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Palabras de esperanza: Jueves 1 de Cuaresma

P. Clemente Sobrado cp.

“Dijo Jesús a sus discípulos: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe; quien busca encuentra y al que llama se le abre”. (Mt 7,2-12)

“Por tanto no sólo el amigo que nos acompaña en el camino de la vida nos ayuda y nos da lo que nosotros pedimos: también el Padre del cielo que nos ama tanto y del cual Jesús ha dicho que se preocupa por dar de comer a los pájaros del campo. Jesús quiere despertar la confianza en la oración y dice: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca encuentra, y a quien llama se le abre. Esta es la oración: pedir, buscar cómo llamar al corazón de Dios. Y el Padre dará el Espíritu Santo al que se lo pide”. (Papa Francisco)

Tres verbos de ida: “Pedid”, “buscad”, “llamad”.
Tres verbos de vuelta: “se os dará”, “encontraréis”, “se os abrirá”.
Son los seis verbos con los que nosotros debiéramos
ponernos delante de Dios:

“Pedid”. Dios no necesita nada de los nuestro.
Pero Dios tiene todo para darlo.
Dios no necesita que le demos.
Pero a Dios le sobra todo para dárnoslo.

Cuando nos ponemos a orar delante de Dios,
no tenemos mucho que ofrecerle.
Pero tenemos mucho que necesitamos.
Y, por tanto, mucho que pedirle.

Oramos como “necesitados”.
Oramos como “vacíos”, como botella vacía que asomamos
al caño para llenarla de agua.
Y Dios que nos conoce, a parte de los vacíos que nosotros
le presentamos, él “conoce otros vacíos”,
que también tenemos que llenar.

Pero hay aquí dos verbos que tenemos que saber conjugar bien.
Sabemos conjugar bien el “pedir”.
¿Pero sabemos conjugar igualmente el “recibir”?
Porque no podemos pedir, “si dudamos de recibir”.
Ante Dios no caben las dudas de “recibir”.
No dudamos de “nuestras necesidades”.
No dudemos de “sus generosidades”.

“Buscad”. El hombre es un “ser necesitado”.
Pero también es “un ser que busca”.
Buscamos en los bolsillos, buscamos en los bolsos.
Buscamos caminos y buscamos la verdad.

Me encantan “los hombres que buscan”,
siempre tienen algo nuevo que encontrar.
No me gustan “los que creen tenerlo todo”,
y “haberlo encontrado todo”.
El hombre es un ser que se pasa la vida “buscando”.
Buscamos cosas, buscamos respuestas
y hasta nos buscamos a nosotros.
El que busca siempre encuentra algo nuevo.
Las necesidades nos hacen “buscar”.
Cómo han estado en “condición de búsqueda los laboratorios
para encontrar la vacuna contra este dichoso virus”.
El hombre es un “ser que busca a Dios” toda su vida.
Siempre encontrándolo, y siempre en búsqueda de él,
porque nunca le encontraremos del todo,
porque cada día Dios es novedad en nuestras vidas.
El hombre es un “ser que busca la verdad”,
la encuentra y la sigue buscando.
Creo fue Descartes quien dijo:
“Si buscas a Dios, es que ya lo has encontrado”.
Y el que busca “encuentra” y sigue buscando y sigue encontrando.
Para el que busca siempre hay cosas nuevas.
Para el que no busca, todo se hace viejo y usado.

“Llamar”. Nosotros nos pasamos la vida llamando
“a las puertas del corazón de Dios”.
Y Dios se pasa la vida “llamando a las puertas
del corazón humano”.
Con una gran diferencia: Nosotros a veces nos cansamos
de llamar a Dios, porque creemos que no nos abre su corazón.
Mientras que Dios no se cansa de llamar a nuestros corazones,
aunque de verdad no le queramos abrir la puerta.

Me encanta lo que dice el Apocalipsis:
“Mira que estoy a la puerta y llamo;
si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”. (Ap 3,20)

Y Lope de Vega escribe:

“¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abría! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!»
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!”

