Archivo mensual: julio 2009

No ver los signos

Domingo 18 b del ordinario

Jesús no es de los que se entusiasma y emborracha con ese olor de multitudes. Al contrario, es bien claro al juzgar las razones por las que la gente le sigue. En el fondo, no han entendido el milagro de la multiplicación de los panes. Lo han visto más con los ojos del estómago que con los ojos del corazón.

Lo han visto más con el agradecimiento del hambre saciada que con los ojos de la fe. Lo han visto más como panadero que reparte pan gratis que como El mismo haciendo el pan de la Vida. Por eso, le siguen, más con el estómago que con el corazón. “Os aseguro, me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”.

Jesús no hace milagros simplemente por solucionar los problemas humanos sino como señales del Reino. En este caso de la multiplicación de los panes, Jesús lo que pretende es una demostración de cómo celebrar la Eucaristía y como preparación para el anuncio de El mismo como “el pan de vida”.

Pero, nuestra miopía espiritual nos impide ver más allá de las cosas. Las cosas se nos presentan como una especie de muro que nos impide ver lo que hay al otro lado.

Vemos la vida de cada día, pero no la vemos como un regalo de Dios.
Vemos el pan de cada día, pero no vemos en él el regalo del don de Dios.
Vemos el amor humano, pero somos incapaces de ver que amamos porque primero El nos amó y nos ha hecho capaces de amar.
Vemos al que nos pide pan, pero no vemos a Jesús hambriento.
Vemos al que nos pide un vestido, pero no vemos a Jesús desnudo.
Vemos al enfermo que sufre, pero no vemos a Jesús enfermo.
Vemos al encarcelado, pero no vemos a Jesús en la cárcel.
Vemos al anciano solitario, pero no vemos a Jesús abandonado de todos.

Alguien definió la fe como “un mirar las cosas por detrás”.
Vemos la muerte como una desgracia, pero no vemos la vida que brota de ella.
Vemos el sufrimiento como una maldición, pero no vemos que detrás puede haber una llamada a la fidelidad.

Y esto mismo nos sucede con Dios:
Vemos a Dios como el omnipotente que tiene que solucionar todos nuestros problemas, pero no vemos el amor de Dios.
Vemos a Dios como el que tiene que darnos trabajo, curar nuestras enfermedades, pero no vemos a Dios como vida, como trascendencia de las miserias humanas.

Dios no se revela a sí mismo si no es a través de las realidades humanas. Y de alguna manera, todos nos parecemos a aquellos que le siguen “sin haber visto los signos”. Vieron el pan y el pescado. Pero no el signo, lo que había detrás del pan y del pescado.

Hoy hablamos mucho de los “signos de los tiempos”. ¿No será una frasecita más de esas que suenan bien, pero que nosotros seguimos viendo los acontecimientos de los tiempos, pero el signo a través del cual Dios nos quiere hablar y decir algo.

¿Que hoy la Iglesia está perdiendo credibilidad incluso entre los creyentes?
¿Y eso qué nos está diciendo a nosotros?
¿Que hoy muchos abandonan la Iglesia porque no encuentran en ella respuesta a sus dudas e inquietudes?
¿Y eso qué nos está diciendo a nosotros?
¿Que hoy la juventud ya no se acerca a la Iglesia?
¿Y eso qué nos está diciendo a nosotros?

No basta leer los periódicos ni ver las noticias en la TV o escucharlas en la radio.
¿No habrá en todas esas noticias “unos signos” a través de los cuales Dios también nos está queriendo decir algo?

Les cuento cómo Dios habla a través de una simple postal.
Cuando el seminario Pasionista me envió una postal diciéndome que podía ir pues tenían una Beca para mí, mientras yo estaba de camino del Seminario, otra postal llegaba a mi casa diciendo que no fuese, que había habido un equívoco.

Pero yo llegué al Seminario antes que la postal llegase a mi casa. No me hicieron problema y seguí con la idea de que alguien pagaba mi carrera.

