponerle condiciones.
A Dios no podemos pedirle razones.
A Dios no podemos pedirle milagros.
A Dios no podemos pedirle escuche nuestra oración y nos sane.
Quien pide razonamientos no cree.
Quien pide milagros no cree.
Quien pide escuche nuestra oración y nos conceda lo que pedimos no cree.

Tal vez no con la malicia de los fariseos.
Pero, con frecuencia, a Dios le exigimos muchas cosas para creer en él.
“Estoy perdiendo la fe porque le he pedido y no me ha escuchado”.
No te ha escuchado porque tu oración no nacía de la fe sino de tus intereses.
Tu oración era una manera de “utilizar a Dios” a tu servicio.

En todo caso sería Dios quien nos pida razones a nosotros y no nosotros a él.
Nuestra fe no nacerá discutiendo con Dios, ni poniéndolo a prueba.
Nuestra fe nacerá de nuestra confianza y abandono en él.
Nuestra fe nacerá y florecerá de sentirnos amados por él aunque las cosas nos salgan mal.
No nos irá peor que al mismo Jesús a quien crucificamos.
Y sin embargo morirá abandonándose en las manos del Padre.
“Padre, en tus manos pongo mi espíritu”.
No pidamos milagros para creer.
Tengamos tanta fe que todo en la vida sea un milagro.

Clemente Sobrado C. P.