Seamos de los que “pedimos, buscamos y llamamos”.
Y seremos los que “recibimos, encontramos y abrimos”.

Palabras para caminar: Atrévete a creer

1.- Atrévete a creer. Atrévete a fiarte de Dios aunque te falle el piso entero bajo tus pies. Tu mayor acto de fe lo harás el día en que no tengas nada en qué apoyarte y te agarres única y exclusivamente de las manos de Dios, sin miedo a que te suelte. ¿Te atreves a creer así?

Flickr: José Manuel Ríos Valiente

2.- Atrévete a creer. Atrévete a renunciar a tu manera de pensar y ver las cosas y arriésgate a verlas siempre desde Dios y de cómo las ve Dios. Cuando sea noche total en tu vida, tú sigue adelante sin más luz que tu confianza en que Dios no te engaña. ¿Te atreves a creer así?

3.- Atrévete a creer. No sólo con la cabeza. Es muy fácil creer con la cabeza. La verdadera fe es creer con la vida. Que tu misma vida sea una confesión clara y nítida de fe. Quien cree con la vida vive de la fe y la fe se hace vida y la vida se hace fe. ¿Te atreves a creer así?

4.- Atrévete a creer. No sólo cuando todos creen. Sería posiblemente una fe social. Tú estás llamado a creer precisamente cuando los demás se cierran a la fe y aún te dicen que creer es una tontería. Llamado a creer, aunque por ahí te cuenten el cuento de que la fe te da la respuesta a todo. ¿Te atreves a creer así?

5.- Atrévete a creer. No cuando todos te aplauden sino cuando todos te critican y aún se ríen de ti. Ahí es donde Dios está necesitando testigos. Dios no necesita tanto de testigos entre los que ya tienen fe, sino precisamente allí donde no hay fe. ¿Te atreves a creer así?

6.- Atrévete a creer. Incluso cuando tengas que confesar tu fe con el testimonio de tu propia vida. Los mártires murieron por su fe. Su único delito fue creer. Cuando tu fe sea rubricada con tu propia vida, sentirás que valió la pena creer de verdad. ¿Te atreves a creer así?

7. – Atrévete a creer. Que tu fe llegue a fastidiar a los dormidos, a los que viven anestesiados. El mejor signo de tu fe es que donde tú estás los demás se sienten incómodos. Es señal de que estás emitiendo mensajes que cuestionan sus vidas. Y una fe que cuestiona a otros es verdadera. ¿Te atreves a creer así?

Clemente Sobrado, C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Sábado de la 18 a. Semana – Ciclo B

“Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: “¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?” Les contestó: “Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible”. (Mt 17,14-20)

Soy de los que estaba convencido de que tenia fe.
Luego de leer este Evangelio, confieso que ya me entran serias dudas.
Y no es que me cueste recitar el Credo.
Ni es que me cueste decir que tengo fe en Dios.

Primero Jesús nos dijo que el Reino de Dios se parecía a “un grano de mostaza”.
Yo tengo un puñadito de estos granos, traídos de Tierra Santa.
Los veo tan diminutos que, uno por uno, casi me parecen invisibles.
Y ahora, Jesús les dice a los suyos que su fe es tan pequeña que no llega ni siquiera a un grano de mostaza.
Y para colmo le dice que:
Con una fe tan diminuta hubiesen podido curar de epilepsia a este muchacho.
Con una fe tan diminuta serían capaces de trasladar una montaña.
¡Cuánto ahorrarían los tratan de allanar montañas, maquinarias tan sofisticas!
Personalmente no me arriesgaría a cambiar de lugar a una montaña.
Pero ¡cuánto me gustaría poder sanar a mi hermano enfermo!
Yo que llevo tantos años de sacerdote:
hablando de la fe,
promoviendo la fe,
y celebrando los misterios de la fe,
¿tampoco mi fe llegará a un simple grano de mostaza?

Siempre resulta peligroso:
Dar “supuesto que creemos”.
Dar “supuesto que creemos en Dios”.
Dar por supuesto que “creemos en el Evangelio”.