En mi primera Misa en el pueblo, catorce años más tarde, a la hora del café, el sacerdote que me había encaminado, sacó del bolsillo la bendita postal que conservó cuidadosamente, y me la entregó delante de todos. Cuando la leí creo que me sentí más emocionado que en la misma Misa. Fue en un instante donde se me clarificó totalmente mi vocación. No había dudas de que Dios me había llamado, porque mientras los hombres me decían no, Dios me estaba diciendo sí. Es posible que el mayor signo de la verdad de mi vocación la haya descubierto en esa postal. Una postal no era nada, pero era una señal, un signo de Dios sobre mi vida.  En ella descubrí a Dios y me descubrí a mí mismo.

Oración
Señor: Tú, mejor que nadie, lees las razones del corazón humano.
No siempre nuestra fe es desinteresada.
No siempre nuestra fe logra ver más allá de las cosas y acontecimientos.
Te pedimos nos hagas ver tus signos y señales.
Que aprendamos a leer en lo que pasa a nuestro lado tus planes y proyectos.
Que nuestros ojos no se queden al lado de acá de las cosas sino que
sepamos verlas por detrás, al otro lado.
Enséñanos a verte y reconocerte en todo aquello que nos rodea.

Clemente Sobrado C. P.

www.iglesiaquecamina.com

(Si este mensaje te ha dicho algo, compártelo con tus amistades)

Mama, mirame, soy Emily

b-dom17

niña

Domingo 17 b del ordinario

José Luis Martín Descalzo cita una escena de “Nuestra Ciudad” de Thornton Wilder, en la que describe cómo un día autorizaban a los muertos a regresar a la vida y vivir un solo día con los vivos. Nadie quiso volver, salvo la niña Emily que, a pesar de que todos la desaconsejaban, ella quiso hacer la experiencia de revivir el día en que cumplió nueve años.
“Y ahí la vemos, con sus nueve años recién cumplidos, bajando las escaleras de la casa, con su vestido nuevo y sus rizos recién peinados, esperando el grito de alegría que dará su madre cuando la vea tan guapa. Pero su madre está ocupadísima en preparar la tarta del aniversario y la merienda, a la que vendrán todas las amigas de su hija.
Y ni siquiera mira a la pequeña. “Mamá, mírame” grita Emily, “soy la niña que hoy cumple nueve años”. Pero la madre, sin mirarla, respondió: “Muy bien, guapa, siéntate y toma tu desayuno”.
Emily repite: “Pero mamá, mírame, mírame”. Pero su madre tiene tanto que hacer que ni la mira. Luego vendrá su padre, preocupado por tantísimos problemas económicos. Y tampoco él mirará a su hija. Y no la mirará tampoco su hermano mayor, volcado en sus asuntos. Y Emily suplicará en el centro de la escena: “Por favor, que alguien se fije en mí. No necesito ni de pasteles ni de dinero. Sólo que alguien me mire”. Pero es inútil. Los hombres, ahora lo descubre, no se miran, no reparan los unos en los otros. Porque no les interesa a ninguno lo del otro. Y, llorando, regresa Emily al mundo de los muertos, ahora que ya sabe que estar vivo es estar ciego y pasar junto a lo más hermoso sin mirarlo”. ( Razones para la alegría pág. 126)

El caso de Emily, sabemos que es una ficción literaria, pero que tiene una historia real. Son muchos los que a nuestro lado están necesitados de que los veamos, les miremos y nos fijemos en ellos.
Y esto es lo maravilloso del Evangelio de hoy. Es importante que Jesús dé de comer a tanta gente con hambre. Pero, tal vez lo más importante es que Jesús “levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para todos estos?”

No habrá milagro, si primero no tenemos ojos para ver a los demás.
No habrá reparto de pan, si primero no sabemos ver al hermano necesitado que está a nuestro lado.
Mucha gente no podrá comer, si antes alguien no es capaz de fijar los ojos en ella, mirarla con cariño y respeto y sentirse afectado por su realidad de pobreza.
Porque fijarnos en los demás es sentirnos interesados por ellos, preocupados por ellos.
Porque fijarnos en los demás ya es, de alguna manera, sentirnos solidarios con ellos.
El milagro de la multiplicación de los panes comienza por “levantar los ojos” de nuestros propios quehaceres y ver y contemplar a los demás.
Es cierto que la gente necesita de pan para comer.
Pero, con frecuencia, la gente necesita sobre todo sentir que alguien le mira, alguien se fija en ella, para alguien sigue siendo todavía importante, más importante que nuestros quehaceres y ocupaciones.
El pan puede llenar el estómago. Pero una mirada bondadosa nos hace recuperar nuestra propia autoestima.
El pan puede saciar el hambre. Pero unos ojos que nos miran y contemplan nos hacen interesantes a nosotros mismos y nos devuelven el ánimo de seguir viviendo y luchando por la vida.

