P. Clemente Sobrado cp.
“Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo. Él les preguntó: ¿De qué discutís? Uno le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo, tiene un espíritu que no le deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos. Jesús replicó: ¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe. Entonces el padre del muchacho gritó: Tengo fe, pero dudo, ayúdame”. (Mc 9,13-23)
“Todo es posible para el que tiene fe”.
Solemos repetir con frecuencia: “le fe hace milagros”.
Y lo decimos cuando vemos que alguien lucha
y se esfuerza y que, a pesar de todos los fracasos, sigue luchando.
Jesús nos habla de la fe en él.
Este buen padre acude a Jesús, pero aún con ciertas dudas,
porque acudió a los discípulos y no pudieron hacer nada.
Y ahora acude a él y lo hace con cierta indecisión.
“¿Si puedes?”
Ellos no han podido, posiblemente tú puedas hacerlo.
Y Jesús comprende su deseo, comprende sus dudas,
y su frustración ante la incapacidad de sus discípulos.
Y lo primero que hace Jesús es fortalecer su fe,
sacarlo de sus dudas.
Este hombre es sincero consigo mismo.
Hubiera podido decirle a Jesús: “Claro que tengo fe”.
Pero es sincero con Jesús, no trata de engañarle.
“Tengo fe, pero dudo, ayúdame”.
Tengo fe, pero con dudas, ayúdame a fortalecer mi fe.
¡Con qué facilidad solemos decir: “Yo tengo fe”!
Posiblemente la tengas.
Pero puede que sea una fe muy débil.
Y te contentes con la debilidad de tu fe.
Y te sientas satisfecho de tu pobre fe y te quedes ahí.
Y no trates de hacerla más fuerte, más sólida.
Confieso que muchas veces, personalmente cuestiono mi fe.
Sí, por más sacerdote que sea,
no puedo darlo todo por hecho,
siempre tendré que revisarme a mí mismo
y cuestionarme a mí mismo.
Porque en la vida no faltan momentos de oscuridad
en los que uno siente como si le hundiese el piso.
Claro que creemos, pero cada día debiéramos
pedirle a Jesús que nos ayude,
que “nos haga cada día más creyentes”.
“Yo creo, Señor, pero aumenta mi fe”.
Una oración que posiblemente hacemos poco
y debiéramos hacer más.
Pedirle fe, y pedirle que cada día
“nos haga más fuertes en la fe”.
Dudar no significa que no crea, pero puede significar
que nuestra fe es todavía muy débil.
Mi oración pidiendo más fe:
“Señor, yo tengo fe en ti, yo creo.
Pero siento que mi fe es débil y frágil.
Porque siento que, cada vez que me salen mal las cosas,
comienzo a dudar de ti.
Porque cuando en casa las cosas vienen todas juntas,
te pregunto, pero ¿por qué todo esto a mí?
Porque cuando rezo pidiéndote algo,
y no me sale como yo quisiera, termino por cuestionarte a ti
y hasta me atrevo a decirte que no me quieres.
Porque muchas veces, Señor, dudo de tu amor.
Porque muchas veces, Señor, no me atrevo a dejarlo todo
en tus manos y prefiero la seguridad de las mías.
Porque muchas veces pierdo la esperanza
de que todo esto pueda cambiar.
Porque muchas veces caigo en la tentación
de tirar la toalla y dejo de luchar.
Por eso, Señor, hoy quiero pedirte:
Aumenta mi poca fe.
Fortalece la debilidad de mi fe.
Anima mi fe para dar cara por ti.
Aumenta mi fe cuando escucho tu Palabra.
Aumenta mi fe cuando te pido algo.
Aumenta mi fe cuando dudo de todo.
También yo quisiera, como el padre del muchacho enfermo,
“gritarte: Tengo fe, pero dudo, ayúdame”.