En alguna ocasión leí.
“no des nada por supuesto”.
“mejor que te cuestiones cada día”.
“mejor que te preguntas cada día”.
“mejor que te fijas como vives cada día”.

Porque la fe no es cuestión de saber sobre Dios, ni saber sobre el Evangelio.
Sino que la fe:
Es una actitud de vida.
Es una vida.
Es una relación personal con Dios.
Es un fiarse totalmente de Él.

Se cree con la cabeza, pero más se cree con el corazón.
Se cree con la cabeza, pero más se cree con la vida.
Fe y vida no son algo paralelo.
Fe y vida son algo que se funden en un mismo pensar.
Fe y vida son algo que se funden en unos mismos criterios.
Fe y vida son algo que se funden en un mismo actuar.
No podemos hablar de fe sino podemos hablar de vida.
La medida de nuestra fe nos la dará siempre la confianza, el abandono en Dios.
La medida de nuestra fe la medimos por nuestra coherencia de nuestra vida.
Dime cómo vives y te diré cómo es tu fe.
Cuanto más plena sea tu vida, mayor será tu fe.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Miércoles de la 18 a. Semana – Ciclo B

“Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón, Una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.”Atiéndela, que viene detrás gritando”. “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Irreal”. “No está bien echar a los perritos el pan de los hijos”. “Mujer qué grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas”. (Mt 15, 21-28)

Un Evangelio un tanto extraño.
Un Jesús desconocido.
Un Jesús aparentemente encerrado en Israel.
Un Jesús aparentemente excluyente de los que no son de Israel.
Un Jesús que aparentemente rebaja y hasta desprecia a los que no son del Pueblo de Israel.

A veces Jesús toma actitudes un tanto extrañas.
¿Por qué a sí las siente?
¿O porque quiere llamar la atención de sus discípulos?
Nos inclinamos por esta versión.
Llamar la atención y hasta un cierto escándalo.
Hasta ellos tiene que hacer de intercesores. “Atiéndela”.
Y un Jesús que prácticamente la llama perra a esta pobre mujer.
Quiere demostrarles que también fuera de Israel puede haber mucha fe.
Que Israel no es el único que tiene fe.
Al contrario que también entre los extraños puede haber más fe que entre los propios.

Saber reconocer que también entre los que no son de los nuestros puede haber una gran fe. “Mujer, qué grande es tu fe!»
Con frecuencia pensamos que solo en la Iglesia está toda la verdad.
Que fuera de la Iglesia todo es mentira.
Y también fuera de la Iglesia puede haber mucha fe, aún sin reconocerla.
También fuera de la Iglesia puede haber mucha bondad.
También otras Iglesias tienen mucha fe.
También en aquellos que decimos paganos puede haber mucha verdad.
También en ellos puede haber mucha bondad.
Se dice que Uruguay es el país más secularizado y menos creyente.
Y sin embargo con los problemas del medo oriente, fue el primer país en ofrecer acogida a ciento cincuenta personas expatriadas, dándoles posibilidades de una vida digna.

Llama la atención la actitud del Papa Francisco siempre abierto a las demás Iglesias y religiones.
Estar abiertos e incluso dar acogida no significa que todo sea igual.
Es simplemente estar abiertos a lo bueno que hay en otras partes.
Es comprender lo bueno que hay en los que no son como nosotros.
Es respetar a los que no piensan como nosotros.
No todos pensamos lo mismo.
Ni siquiera dentro de la misma Iglesia.
Incluso en el matrimonio y la familia.
Respetar el pensamiento de los notros no significa que cambiemos el nuestro.
Estoy convencido que en las distintas religiones hay muchas cosas buenas, que incluso debiéramos imitar.
No es que debemos renunciar a la Iglesia sino reconocer que no tenemos la exclusiva de la verdad ni de la bondad.
Jesús se admira de la fe de esta pagana.
Tal vez debiéramos tener la capacidad de admirar todo lo bueno que al otro lado de nuestras fronteras humanas y religiosas.