En nuestro mundo hay mucha hambre. Pero, de ordinario, siempre nos fijamos en los hambrientos que tenemos lejos de nosotros.
¿Alguien tiene tiempo para mirar con amor a los que tienen el estómago vacío a nuestro lado?
¿Alguien tiene una mirada de bondad para esos que cada día pasan a nuestro lado y nos tienden la mano?
Tal vez no podamos solucionarles su problema. Pero siempre podremos tener una mirada y una palabra de bondad que les llegue al alma.

En nuestro mundo hay demasiada hambre de pan. Pero nuestro mundo, incluso el mundo de los ricos, sufre de otras muchas hambres tan importantes como las del pan, el arroz o el pescado o la carne.
A muchos les sobra el pan. Pero les falta la mirada de amor y de cariño de los suyos. Por eso se sienten extraños incluso en casa.
Maridos, ¿cuánto tiempo hace que no miráis a los ojos de vuestras esposas?
¿Sabéis de qué color son sus ojos?
¿Cuánto tiempo hace que no os fijáis en el vestido nuevo, en su nuevo peinado, para decirle que le queda bonito?
Padres, ¿cuánto tiempo hace que no miráis con ternura a los ojos de vuestros hijos? ¿Y cuánto tiempo hace que no les decís lo bonitos que les quedan esos pantalones vaqueros, rotos y deshilachados por todas partes? Ya sé que a vosotros eso no os va, pero a ellos les encantan.

¿Será cierto lo que dice Emily? … “ahora que ya sabe que estar vivo es estar ciego y pasar junto a lo más hermoso sin mirarlo”. ¿Será cierto que estar vivo es estar ciego y pasar junto a lo más hermoso sin mirarlo?

Oración
Señor: Con frecuencia los Evangelios nos dice que tú te fijabas,
que mirabas a la gente que te rodeaba.
Muchos de tus milagros comenzaron por los ojos.
Muchos de tus milagros comenzaron por abrir los ojos y ver.
A nosotros nos has regalado dos ojos.
Pero ¿sabemos mirar?
¿Sabemos mirar a aquellos que tenemos cerca de nosotros?
Es posible que muchos no estén esperando de nosotros nada,
sólo una mirada de cariño, de ternura y de amor.

Clemente Sobrado C. P.

www.iglesiaquecamina.com

(Si este mensaje te ha dicho algo, compártelo con tus amistades)

Sabemos descansar?

b-dom16

Escucha la Homilía del Domingo 19 de julio del 2009

flickr: lo.tangelini

flickr: lo.tangelini

Tiempo libre o descanso

Domingo 16 b del ordinario

Hoy hablamos mucho del tiempo libre, pero nos hemos olvidado hablar del tiempo del descanso. Hasta ahora hablábamos del descanso dominical. Ahora habrá que hablar del tiempo libre de fin de semana.
Un tiempo libre que no es tan libre como decimos. Y no es libre porque es un tiempo tan ocupado como cualquier día de la semana. Unos, porque todo lo que no pueden hacer durante la semana, lo dejan para el fin de semana. “Tengo tantas cosas que hacer que no he tenido tiempo para ir a Misa”.  Otros, porque el llamado tiempo libre lo llenan de cosas que, el fin de semana nos deja más cansados que el resto de días laborables.

La prueba. Fíjese usted en la cara de la gente el lunes. Más parece que quieren irse a la cama a dormir que a trabajar.

Jesús invita a los discípulos que regresan de su primera experiencia misionera, a retirarse a un lugar solitario “para descansar un poco”. ¿Motivo? El de siempre. “No tenían tiempo ni para comer?”. ¡También en aquel entonces existía eso de las “comidas al paso”, de “las comidas rápidas”?  La digestión se hace corriendo. Lo mismito que nos sucede a nosotros.

Tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para nada.
Tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para nosotros.
Tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para los demás.
Tenemos tantas cosas que hacer que no tenemos tiempo para Dios.

Vivimos absorbidos por la gente.
Vivimos absorbidos por nuestros quehaceres.
Y cuando uno no tiene tiempo para sí mismo, termina vacío de sí mismo y extraño a sí mismo. Y cuando uno no tiene tiempo para los demás, terminamos todos siendo pequeñas islas, cada uno metido en su propia cápsula del quehacer cotidiano. Todo es más importante que nosotros mismos. Todo es más importante que la familia. Todo es más importante que Dios. Y si nos damos cuenta, “todo ese todo” son un montón de cosas inútiles y vacías de contenido. De esas que hacemos para “matar el tiempo y no aburrirnos”.

Los unos comidos por las cosas.
Los otros comidos por la gente.
Los otros comidos por la diversión.
Los otros comidos por los demás.

Necesitamos “estar con los demás”, pero más urgente es “estar con nosotros mismos”, para que no vivamos perdidos en el espacio y en el vacío de nosotros mismos.
Lo que llamamos “tiempo libre” termina siendo un tiempo muy poco libre porque termina siendo un tiempo libre, lleno de cosas.
Y quien no sabe estar “consigo mismo”, ¿sabrá estar útilmente con los demás? Porque se puede estar con los demás, sencillamente “pasando el tiempo”, distraídos de nosotros y de nuestras responsabilidades. Una manera de vivir “irresponsablemente”.
Sólo estamos útilmente con los demás cuando hemos sido capaces de estar a solas con nosotros mismos.

flickr: Tiago Celestino

flickr: Tiago Celestino

Descansar no significa un “tiempo vacío”. Puede ser un tiempo muy lleno. Porque puede ser un tiempo de:

Encontrarnos con nuestra interioridad.
Discernir nuestros criterios y nuestra mentalidad.
Encontrarnos con nuestro yo profundo.
Encontrarnos con Dios escondido dentro de nosotros.
Encontrarnos con nuestra verdad, la verdad de nuestra vida.
Escuchar esas voces silenciosas de las cosas que de ordinario no escuchamos.
Escuchar la realidad que nos rodea y sobre la que no tenemos tiempo para pensar.
Escuchar la canción de los pájaros que casi nunca escuchamos.
Escuchar la voz de las flores, ¿alguien las escucha?
Escuchar a Dios que nos habla desde dentro de nosotros.

“Descansar” no es un tiempo improductivo.

Las grandes ideas y pensamientos brotan en el silencio del descanso.
Las grandes inquietudes brotan en el silencio del descanso.
Las que hoy son las grandes obras musicales comenzaron por escucharse primero en el silencio del alma.
Las grandes obras del pensamiento brotaron del silencio del espíritu y no del bullicio de las cosas.

“Descansar” no es marginarnos de las cosas y de las personas.

Es descansar para escucharlas dentro de nosotros.
Es descansar para sentirlas dentro de nosotros.
Es descansar para hacerlas preocupación nuestra dentro de nosotros.
Es descansar para llenar de vida nuestra alma.

Hoy todos disponemos de mucho tiempo “libre”, pero disponemos muy poco del “tiempo del descanso”. De ese tiempo de relajación y de paz y de serenidad, y de silencio, y de encuentro. De ese tiempo que detiene el reloj para dejar de vivir “tan de prisa”. Antes las carreteras eran para llegar a algún sitio pero contemplando el paisaje, atravesar los pequeños pueblitos y ver a la gente paseando.  Hoy, las grandes autopistas son para correr y llegar pronto, pero sin haber visto nada. No haberse deleitado nada, no haber visto nada.

Oración
Señor: Tú invitaste a los tuyos a un lugar solitario.
Hoy la soledad nos mata porque no sabemos estar a solas con nosotros mismos.
Tú invitaste a los tuyos a descansar.
Hoy ya nos hemos olvidado de descansar. Nos aburre demasiado.
Sentimos que no hacemos nada. Y que perdemos el tiempo.
Señor: Enséñanos a descansar de nuestros ajetreos para que podamos escucharte a ti y escuchar el latido de las cosas y de la gente.

Clemente Sobrado C. P.

www.iglesiaquecamina.com

(Si este mensaje te ha dicho algo, compártelo con tus amistades)

La alegria de nuestra fe y nuestra esperanza

b-dom15

Escucha la Homilía del Domingo 12 de julio del 2009

flickr: IMISSMYJUNO

flickr: IMISSMYJUNO