Los problemas no se solucionan confrontándonos sino respetándonos.

Clemente Sobrado C. P.

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Lunes de la 9 a. Semana – Ciclo B

“La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”. Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba para ellos; pero temieron a la gente, y dejándolo allí, se marcharon”. (Mc 12,1-12)

Con frecuencia, lo esencial pasa a un segundo lugar.
Incluso, es frecuente que, a lo esencial no le demos importancia.
Y nos quedemos siempre con la hojarasca.
Secamos las raíces y luego queremos que el tronco crezca.
Cortamos el tronco y les pedimos frutos a las ramas.

En la vida religiosa nos puede suceder algo parecido.
La misma Iglesia no está exenta de esta tentación:
Todo es importante, menos Jesús.
Valoramos la estructuras, y nos olvidamos de la vida.
Valoramos las grandes manifestaciones, y nos olvidamos de la vida personal de cada uno.
Valoramos el pasado, y nos olvidamos de situarnos en el presente y de mirar al futuro.
Valoramos el pasado, y no vemos las urgencias y necesidades actuales.

Hay un ateísmo del cual hablamos poco y le damos poca importancia.
Es el ateísmo, no de los que dicen que no creen, sino de los que dicen creer.
Porque el problema no está en aceptar y creer en Dios.
El verdadero problema está en qué lugar ocupa Dios en nuestras vidas.
Porque, con frecuencia, Dios no pasa de ser “un Dios de emergencia como los bomberos”
Con frecuencia, Dios no pasa de ser una simple “Post Data” para aprovechar el pequeño espacio que nos queda en la carta para dar la última noticia.

Jesús se aplica a sí mismo el texto de la Escritura “la piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular”.
Jesús es la piedra que sostiene todo el arco.
Sin esa piedra el arco se viene abajo.
Sin Jesús la “viña del Señor que es la Iglesia, el Pueblo de Dios” no es nada más que apariencia.
Cuidamos mucho de la “verdad”, que con frecuencia no pasa de ser “nuestra verdad, nuestra teología o nuestra ideología” y nos olvidamos de lo esencial que es “el amor”.
Es cierto que no puede haber amor sin la verdad.
Pero tampoco vale la verdad sin el amor.
Tenemos nada menos que una Congregación para la verdad de la fe, y me parece bien.
¿Y no necesitaremos una Congregación que esté atenta a la caridad de la Iglesia y del Pueblo de Dios?

Es curioso lo que dice el texto de que los “sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos” se dieron por aludidos con la parábola de los viñadores que mataron a los enviados e incluso al Hijo. “Porque veían que la parábola iba para ellos”.
No es fácil que los de arriba reconozcan sus equivocaciones.
No es fácil que los que detectan el poder reconozcan que no tienen la exclusiva de la verdad.

Y lo de siempre: “Intentaron echarle mano”.
Pero los de arriba también saben guardar sus apariencias: “temieron a la gente y dejándolo allí, se marcharon”.
La parábola no culpa a la viña, sino a los viñadores.
Son los viñadores, como responsables de la viña, quienes eliminaron a todos, incluido el Hijo.
Y los “sumos sacerdotes, escribas y ancianos” se sienten señalados.
Y lo de siempre, “intentaron echarle mano”.
Tapar la boca a quien dice verdades que no nos gustan, siempre resulta más fácil que revisar nuestra propia verdad.

Es preciso recuperar el centro de la fe y no quedarnos en la periferia.
Es preciso recuperar la vida del tronco y no quedarnos con la cáscara.
Es preciso recuperar la piedra angular y no construir sobre falsos cimientos.
Es preciso recuperar a Jesús, como único dueño de la Iglesia, de la que todos los demás somos “viñadores”, servidores.
Es preciso recuperar a Jesús, como eje de nuestra fe y de nuestro quehacer cristiano.
Es preciso, no quedarnos en la apariencia de las ramas, y regresar a las raíces.
Es preciso que al arco de nuestro fe no le falte “la piedra angular”.

Clemente Sobrado C. P.